Con buena nota

Aunque mucho se ha hablado y escrito sobre las dificultades, angustias y desafíos que plantea la economía en el contexto de la pandemia de COVID-19, otro de los sectores fuertemente golpeados es la educación. Aunque en este caso no es tan fácil traducir las dificultades en una cifra económica para medir el impacto de la crisis sanitaria.
No obstante, el cierre de las escuelas trajo aparejado una serie de consecuencias y dificultades muy disímiles en los diferentes países, pero que en todos los casos implicó la interrupción del ciclo educativo y los aprendizajes de niños y jóvenes que concurren a jardines de primera infancia, escuelas y centros de Enseñanza Media.
La primera dificultad fue precisamente esa: de qué manera, con qué estrategias y herramientas se podía instrumentar la continuidad de las clases desde el hogar en aquellos lugares donde esto fue posible. A su vez, las heterogéneas realidades familiares de los estudiantes fue un aspecto relevante en cuanto a poder seguir y participar en los cursos a distancia, a lo que se suman desafíos como el cambio de modalidad de trabajo de los docentes y la necesidad de las familias de involucrarse más activamente en la tarea educativa, acompañando el desempeño de las clases en el hogar.
Hoy, muchos países siguen sin clases en las escuelas, en otros se están reabriendo y en algunos casos a poco de reanudarse las clases volvieron a cerrarse los centros educativos debido al incremento de los contagios de coronavirus.
Así como las realidades regionales o nacionales son muy disímiles, también lo es el impacto de la crisis según la edad. En este sentido, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, en inglés) informó recientemente que aproximadamente 40 millones de niños y niñas ya perdieron un año vital de su educación preescolar a causa del cierre de los centros educativos provocado por la pandemia de cornavirus.
Al presentar el informe “Cuidado infantil en una crisis global: el impacto de la COVID-19 en el trabajo y la vida familiar”, la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore, dijo que este panorama agudiza la crisis de cuidado infantil que ya existía en el mundo desde antes de la llegada de la pandemia.
El estudio en cuestión también deja en evidencia que en 54 países de ingresos bajos y medios, aproximadamente 40% de los niños de entre tres y cinco años no disfrutan en su hogar de estimulación socioemocional y cognitiva por parte de ningún adulto. Esto implica la afectación de algunos de los Derechos del Niño, como el tiempo de juego y apoyo a su aprendizaje, necesarios para un desarrollo saludable.
Aunque también en Uruguay los niños más pequeños son los que han sido más afectados en su vínculo con los centros educativos, no es menos cierto que los que están en edad escolar o la Enseñanza Media y universitaria, han tenido otras opciones que colocan a nuestro país entre los mejor posicionados en cuanto a la respuesta del sistema educativo a la pandemia.
En este sentido, un informe de Unicef sobre el “Seguimiento del retorno a las clases presenciales en escuelas en Uruguay”, cuyas conclusiones generales fueron divulgadas a nivel internacional por la BBC, indica que el regreso temprano a las aulas uruguayas –además de la situación nacional de mantener controlada la pandemia– por ha sido posible en parte el período de virtualidad que siguió en forma casi inmediata al cierre de escuelas y liceos a pocos días de haberse iniciado las clases, ya que permitió “sostener el componente educativo y el vínculo de los estudiantes con los docentes y la comunidad educativa”.
Para Marcelo Pérez Alfaro, especialista en educación del BID, a diferencia de otros países de la región, el buen desarrollo y uso de plataformas digitales en Uruguay es lo que ha permitido una respuesta rápida a la continuidad de las clases en modalidad a distancia, lo que permitió enfrentar la situación en una mejor posición que otros sistemas educativos de la región.
Los avances realizados desde 2007 por el Plan Ceibal al distribuir computadoras entre los estudiantes, generar plataformas de contenidos educativos y desarrollar sistemas de gestión de aprendizajes favoreciendo la capacitación de maestros y profesores en nuevas prácticas educativas mediadas por tecnología, fue una ventaja comparativa que permitió una mejor respuesta en los tiempos difíciles. En este sentido, por ejemplo, la plataforma CREA pasó de tener 90.000 usuarios activos en 2017 a 730.000 este año, siendo utilizada tanto por los centros educativos públicos como el 80% de los privados, a los cuales se les permitió el acceso gratuito a la herramienta.
En lo que respecta al retorno a clases de los uruguayos, ha sido tema de artículos de prensa en diferentes países del mundo y también de algunos estudios internacionales que destacan tanto el manejo de la crisis sanitaria como el hecho de ser uno de los primeros países de Occidente en realizar el retorno a las aulas.
Evidentemente, no es un retorno a lo que teníamos antes de la llegada de la pandemia al territorio nacional sino que la “nueva normalidad” ha cambiado las prácticas, los hábitos y las formas de relacionamiento a la interna de los centros educativos en aras de mantener el distanciamiento físico sostenido y las demás medidas sanitarias que impone la situación actual.
Como señaló Robert Spires, profesor de la Universidad de Richmond (Inglaterra) especializado en educación comparada, en un artículo publicado en el portal académico The Conversation, “no existe una manera perfecta de reabrir las escuelas durante una pandemia”, tratándose de uno de los mayores desafíos en el marco de la nueva normalidad.
Aún así, desde fines de abril que abrieron las escuelas rurales, con posterior y gradual incorporación de los centros educativos de otros niveles y zonas geográficas, por el momento no se han registrado contagios en las escuelas y liceos uruguayos, siendo el único país de la región en volver a las clases presenciales.
En definitiva, aunque los uruguayos tenemos la tendencia a ver el vaso medio vacío, en este caso es bueno ver también la otra mitad. Ya se harán los estudios y se verá a mediano plazo si estas soluciones han sido efectivas para minimizar el rezago escolar y proveer los aprendizajes necesarios en cada etapa, qué correcciones hay que hacer y cómo se recuperan aquellos que han desertado del sistema en este tiempo.
Por otra parte, es justo reconocer que gracias al esfuerzo de todos los actores de la educación y la infraestructura previa existente, estamos en situación muy privilegiada en comparación con la mayoría de los países del mundo. No es poca cosa. Seguir manteniendo este estado de cosas resulta clave para el presente y el futuro de nuestros niños y jóvenes. El compromiso debe ser de todos.