La cultura del “escrache”, y al que le toque que se embrome

Integrantes de colectivos feministas protagonizaron recientemente un “escrache” de carteles en la capital, cuyo eje fue la pegatina de afiches para dejar expuestos a presuntos abusadores denunciados públicamente, en lo que se enmarca en una campaña de justicia por mano propia. Es decir entienden sin margen a ninguna duda que los hechos que supuestamente han ocurrido tal y como los cuentan, nunca tendrán una condena en la Justicia, cuando debe empezarse porque muchas veces no los denuncian por tratarse de palabra contra palabra y no haber elementos probatorios, como debe ser en el debido proceso.
Es decir, se apela a una exposición pública anónima para condenar moralmente y en lo posible llegar a la condena social que deja al o los inculpados prácticamente como parias en la sociedad, y así satisfacer por la vía de los hechos su sed de justicia ante lo que consideran impunidad para estos abusos cuyos alcances y circunstancias que los rodean a menudo no quedan claros.
En esta oportunidad –no es la primera ni mucho menos– apelaron a afiches para escrachar un músico por abuso, pero por error usaron la foto de otra persona. “Estos errores no ayudan a las adolescentes y mujeres que confiaron y encontraron un camino para la denuncia”, escribió el involucrado, que tiene el mismo nombre y apellido de la persona que pretendían arrojar a la hoguera.
Los hechos de que da cuenta la prensa capitalina consignan que estos grupos pegaron varios carteles en la ciudad con nombre y apellido de presuntos acosadores o abusadores sexuales del ámbito del arte y el carnaval.
Uno de ellos, que apuntaba a un músico e integrante del Carnaval, llevaba sin embargo la foto de otra persona: la de un fotógrafo que tiene el mismo nombre y apellido que el denunciado por quienes hicieron la pegatina, y que incluso simpatiza con esta causa.
Tras ver su foto en las calles de la ciudad, el fotógrafo divulgó un comunicado para aclarar la situación, en el que entre otros conceptos señala que “la persona acusada es músico y murguista, yo soy profesional de la comunicación, docente, tengo hijas e hijo. En diferentes medidas desde hace semanas estamos ante noticias donde la Justicia actuó (Operación Océano), donde se crearon cuentas de redes sociales y mujeres y adolescentes pudieron denunciar abusos. A quienes quisieron denunciar en muros los abusos, solo decirles que estos errores, en mi opinión, no ayudan a las adolescentes y mujeres que confiaron y encontraron un camino para la denuncia”, agregó.
“Manejar información e imágenes sobre estos temas es delicado y sin duda nos queda mucho para aprender para que esas denuncias sean escuchadas y creídas. Especialmente, para que se encuentren los caminos correctos donde las mujeres y jóvenes puedan sentirse seguras a la hora de denunciar”, consideró.
En estos casos varios de quienes han caído en la volteada son víctimas de “fuego amigo”, es decir de grupos de izquierda que han sido los principales protagonistas de escraches y son los que llevan la voz cantante en los grupos feministas que han establecido una causa en la que han identificado un “enemigo” al que hay que destruir. Para ellas todo varón es visto como un delincuente potencial que está esperando el momento para protagonizar hechos como los que denuncian, esté o no la razón de su lado, porque lo importante es dejar instalado el tema en la opinión pública, más allá de la posibilidad de probar lo que se denuncia.
De esta forma los acusados, culpables o no, son defenestrados en las redes sociales, un ámbito donde cualquiera puede decir lo que se le plazca de quien se le ocurra sin ser llamado a responsabilidad por ello.
El protagonismo y militancia de que hacen gala estos grupos hacen que pocos se atrevan a desafiarlos o cuestionar su proceder, que es nada menos que una inquisición de corte medioeval trasladada a nuestra época y lleva a que se ejerza un terrorismo verbal en el que toda opinión discrepante es sometida a escarnio o se desacredita con acusaciones lanzadas contra quien así piensa, apuntando a que no se cruce ni se desafíe la línea del pensamiento único y su “verdad” indiscutible.
Acerca de este tema, el abogado y periodista de izquierda Hoenir Sarthou, uno de los pocos que se ha atrevido a desafiar el discurso oficial en la grieta de género, al exponer su visión sobre el feminismo y su motor subrayó que “tienen un combo: dinero y un discurso. Y siempre pasa al plano moral, donde no se puede negociar”.
En el marco del PortalDocs de Montevideo Portal, que inició con el documental Feminismos en Uruguay, Sarthou reflexiona que “hay que deslindar dos cosas a las que se les suele llamar feminismo. Una es una postura social y política que reclama igualdad de derechos para las mujeres y los hombres. Por otro lado, bajo el nombre ‘feminismo’ funciona una estructura militante y organizada, oenegés, instituciones, en el ámbito académico. Una estructura respaldada con mucho dinero y mucha publicidad. Una cosa son las ideas y otra cosa es la estructura que se ha montado para trabajar el tema, donde hay incidencia muy fuerte de dinero y lobby político. Es un instrumento de ciertos grupos de poder para implementar determinadas políticas. En la medida que están financiadas son instrumentos, que dicen defender los derechos de la mujer, pero están siguiendo otra agenda”.
Evaluó asimismo que “el que no las acata es demonizado y prácticamente excomulgado. En Uruguay los gobiernos del Frente Amplio y el actual gobierno están sometidos a esa lógica. Por algo tenemos fenómenos como la bancarización obligatoria, algo que nadie pedía y se impuso porque es algo global”, en tanto precisó que “no es viable ejercer el gobierno en paz, sobre todo en un país chico, si no acatás cierta corrección política en ciertos temas en los cuales no hay interés en que te apartes”.
“Si yo te digo ‘mirá, si no sos feminista militante sos un machista, misógino, discriminador’ o ‘si no usás tapabocas sos un irresponsable, asesino’ la constante es esa, un discurso de intolerancia enorme y les evita tener que debatir, se demoniza al que cuestione esas causas”, acotó. Bueno, de eso precisamente se trata: de discursos, acciones, acusaciones que tienen el común denominador de fundamentalismo e intolerancia, donde justifican toda aquella estructura, acción o consigna que contribuya a combatir estos “demonios”, pasando por encima de la Justicia, con lo que se retrocede a tiempos del oscurantismo al poner por encima de todo la causa suprema.