Pensar en “el día después”

No todo tiempo pasado fue mejor y es bueno recordarlo en épocas de pandemias. Ahora por el coronavirus, pero hace algo más de una década por el el virus H1N1, o también conocido como “gripe porcina”.
Y la posibilidad de recordar aquella situación, nos llevará a aprender más a pesar de la crisis económica y sanitaria que quedará a nivel global.
Hace once años, el 27 de mayo de 2009 se constataban en Montevideo los dos primeros casos de la gripe A en un hombre y un menor de edad que regresaban de Argentina. En nuestro continente, Uruguay era –a partir de ese entonces– un país más con este virus.
Con la aparición de esos dos casos, la entonces ministra de Salud María Julia Muñoz, enviaba un mensaje de confianza a la población y anunciaba que Ancap donaría alcohol en gel a las escuelas. Al 11 de junio, la cifra se elevaba a 36 casos y al día siguiente la ministra anunciaba que no daría cifras de enfermos “caso a caso”, bajo el argumento que no correspondía dar números de afectados, porque la enfermedad ya había ingresado a la fase de pandemia. Por esos días, había 1.500 casos sospechosos y se cerraban solo dos colegios privados en Montevideo, a fin de evitar los contagios.
La primera muerte fue confirmada el día 29 de junio de aquel año, también en Montevideo. Y así sucesivamente con el paso de los meses se incrementaron los fallecimientos. La denominada “gripe porcina” se llevó la vida de más de treinta personas y 3.056 casos confirmados. Uruguay ocupaba en ese entonces el quinto lugar en América Latina.
Más de una década después, vemos otra forma de comunicar. Y, a pesar de la transparencia en los datos y de la información “caso a caso”, existen inconformes que no recuerdan nada de lo ocurrido hace poco tiempo en la historia de nuestro país.
Pero todo está allí, a un “click” de distancia y sería honesto de parte de quienes se oponen a todo, durante todo el tiempo, leer para comprender lo que resolvieron los gobernantes de entonces, ante un virus como la gripe A, que hoy deambula entre nosotros e incluso nos vacunamos contra él.
A mediados de 2009, San José era el único departamento que cerraba sus fronteras y el intendente Juan Chiruchi reprochaba a la ministra que no se brindara la información transparente. Sin embargo, el portal de Presidencia aseguraba que ningún departamento presentaba medidas complicadas, por lo que “la circulación es cotidiana y fluida por razones de trabajo”.
Incluso la entonces ministra Muñoz reconocía que Chiruchi estaba “amparado por la autonomía municipal, pero si ese es un departamento que va a estar cerrado, cabe la posibilidad de que cuando sus habitantes salgan del mismo, se les van a tener que realizar minuciosos exámenes médicos”.
Hasta aquí la realidad y sin comparaciones. Porque claramente el coronavirus resultó ser más mortal que la influenza y en el planeta sobran los ejemplos para comprender los alcances de esta crisis sanitaria que no se repetía desde hacía tiempo.
En el epicentro del brote, en la ciudad de Wuhan, hubo una tasa de mortalidad del 1,4 por ciento y a nivel mundial, los cálculos son disímiles y van desde un estimado del 1 por ciento hasta diez veces más que la tasa de mortalidad de la gripe estacional. Pero mientras China trata de volver a la normalidad, en Uruguay discutimos por la pertinencia de retornar al trabajo y continuamos con la discusión “trabajadores versus empresarios”.
Si bien la COVID-19 fue subestimada en sus comienzos, a medida que se controla la pandemia, también disminuye el número de reproducción. Por eso tampoco, nadie sabe cuántas personas infectadas por el coronavirus solo presentan síntomas leves o directamente son asintomáticas.
Porque, en cualquier caso, ahora sí convienen las comparaciones. Ante un virus más letal, los controles en nuestro territorio comenzaron con la constatación del cuarto caso. Y tan es así que luego de más de un mes de la declaración de emergencia sanitaria y el montaje de una estructura técnica al servicio de la contención de una pandemia, en Uruguay la situación está controlada.
También persiste el recuento del “caso a caso” aunque las cifras nos resulten antipáticas y se eleven a más de 500 casos, de los cuales unas 300 se han recuperado.
Esta pandemia no es igual que aquella, es aún peor porque fue subestimada en sus comienzos. Sin embargo, hasta el momento en Uruguay, y a pesar de las circunstancias políticas que no descansan en sus provocaciones, nos manejamos de acuerdo a dicha coyuntura y, al igual que otros países, adoptamos las medidas de acuerdo a nuestra realidad.
Podemos decir que estamos a la altura de la circunstancias, incluso a pesar de las exigencias de cuarentenas obligatorias, cuyos resultados son relativos en los países aplicados, como Argentina o Francia.
Y como nación –ya ni siquiera como comunidad– podemos bajar el nivel de nuestras discusiones para ver quién pudo llegar más rápido y mejor en las soluciones a los problemas de los más vulnerables. Porque de esta situación, nadie sale por sí mismo y al final, habrá muchos más “lesionados sociales” de los que suponen las estadísticas.
Es necesario pensar y tomar acciones para “el día después”. La recomposición del aparato productivo y la reinserción en el mundo laboral costará mucho más de lo previsto. Y no será solo a nosotros, sino a los países del primer mundo que ya calculan esos “costos” a largo plazo.