Los médicos y el barco

En las últimas horas se ha difundido, a través de diversos medios de prensa, que varios médicos que integran el personal de dirección de las regiones Este y Oeste de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en diversos departamentos han presentado su renuncia en forma masiva. Las causas invocadas para ello han sido diversas, pero incluyen (según el semanario “Caras y Caretas”), “el desacuerdo con las formas y procedimientos seguidos para llevar a cabo las remociones de los diferentes equipos y últimamente de nuestra Directora Regional, Dra. Alejandra Caputi y su equipo”, así como las declaraciones fuera de lugar del director designado regional de la región Oeste de ASSE, Fernando Silva, con respecto a las condiciones del servicio. Tales declaraciones motivaron que el presidente de ASSE, Leonardo Cipriani, anunciara en el día de ayer que Silva no asumirá su cargo, lo que sin dudas resulta una medida acertada. Tampoco debe pasar desapercibido que los médicos renunciantes ocupaban cargos políticos que fueron designados por las anteriores autoridades de ASSE, por lo que resulta implícito que los nuevos jerarcas de dicho organismo tienen derecho a designar a personas de su confianza. Tales fueron los motivos expresados por los médicos renunciantes, pero se desconoce si existen otros.
Lo cierto es que mientras otros médicos hacen honor a su profesión y al compromiso asumido con la población poniendo en riesgo su vida y la de sus familias por asistir a trabajar a los centros de salud, los médicos que renunciaron a ASSE toman el camino fácil y egoísta: huir de sus deberes profesionales y administrativos en un momento especialmente crítico no sólo para los centros donde cumplen funciones sino también para el país en general.
La renuncia de los médicos resulta especialmente perjudicial porque en muchos casos se trata de personas que se encuentran al frente de la gestión administrativa y técnica de las diversas reparticiones, lo que supone que dejarán tras de sí un vacío, cuyos principales perjudicados serán los usuarios de ASSE, un servicio fundamental del sistema de salud. Como lo expresara el entonces secretario de Presidencia, Alberto Breccia, “no deben existir o deben existir pocos organismos en el gobierno que tengan como la Administración de los Servicios de Salud del Estado un contacto cuantitativo y cualitativo con la gente, con la población, con las personas, con los seres humanos más débiles de esta sociedad. Y como todos sabemos y reconocemos pese a los esfuerzos que se hacen desde todos los gobiernos, por intentar favorecer a esa gente más débil y desprotegida; y a los avances sustanciales que se han realizado en la disminución de los índices de pobreza y de indigencia, aún tenemos mucha deuda que pagar con esa gente. Y es este organismo quien está en buenas condiciones para pagar por al menos parte de esa deuda o intentar por todos los medios hacerlo”. Son precisamente esos seres humanos más desvalidos (quienes con el pago de sus impuestos le sustentaron sus carreras universitarias a los médicos renunciantes), los que son dejados “en el medio del río” por dichos profesionales, de quienes no se sabe si renunciaron a sus cargos en el sistema privado de salud y a los abultados salarios que se pagan en el mismo. Otra vez la cuerda se rompe por el lado más fino.
En este escenario, la geografía y las características de los servicios médicos prestados también pesan. Según la última publicación del Informe anual de estadísticas sanitarias 2019 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la mayoría de los países, la concentración de profesionales en áreas urbanas y en los servicios de atención terciaria de salud resultan en una fragilidad en la atención primaria a la salud (APS, aquí definidas como policlínicas en la Red de Atención Primaria o RAP) y puede estar relacionada con la mala distribución de la fuerza de trabajo y la migración de los recursos humanos en salud que afectan, sobre todo, a las regiones más pobres y remotas. Como ha sido destacado hasta el cansancio por especialistas de diversos países (incluido Uruguay), en situaciones de pandemia como la actual, la llamada RAP adquiere especial importancia y ese nivel de atención es precisamente el más perjudicado por estas renuncias. La decisión de los médicos empeora una situación que ya era mala de por sí.
Es importante recordar que en el año 2012, frente a la renuncia de diversos cirujanos de ASSE, los entonces Ministro de Salud Pública (Jorge Venegas), el Ministro de Trabajo y Seguridad Social (Eduardo Brenta) y el Secretario de Presidencia de la República (Alberto Breccia) anunciaron diversas medidas contra dichos profesionales orientadas a garantizar el derecho a la salud de toda la población, consistente, por ejemplo, en concursar los cargos vacantes, no permitir el ingreso a dicho concurso a los médicos renunciantes, analizar los contratos de estos cirujanos en el resto del sistema público de salud, promover la inhabilitación total o parcial del ejercicio profesional para los mismos e incluso decretar la esencialidad de los servicios. Esas medidas fueron impulsadas sin que existiera una pandemia de las características del COVID-19, por lo que la adopción de las mismas estaría plenamente justificada en las actuales circunstancias. En cualquier caso, las autoridades de ASSE deben asegurar la prestación de los servicios médicos que brinda en todo el país, mal que le pese a los médicos renunciantes, aún cuando ello signifique estudiar su conducta a la luz de lo establecido por el artículo 165 del Código Penal (abandono colectivo de funciones y servicios públicos de necesidad o utilidad pública) según el cual los funcionarios públicos que abandonaren colectivamente la función, en número no menor de cinco, con menoscabo de su continuidad o regularidad, serán castigados con pena de tres a dieciocho meses de prisión.
De acuerdo con diversos relatos, las últimas palabras del filósofo griego Sócrates antes de morir fueron dirigidas a su amigo y discípulo: “Critón, debemos un gallo a Esculapio, no te olvides de pagar esta deuda”. La frase de Sócrates estaba cargada de ironía tratándose de alguien que estaba a punto de fallecer, ya que Esculapio era considerado el dios de la Medicina, mientras que el gallo hacía referencia a la costumbre de la época de ofrecer animales a los dioses en señal de agradecimiento anticipado por los favores que se recibirían.
En efecto, poco tenía que agradecerle Sócrates a Esculapio cuando en realidad el filósofo se encontraba a las puertas de su fallecimiento; sin duda el sentido de esas palabras es el contrario al que expresan. Parafraseando a Sócrates, los uruguayos deberíamos obsequiarle un gallo a cada uno de los galenos que renunciaron a sus obligaciones profesionales en ASSE (simbolizadas en el juramento hipocrático que realizan todos los médicos al obtener su título universitario), dándole la espalda a sus compatriotas y abandonando ese barco llamado Uruguay (el barco de todos) en medio de una de las crisis sanitarias más grandes de su historia.