Una batalla naval con aroma electoral

El 17 de diciembre de 2015 la página web de la Presidencia de la República anunciaba que, un convenio suscripto por el Ministerio de Turismo e Intendencia de Paysandú permitiría a nuestro departamento asegurarse una de las embarcaciones turísticas que dinamizarán la actividad náutica del río Uruguay, la cual sería construida en un astillero nacional, tendría una capacidad para doce pasajeros y operaría en el año 2016 desde el puerto de Paysandú con recorridos por el río Uruguay y su sistema de islas. La Intendencia sanducera se comprometía, por su parte, a aportar 8.000 dólares.
Luego de casi cinco años de tales anuncios, las embarcaciones de Paysandú y Salto, bautizadas como “Pájaros Pintados 3” y “Pájaro Pintados 2” respectivamente, siguen sin navegar, incumpliendo de esa forma el objetivo para el cual fueron construidas, en tanto la que fuera destinada a Nuevo Berlín, “Pájaros Pintados 1”, si bien hizo algunos paseos, estaría por ser devuelta por su adjudicatario a la Intendencia de Río Negro. En el mes de mayo del presente año, nuestro diario informaba que “La lancha ‘Pájaros Pintados 3’, comprada hace casi cuatro años por el Ministerio de Turismo y la Intendencia de Paysandú para realizar paseos turísticos por el río Uruguay, está aún sin habilitación para navegar. Se espera poder culminar la tramitación cuando se reinicie la actividad normal en Prefectura y el Ministerio de Transporte, para que pueda ser concesionada por la Intendencia. Así lo informó a EL TELEGRAFO el subdirector de Promoción y Desarrollo, Alejandro Leites, señalando además que ‘estamos ocupados con la situación de la pandemia, y lo de la lancha pasó a segundo plano’”. No obstante, con respecto a la posible concesión dijo que “no adelantamos nada, porque no la podemos ofrecer si no está completamente habilitada y en estas circunstancias no podemos hacer los trámites necesarios”. En febrero de 2019, publicábamos que “estamos finalmente muy cerca de terminar con todos los trámites, tener la lancha en Paysandú, en una marina o puerto deportivo, y tratamos de completar las negociaciones para que –con el nuevo decreto piloto– podamos iniciar los paseos”, dijo Alejandro Leites. “El objetivo es hacerlo en la Semana de la Cerveza, queremos que sea ahí cuando podamos dar inicio a los paseos que planificamos desde hace años”. Sin embargo, una vez más el objetivo no se cumplió.
En marzo del año pasado, Leites explicaba que en realidad la lancha “está en pleno proceso de cambio de matrícula, de tráfico marítimo, que es la que tiene actualmente pero que impide en la práctica su uso debido a las exigencias que no pueden ser compensadas con una lancha para 14 pasajeros, por la de matrícula deportiva”. (…) “La idea inicial de la Intendencia y el Ministerio es otorgar la lancha mediante concesión a un privado para cubrir servicios de paseos y pesca deportiva entre Casa Blanca y la desembocadura del río Queguay. Sin embargo, uno de los problemas que dilataron la puesta en marcha del servicio era la aparente falta de rentabilidad relacionando los costos –combustible, personal, permisos de Prefectura y seguros– con la recaudación por el traslado, suponiendo que sea completo, de 15 pasajeros”.
En la actualidad la embarcación permanece en amarras al resguardo en el Yacht Club Paysandú, durmiendo el sueño de los justos.
La embarcación destinada a la ciudad de Salto ha tenido un destino similar, habiéndose cuestionado tanto las características de su diseño y estructura como la potencia de sus motores. Como ha consignado el diario “Cambio” de Salto, “cuando le fueron a hacer la prueba de estabilidad, casi se les hunde. Y cuando le fueron a hacer la prueba de navegación, con el río Uruguay a tres metros, no pudo subir desde la punta del muelle, hasta el muelle negro (escasos 100 metros), no le daba la fuerza a los motores (…) El Catamarán salteño se encuentra actualmente en Villa Constitución, bajo la responsabilidad de la alcaldía, como parte de los atractivos que propone el proyecto ‘Isla Aventura’ (…) pero allí tampoco pudo ser botado, por lo que permanece fuera del agua”.
