Políticas educativas del día después

La declaración de emergencia sanitaria por COVID-19 está a punto de cumplir 7 meses en Uruguay y a poco del cierre del ciclo escolar de algunos niveles educativos, la gran pregunta es cuánto realmente se ha ganado y perdido en cuanto a los procesos de enseñanza y aprendizaje y cuál será, en definitiva, el impacto de esta crisis en situaciones de rezago y deserción educativa.
Se trata de un problema que es necesario considerar si bien los estudiantes uruguayos fueron los primeros de Latinoamérica en volver a las aulas y su situación durante la pandemia ha sido sustancialmente mejor que la de otros países de la región debido al acceso, a través del Plan Ceibal, a la plataforma educativa a distancia.
En este sentido, Unicef destacó recientemente que se trata de un hecho único en América Latina gracias al cual ha sido posible que un 77% del los niños y niñas pudieron continuar su educación.
El arribo de la pandemia a Uruguay hizo que aproximadamente 800.000 estudiantes de los diferentes niveles educativos discontinuaran sus clases presenciales y determinó la necesidad de instrumentar rápidamente estrategias de enseñanza-aprendizaje en formato virtual.
No obstante, hoy se sabe que aproximadamente el 23% de los niños no se conectaron a las clases en línea, situación que los coloca en situación de riesgo de desvinculación del sistema educativo formal.
Se trata de un tema que era en gran medida previsible y que es advertido por algunos especialistas. En este sentido, un trabajo de Elisa Failache, Noemí Katzkowicz y Alina Machado, de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración publicado en abril pasado con el título “La educación en tiempos de pandemia. Y el día después” ponía el foco en tres desafíos que luego se perfilaron como realmente importantes para la continuidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje: el acceso a las plataformas digitales y condiciones materiales para el aprendizaje; la capacidad de las familias para la enseñanza a distancia o desde el hogar y, por último, la efectividad del entorno virtual para favorecer el aprendizaje.
Desde esa perspectiva, las autoras plantean que el uso de formas de aprendizaje alternativas mediante el uso de la tecnología ha sido imprescindible para paliar la situación pero también señalan la importancia de considerar “sus efectos potenciales sobre el aprendizaje y la posible desvinculación de estudiantes, para planificar las políticas educativas del día después, a efectos de no acrecentar las desigualdades existentes en el sistema educativo de nuestro país”. Existe una serie de desafíos, que no son menores, a los cuales tenemos que enfrentarnos como sociedad. No se puede desconocer por ejemplo, la relevancia de la educación primaria y secundaria, dado que “la etapa de edad escolar cubre un período sensible para el proceso de desarrollo educativo posterior de las personas, y en este período el acceso a los espacios virtuales depende especialmente de las posibilidades del hogar y del apoyo familiar”. En cuanto a la educación media, si bien la evolución de la matriculación es positiva, persisten problemas de acceso, permanencia y egreso, por lo cual estas autoras habían propuesto –entre otras acciones– reforzar el Programa Maestros Comunitarios en primaria o el Programa de Tutorías en Ciclo Básico, y en la medida que la emergencia sanitaria culmine, reforzar el apoyo a quienes tuvieron una participación más frágil.
Desde una perspectiva similar, Unicef publicó en setiembre un informe llamado “Seguimiento del retorno a las clases presenciales en centros educativos en Uruguay” cuyos autores –Anahí Alarcón y Gustavo Méndez (CIESU)– señalan las lecciones aprendidas y desafíos por delante, los cuales pueden ser insumos para otros países en sus esfuerzos por reabrir las escuelas así como al propio gobierno uruguayo de cara a las próximas etapas.
El resumen ejecutivo de este trabajo plantea algunas conclusiones interesantes para pensar la compleja realidad del sistema educativo uruguayo actual. Allí se expresa que si bien el carácter voluntario del regreso a clases favoreció el escenario frente a reticencias iniciales de las familias, podría abrir brechas entre los que concurren y los que no, por lo que resulta fundamental buscar las mejores estrategias para sortear este problema. A su vez, señala como un gran desafío la selección de contenidos educativos a desarrollar en un esquema de presencialidad con días y horarios reducidos.
En este sentido, señala que “las primeras reflexiones impulsadas en torno a este tema en el sistema educativo uruguayo se inclinan a promover metas por tramos y lógica de ciclos, trascendiendo los grados y materias” lo cual “también interpela la configuración de comunidades educativas y los roles de cada actor en ellas”.
Otro desafío señalado –muy presente en las discusiones de estos días– es la evaluación educativa, dado que para Unicef se vuelve importante “evitar la centralidad de la calificación” cuando “lo crucial son los procesos de enseñanza y aprendizaje, cómo se recrean en este contexto, qué adaptaciones requieren de la escuela, de los estudiantes y del propio sistema educativo”.
Al respecto, el presidente de la ANEP, Robert Silva, ratificó en estos días que habrá evaluación porque es necesario reconocer el trabajo de todos los niños y sus familias, “que se esforzaron mucho” aunque aún no está determinado cómo se realizaría y se espera contar con un documento en ese sentido para la semana próxima.
Por otra parte, parecería que la ANEP está decidida a avanzar con la instrumentación de tutorías para atender las necesidades de estudiantes con cierta vulnerabilidad, que la pandemia agudizó y llegaron incluso a desvincularse. Dichas tutorías se realizarán desde febrero próximo y comprende estrategias para todos los niveles educativos y, particularmente en Primaria, donde se priorizará lectura, escritura y matemática.
Se trata de formas de contención específica que, de implementarse en forma adecuada y con el compromiso de los equipos docentes, podrían ayudar a nivelar situaciones de desventaja y vulnerabilidades hoy presentes en parte del alumnado que por distintas razones quedó para atrás durante el transcurso de la pandemia y que requieren un plan de seguimiento y apoyo que se presenta como imprescindible. Es en ese sentido que las políticas educativas “postpandemia” son importantes y necesarias para dar respuestas a situaciones de rezago y desvinculación específicas en los subsistemas educativos.