Afuera llueve

La Organización Internacional del Trabajo publicó la sexta edición de su informe “La COVID-19 y el mundo del trabajo”, a través del cual ha estado siguiendo la evolución del impacto que la pandemia ha ocasionado en el empleo, a escala global. Si bien Uruguay escapa a algunas realidades que se plantean, no deja de ser un parámetro para tomar en cuenta que nuestra situación es de cierto privilegio respecto a lo que ocurre en la región y en buena parte del globo, y por otra parte, agregar una dimensión diferente a los meros números con que suelen manejarse los informes que hablan de cantidades de contagiados y de decesos que llegan a través de los canales internacionales de la información.
De acuerdo a este informe “la proporción de trabajadores que residen en países en los que se ha establecido algún tipo de cierre de lugares de trabajo es del 94%”. Si bien hay variaciones en función de la región que se considere, otro dato que añade la organización es que alrededor del 70 por ciento de los trabajadores residen en países en los que se siguen aplicando medidas de cierre, ya sea a escala nacional o en zonas geográficas específicas. En los países de bajos ingreso esas medidas han pasado a aplicarse de forma más laxa, pese al aumento de casos de COVID-19.
Aún así, la pérdida de horas de trabajo sigue siendo mayor que lo previamente estimado. Se estima que la pérdida de horas de trabajo en el segundo trimestre de 2020, comparándolo con el cuarto trimestre de 2019, se eleva al 17,3 por ciento. Esto significa unos 495 millones de empleos equivalentes a tiempo completo. Pero esta cifra superó la estimación que la OIT realizó en el informe anterior, en el que pronosticaba un alza del entorno del 14 por ciento, es decir unos 400 millones de empleos a tiempo completo. Esto es una diferencia de casi cien millones respecto a los cálculos.
En los países de ingreso mediano y bajo, los más afectados por la pandemia y por las medidas para combatirla, se registró en el segundo trimestre de este año, una pérdida de horas de trabajo de alrededor del 23,3 por ciento, lo que se traduce en 240 millones de empleos equivalentes a tiempo completo.
Las nuevas estimaciones sitúan la cantidad de horas de trabajo perdidas en el tercer trimestre de 2020, en el entorno del 12,1 por ciento, o sea 345 millones de millones de empleos equivalentes a tiempo completo. Las previsiones para el cuarto trimestre del año ponen de manifiesto una situación más desfavorable que la que se esperaba. Se estima que a ese entonces la pérdida de horas de trabajo sea del 8,6 por ciento, o sea, unos 245 millones de empleos equivalentes a tiempo completo.
Señala además la organización que esta pérdida de horas de trabajo trae consigo un aumento del desempleo y, especialmente, de la inactividad. Quiere decir que no solamente hay personas que pierden su trabajo, sino que también aumentan quienes además dejan incluso de procurarlo. “El aumento del nivel de inactividad es una de las principales consecuencias de la actual crisis laboral, en la que es necesario hacer hincapié en el plano político”, insiste la OIT. Otro dato que presenta el informe es que la disminución del empleo ha afectado en mayor medida a las mujeres que a los hombres.
La OIT ha incluido también en esta sexta edición una estimación de la “pérdida de ingresos provenientes del trabajo”, la que calculó, en los tres primeros trimestres de 2020, al 10,7 por ciento con respecto al mismo período de 2019. Esto equivale al 5,5 por ciento del PBI. Las cifras no tienen en cuenta la aplicación de medidas para sustentar esos ingresos, como los subsidios por desempleo y licencias especiales que se aplicaron en nuestro país.
Esta pérdida de ingresos es más notoria en países de ingreso mediano, donde ronda entre el 15,1 y el 11,4, para países de ingreso mediano bajo y mediano alto, respectivamente.
En Uruguay el Estado ha hecho un esfuerzo muy importante por alivianar la carga al sector privado durante lo más duro de la situación, cuando en el país estuvieron prácticamente detenidas las actividades “no esenciales”, y más allá de algunos reclamos de sectores que quieren retomar su actividad lo antes posible, se ha actuado con criterios claros y fundamentados. Asumiendo riesgos, es cierto, pero logrando que –al menos por el momento– la situación luzca bajo control, si comparamos con lo que ocurre afuera. Incluso desde el gobierno se han anunciado incentivos para las empresas que retomen trabajadores que se encuentran en seguro de paro parcial, un beneficio que se creó a partir de la presente crisis.
Sin embargo, el advenimiento de una temporada estival y el riesgo de afrontarla sin la posibilidad de contar con el turismo regional, son un dolor de cabeza para el sector turístico, uno de los más importantes generadores de ingresos en nuestra economía.
La pandemia impactó Uruguay en marzo, con la temporada alta recién concluida en el Este. Y no se trata solamente de la discusión de abrir o no abrir las fronteras, ya que además hay que considerar que el impacto en la economía de los países vecinos, sobre todo en Argentina, de donde procede la mayoría de nuestros visitantes estivales, ha sido muy importante. Esto ha tenido como efecto por un lado el deterioro en el ingreso de los trabajadores (hay estimaciones que hablan de hasta 850 millones de empleos perdidos en el país y una caída en la economía del 8,5%), pero además ha ocasionado que Uruguay “esté muy caro” para ellos, y de hecho el valor del peso argentino tiende a cero. En estas condiciones, para atraerlos, también habrá que redoblar el esfuerzo en beneficios como los que se han activado en años anteriores, un esfuerzo más que saldría (o que dejaría de ingresar), otra vez, de las arcas estatales.