El déficit histórico en la integración

En tiempos tan particularmente difíciles como los que estamos atravesando a nivel global, por el azote de una pandemia que no solo nos condiciona desde lo sanitario sino también en lo económico y en una diversidad de órdenes, es harto complicado sustraerse a la consideración exclusiva de esta problemática, ante la incertidumbre que genera, sobre todo porque su duración ha trascendido ya las evaluaciones más pesimistas y todo indica que de una y otra forma se proyectará a lo largo de todo el 2021.
Por lo tanto, hay en general una postergación en el abordaje de problemáticas y temas importantes de mediano y corto plazo, porque las prioridades dependen siempre del factor condicionante de la pandemia.
Pero sin dudas el mundo seguirá andando y con él los temas pendientes de solución que en muchos casos se extienden desde hace décadas, y sin dudas uno de ellos tiene que ver con el déficit histórico en la integración regional, como el Mercosur como claro ejemplo de repetidos fracasos, pero también con otros organismos que durante muchos años han girado en torno a esta mediocridad empantanada, por una diversidad de causas.
Uno de ellos es la Aladi (Asociación Latinoamericana de Integración), cuya secretaría general ocupa nuestro compatriota y excanciller Dr. Sergio Abreu, quien en este contexto hizo referencia a que esta semana el organismo estrena una plataforma digital para pequeñas y medianas empresas (PYME) a través de la cual tendrán acceso a información, capacitación y oportunidades en materia de comercio.
Abreu es precisamente el promotor de esta iniciativa y al respecto indicó al diario La República en una entrevista que paralelamente está analizando cómo sumar a esta plataforma el sistema de financiamiento no solo a través de instituciones bancarias, para cientos de miles de PYME.
Trajo a colación el jerarca que el 90 por ciento de las empresas de América Latina son PYME, y que la pandemia ha golpeado muy fuertemente al sector, cuando estos emprendimientos además generan alrededor del 60 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), en tanto desde que se inició la pandemia, en la región se han perdido nada menos que 40 millones de puestos de trabajo.
Por cierto, desde el organismo están planteados retos en diversas áreas, pero entre ellos figura como tema recurrente el de la integración regional, el leit motiv de la creación de esta asociación en 1980 por el Tratado de Montevideo, precisamente, en sustitución de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio.
El punto es que lamentablemente se suceden fracasos, porque se cambian denominaciones y eventualmente integrantes en organismos internacionales, pero en esencia lo que prevalece es la disposición o no de avanzar en los países miembros, y este es el esquema que no ha cambiado, más allá de la globalización y crecimientos de economías regionales al amparo de bonanzas que no duraron lo suficiente como para cambiar la pisada, en el mejor de los casos.
Lo señala Abreu al manifestar que “el gran desafío hoy es la integración regional en el nuevo escenario mundial. En un nuevo equilibrio mundial. En un nuevo equilibrio de poder que está planteándose globalmente, la participación de China, primer exportador de bienes del mundo, tercero en servicios, y que además compite en forma abierta en el mercado global con las otras grandes potencias comerciales como Estados Unidos, la propia Unión Europea, creando una serie de expectativas que desembocan en la propia región y crean algunas dificultades en materia de decisión política”.
Reconoció paralelamente que “aquí en la Aladi, con trece países, entre ellos tenemos al Mercosur con sus dificultades y sus carencias en avances en la profundización del proceso y por el otro lado la Alianza para el Pacífico, de cuatro países que son México, Colombia, Chile y Perú, en tanto los cuatro además tienen zona de libre comercio con Estados Unidos y zona de libre comercio con la Unión Europea”.
Analiza Abreu que estos países además están planteando la inserción en el Pacífico “con el nuevo tratado que se está firmando y que va generando una nueva tendencia comercial hacia el nuevo mundo de la prestación de los servicios y de los bienes, pero que no tiene un correlato en la integración de la región. Ahí está el gran problema. El comercio interregional entre los países de la Aladi solo representa el 12 por ciento de su comercio externo total. Es decir, si uno los compara con lo que son los países asiáticos o la propia Unión Europea ha desarrollado, vemos que después de 40 años de integración alcanzamos este pobre registro que de alguna manera tendríamos que analizar desde el punto de vista técnico y sobre todo político”.
Como bien lo señala el excanciller, esto se explica por “la falta de voluntad política de carácter permanente para avanzar en la integración”, pero existen también otros factores, que tienen que ver por ejemplo con tradiciones culturales pero asimismo por el hecho de que a diferencias de otras regiones, sobre todo la europea, los países del área trabajan sus economías básicamente sobre productos primarios que no incorporan cadenas de complementación y son competencia entre sí de cara al resto del globo.
Este es precisamente un serio problema en la integración y la complementación económica en el Cono Sur latinoamericano, con el Mercosur como el ejemplo más flagrante, por cuanto a los problemas de no haber suscripto tratados preferenciales con ningún otro bloque en más de 20 años de existencia, se ha priorizado hasta hace pocos años las “asociaciones” ideológicas.
Es decir, ni complementación, ni integración y tampoco comercio que valga la pena, lo que confirma los conceptos de Abreu sobre el fracaso regional en materia de integración, la ausencia de ejemplos contundentes para incorporar cadenas de valor de cara a competir hacia el resto del mundo.
Incluso la pandemia ha sido otro ejemplo de individualismo: cada país ha tratado de conseguir su vacuna para el COVID-19 y se ha pasado al sálvese quien pueda, mientras los ámbitos de diálogo de los representantes de los diversos países, están revestidos de formalismo, con retórica vacía de contenido real y muchas veces solo para llenar fórmulas.
Una reflexión triste pero real, lamentablemente, lo que da la pauta de la necesidad de revisar actitudes y procedimientos, de tratar de descartar demagogia e ideología, para centrarse en buscar el desarrollo económico en crecimiento, que es el que mejor paga en materia de inclusión social, calidad de vida y sustentabilidad de lo que pueda lograrse, tanto en tiempos normales como de pandemia.