Una transformación necesaria

La pandemia por coronavirus ha trastornado múltiples aspectos de la vida cotidiana de las personas, empresas e instituciones afectando no sólo el empleo y la generación de riqueza sino también otras cuestiones referidas a la forma de trabajo, los procesos y el comportamiento de los consumidores. Esto último se ha vuelto una variable primordial a tener en cuenta para la adaptación de las empresas y emprendimientos en un contexto nuevo, impredecible y en el cual hay que seguir funcionando para, como dice el presidente y sus ministros, “mantener encendidos los motores de la economía”.
La metáfora tiene una clara connotación de economía motorizada o industrializada. La economía como una maquinaria que no puede parar porque de lo contrario nos irá peor a todos. Sin embargo, la economía uruguaya se conforma de un abanico de sectores de actividad que incluye varios no motorizados como la ganadería, el turismo –que hasta el momento de iniciarse esta crisis eran la mayor fuente de divisas genuinas para el país– y otros como las industrias del conocimiento, el desarrollo de software o las industrias creativas, y fundamentalmente todo el sector de comercio, logística y servicios que también tienen su importancia, generan fuentes de empleo y también se encuentran afectados.
Las pequeñas y medianas empresas –en algunos sectores fuertemente golpeadas por la crisis sanitaria y económica– constituyen el 99,5% de las 170.000 empresas con las que cuenta Uruguay, según datos de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE). Las mismas son responsables de la generación del 65% del empleo del país de acuerdo a datos anteriores a la coyuntura actual.
Estas empresas hoy necesitan seguir generando ingresos para sostenerse en el mercado y se encuentran con un panorama disruptivo e imprevisto: el cambio de condiciones de trabajo y de conductas de los consumidores, producto también de la crisis sanitaria y de las medidas de distanciamiento social impuestas para evitar contagios. Se trata de un escenario en el que es necesario incorporar el uso intensivo de herramientas digitales para el teletrabajo, realizar compras y ventas en línea y gestionar procesos de producción en forma remota.
Según una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulada “Respuestas al COVID-19 desde la Ciencia, la Innovación y el Desarollo Productivo”, la digitalización de las micro, pequeñas y medianas empresas es un gran desafío ya que les cuesta más subirse a la ola digital, algo que en muchos casos podría volverse imposible “sin el acompañamiento y el apoyo adecuado que hagan el camino menos doloroso”.
“La digitalización, que antes parecía un ‘extra’ para aumentar la productividad y las ganancias, hoy se ha vuelto un requisito para que las empresas sobrevivan. En particular, las mipymes que comienzan a transitar por la ruta de la transformación digital necesitan dotarse muy rápidamente de una serie de elementos. Por un lado, necesitan conexiones de calidad y dispositivos tecnológicos (computadoras y servidores). Por otro, requieren soluciones digitales, incluyendo sistemas informáticos para ventas, marketing y gestión de clientes adaptados a sus necesidades específicas, soluciones reforzadas de ciberseguridad y herramientas para potenciar sus oportunidades de negocio (plataforma de comercio electrónico, medios de pago digitales, etcétera.)”, dice la publicación en el capítulo denominado “Del choque a la recuperación empresarial”, responsabilidad de los especialistas Pablo Angelelli, Michael Hennessey, Pauline Henriquez.
Allí se afirma que la que queda por delante en relación a la transformación digital será “una tarea titánica para muchas mipymes, que destinan la mayor parte de sus recursos, humanos y financieros, a la gestión del día a día. Por ello, ahora más que nunca necesitan financiamiento y asesoría técnica para navegar este laberinto digital”.
En tanto países que han transitado la pandemia antes que nosotros, incluyen iniciativas de apoyo a la digitalización en los paquetes de financiamiento para micro y pequeñas empresas que se están desarrollando en el marco de la emergencia sanitaria. Esto incluye desde soluciones para el teletrabajo, ciberseguridad, comercio electrónico, facturación en línea, comunicación y marketing digital hasta otras para seguridad laboral o medición de temperatura de trabajadores, entre otras.
Uruguay ocupa el primer lugar en Latinoamérica en infraestructura digital, así también como en hábitos digitales y en cuanto a disponibilidad y uso de tecnología. No obstante, la digitalización de las empresas –en particular las pequeñas y medianas- viene siendo un proceso lento, lo que en general representa una desventaja si tenemos en cuenta los cambios que están ocurriendo en la forma de entender y desarrollar el trabajo, la propia dinámica de las organizaciones y las exigencias de un mercado en el cual la población está acostumbrándose cada vez más al uso intensivo de tecnologías de la información y comunicación, aspectos hoy exacerbados por las exigencias y necesidades impuestas por la crisis sanitaria.
La incorporación de soluciones tecnológicas suele ser costosa pero la exigencia de adecuación a la transformación digital de la sociedad hoy es muy fuerte y van desde pedir comestibles o verduras y que lo traigan a la puerta, compras de todo tipo de cosas y servicios por Internet, las reuniones en línea con clientes y proveedores, clases virtuales de institutos de idiomas y, especialmente la posibilidad de realizar pagos en línea. Son cosas que hoy pueden considerarse estrategias para sobrellevar la crisis pero que han llegado para quedarse y se convertirán rápidamente en un factor diferenciador en la preferencia del cliente.
Si antes de la pandemia se fundamentaba la economía digital desde los nuevos hábitos de consumo –entre otros factores– hoy, el nuevo escenario que se perfila para la llamada “nueva normalidad” plantea la necesidad de nuevas prácticas y estrategias, nuevos conocimientos y muchos cambios en los que –seguramente– también habrá oportunidades para quien esté preparado para tomarlas.
¿El futuro de las PYME uruguayas podría estar condicionado por su capacidad de adaptarse a este proceso de transformación propio de la época que vivimos? No es fácil una respuesta pero parece innegable que el Estado, a la hora de diseñar soluciones y apoyos, debería tener este asunto muy presente ya que muchas PYME de bajo nivel de madurez digital –especialmente en los sectores más tradicionales– podrían quedar en situación de mayor vulnerabilidad y menor competitividad. Son esas las que más necesitarán programas específicos y complementarios de apoyo a la transformación digital para ser más resilientes y tener mayores posibilidades de mantener encendidos sus propios motores.