Tapicero de la zona de barrio Jardín fue víctima de dos robos

La Tapicería Flores lleva largo tiempo instalada en la ciudad. Su titular, Eduardo Castillo, es uno de los pocos artesanos de antaño que se dedica a este arte. Habiendo heredado la profesión de su padre, busca enseñarle el oficio a su hijo Agustín. Pese a que siempre se destacó por ser un vecino solidario y que tiende manos a quienes lo necesitan, esta última semana fue víctima de dos robos en su propio local de calle Tacuarembó 857.
“Toda la vida he estado con la tapicería abierta a todas las personas. Pero lamentablemente nos vemos obligados a poner un cartel que diga que se reserva el derecho de admisión”, relató a EL TELEGRAFO. La decisión –contó– se debe a que en cuatro días le robaron dos veces y otras más intentaron romper el candado y las rejas para entrar al lugar donde guarda materiales de trabajo y demás efectos. “Vino un muchacho con un pilot puesto a pedirme que le arreglara el cierre porque se estaba mojando. De buena voluntad le hice el arreglo sin cobrarle, porque me lo pidió como gauchada. Cuando se fue, miré a un costado de la mesa para agarrar el celular y vi que se lo había llevado. Salimos con mi hijo a buscarlo para poder recuperar el aparato pero no lo vimos más”, dijo Eduardo.
A los dos días, habiendo tres personas dentro de la tapicería se llevaron dos pares de auriculares profesionales, que fueron valuados por su hijo en más de 10.000. “Él cobra una pensión por su madre fallecida y con esa platita se ha ido comprando cosas para armarse su estudio de grabación. Con mucho esfuerzo ha ido formando la pieza donde tiene los equipos y demás. Había sacado las cosas para pintar una pared y arreglar, y dejó los equipos en una pieza contigua a donde entra la gente a la tapicería. En cuestión de unos segundos, alguien que estaba acá adentro, agarró los auriculares y se los robó”, comentó.
Si bien radicaron denuncia por el primer hecho de inseguridad, “la Policía nos dijo que no podían hacer mucho porque no tenemos pruebas para poder brindarles más datos”. Por eso, “con el segundo robo decidimos no ir a denunciar”, indicaron.
Además contó que lo que más les duele es la pérdida de valores. “Acá hubo épocas, en otros años, donde se manejaba más plata que ahora. Sin embargo estas cosas no pasaban. El grave problema que hay es la droga que lleva a la gente a buscar lo que sea para hacerse su peso y consumir”, comentó Castillo. Por su parte, dijo que el barrio ha venido sufriendo diferentes hechos delictivos, sobre todo “desde que empezó a haber más circulación de jóvenes en la zona”.