En el caso sanducero, el Ministerio de Turismo se apresta a investigar si la lancha “Pájaros Pintados III” fue construida a partir de un casco usado por el astillero Sioux, de Salto, según declaraciones del subsecretario de esa cartera, Remo Monzeglio, a nuestro diario. El pedido de informes que con carácter urgente tiene como destinatario al subdirector general de Promoción y Desarrollo, Alejandro Leites, procura esclarecer si el casco de la lancha es al menos de segunda mano, así como establecer “los motivos por los cuales aún la embarcación adquirida a tales efectos no cumple con el destino turístico objeto del referido convenio”.
La situación de ambas embarcaciones, cuyo costo individual es de casi 50.000 dólares, ha generado una tormenta política entre quienes intentan justificar a la administración del exintendente Guillermo Caraballo y aquellos que buscan atacarlo, máxime teniendo en cuenta su calidad de candidato en las elecciones departamentales del próximo 27 de setiembre. Se trata de una batalla naval con aroma electoral. La verdad es que, más allá de los previsibles y legítimos fuegos de artificios que se producen en toda campaña, la pregunta que debe formularse sobre esta lamentable realidad es muy diferente, mucho más simple y directa: ¿es viable el turismo fluvial en Paysandú y Salto? ¿Quién y cómo evaluó el potencial que esta actividad podría tener y que resultados tendría para quienes la llevaran adelante? ¿Se convocó previamente a personas, empresas o instituciones deportivas relacionadas con la actividad fluvial para conocer de primera mano cuáles eran las reales posibilidades de éxito de la iniciativa?
Pero lo que realmente importa es saber cuándo y cómo esta inversión quedará operativa, será viable y prestará el servicio que tantas veces fue anunciado con bombos y platillos.
Nosotros estimamos que sí podría ser viable, pero nunca bajo la restrictiva reglamentación actual, cuyas exigencias más acordes al tráfico marítimo que al de nuestro río frente a Paysandú hacen naufragar cualquier emprendimiento. Sin embargo, del otro lado del río, la costa argentina es un vergel de la actividad náutica, no sólo por el amplio desarrollo del turismo que gozan sino por la flexibilidad de las normas argentinas.
A modo de ejemplo, las embarcaciones a remo allá no necesitan matriculación, y el único requisito para navegar es que sus ocupantes lleven chaleco flotante, mientras que acá el registro –y todo el trámite burocrático que ello significa– es obligatorio. Tampoco se les permite navegar a más de 500 metros del puerto de registro de salida, una medida por demás absurda e incumplible. Por eso es que en Colón se alquilan kayaks que se los ve paseando por las islas uruguayas con turistas de todas partes, y hay empresas que se dedican a hacer excursiones de larga distancia incluso a zonas paradisíacas de este lado de la canal, mientras que acá nunca se pudo.
En barcos más grandes con destino turístico se exigen seguros impagables, controles de casco carísimos casi todos los años, un patrón con brevet especial, un “marinero”, etcétera. Mientras que frente a nuestras narices pasan por las mismas aguas que mojan nuestra costa embarcaciones argentinas que están más destruidas que el Perla Negra sin que Prefectura uruguaya pueda hacer nada.
Y para colmo, la nafta uruguaya es más cara, las embarcaciones cuestan el doble, los salarios también son más altos, y así todo lo demás.
Entonces, sin dudas que esas son las verdaderas causas por la cual no funcionan –ni funcionarán jamás– las lanchas turísticas “Río de los Pájaros” ni ninguna otra.
El poder político debería concentrar sus fuerzas en facilitar el desarrollo náutico, en lugar de torpedearse mutuamente buscando culpables por el fracaso de este proyecto puntual.
Porque si hay un fracaso real, es el de todos quienes tuvieron y tienen el poder y las herramientas para hacer posible el cambio, que marcaría un diferencial en el turismo uruguayo en el río Uruguay, y que a esta altura es un tema de soberanía, porque lo que nosotros no usamos por incompetencia propia, lo usan los argentinos con justa razón.