Al evaluar las consecuencias de la pandemia de COVID-19 tanto a nivel global como de Uruguay, más allá de los conteos de casos y fallecimientos que es preciso monitorear para saber el terreno que se está pisando y cómo evoluciona el panorama sanitario, hay parámetros muy difíciles de justipreciar, por sobre datos estadísticos conocidos, que tienen que ver con la retracción de pacientes y potenciales pacientes en consultar por otras dolencias, y las consecuencias que tiene para su salud esta actitud.
Es que debido al COVID-19, y más allá de los lineamientos gubernamentales y de las instituciones de salud en general, la asistencia médica en todos los niveles de la salud, desde hace un año, se está prestando en base a prioridades nítidamente marcadas en base a la contención, diagnóstico y prevención del COVID-19, por lo que la atención se centra en quienes integran presentado grupos de riesgo y/o quienes presentan sintomatología acorde con la patología.
A su vez el común de la gente se ha retraído en consultas por otras enfermedades, sean crónicas o no, porque la asistencia a los centros sanitarios ha presentado un esquema de alto riesgo, fundado o no, de contraer el coronavirus, y ello explica un fuerte descenso en el número de consultas incluso respecto a problemas tan graves como los cardiológicos u oncológicos.
Más allá de la alerta y señalamientos desde los propios especialistas médicos sobre la merma en la concurrencia y atención de casos de otras enfermedades, lo que seguramente ha tenido consecuencias graves en cuanto a un incremento de la mortalidad y gravedad de las afecciones que se han dejado sin atender, hay asociaciones de personas con enfermedades crónicas que denuncian que efectivamente la pandemia tiene entre sus consecuencias las demoras en tratamientos.
Es notorio que desde que estalló la pandemia el sistema de salud ha establecido determinadas prioridades, lo que a su vez ha provocado postergaciones para todo lo que no tenga que ver con la pandemia de moda.
Es así que se han establecido salas especiales para atender a pacientes COVID positivos, al tiempo que se solicitó a pacientes cardiológicos o en tratamientos oncológicos que no asistieran a consultas presenciales, a no ser casos de urgencia.
En torno a este tema, un artículo en el semanario La Mañana da cuenta que ello se debe a que las personas con enfermedades crónicas, o que impliquen baja inmunidad, son más propensas a contraer el COVID-19 y a la vez presentar más complicaciones. Paralelamente, durante este período, a lo largo de prácticamente todo 2020 y en parte de 2021, por regla general, se postergaron cirugías programadas o que no revistan urgencia, así como determinados tratamientos y se solicitó a los pacientes concurrir solo en caso de verdadera necesidad.
Precisamente según una encuesta del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales, publicada en noviembre de 2020, prácticamente tres cuartas partes de los usuarios de la salud no pudo realizarse ningún estudio entre el 13 de marzo y el 30 de mayo.
Entre las asociaciones que han formulado fuertes observaciones ante este escenario figuran la Asociación de Diabéticos del Uruguay (ADU) y la Alianza de Pacientes Uruguay. Esta última tiene como propósito unir las voces de los respectivos colectivos y ejercer una representación efectiva de los derechos y necesidades sanitarias que comparten las personas con diversas enfermedades ante los principales agentes médicos de nuestro país.
Uno de los coordinadores ejecutivos de la Asociación, Agustín Menéndez, reflexionó al semanario que “el COVID-19 ha impactado limitando la presencialidad de un sistema que no estaba preparado para la virtualidad”, a la vez que acotó que “son una constante los temas de las demoras vinculadas en tratamientos. También hay que rescatar la buena voluntad, pero la pandemia ha sido una suerte de marea baja que demostró lo que antes no eran tan percibido, que dejó al descubierto lo que ya pasaba y no se visualizaba tanto”.
Argumentó que las dificultades que se han agravado con la pandemia se sitúan mayormente en las especialidades. “Tenemos un buen sistema de salud, hay que celebrarlo, pero debemos ir por más y mejorarlo”.
En la misma línea, desde la Asociación de Diabéticos del Uruguay, el licenciado en Nutrición y educador Bruno Carratini, aseguró que ya desde antes de la pandemia existían demoras para la atención de las personas diabéticas, pero a partir de la pandemia muchos procedimientos que tienen que ver con intervenciones quirúrgicas o con análisis más exhaustivos que exigen presencialidad, se han retrasado.
Trajo a colación por ejemplo que los pacientes con diabetes suelen tener una rutina anual de revisarse los ojos, sus miembros inferiores, su circulación, evaluar sus riñones, y estos exámenes se han retrasado “por un tema lógico, que es que no se recomienda que la persona vaya al médico”.
En este caso incluso dio datos, y precisó que Uruguay no escapa de la realidad mundial de un aumento del orden de entre el 10 y el 12 por ciento de las complicaciones relacionadas con la diabetes, tanto por la no presencialidad como por la falta de análisis y de diagnósticos. “Ese sí es un tema importante relacionado con la atención al paciente con diabetes”, evaluó.
Pero lo que aplica para la diabetes también involucra otras patologías, caso de las cardiológicas, entre otras, y esta retracción, a veces voluntaria de los pacientes ante el temor de que su presencia en los centros sanitarios pueda derivar en contagios con coronavirus, y las limitaciones y/o exhortaciones expresas de que no consulten en forma presencial, han sido determinantes para que no haya diagnósticos precisos en afecciones donde cada minuto es precioso para salvar una vida o evitar complicaciones mayores.
Es decir, en mayor o menor medida ha sido vulnerado el equilibrio entre el riesgo y la necesidad de contar con diagnósticos fehacientes o tratamientos adecuados en tiempo y forma en numerosos pacientes, sobre todo evitando diagnósticos tardíos que redundan en el agravamiento de enfermedades que podían haberse prevenido en tiempos normales.
Este es un aspecto en el que debió trabajarse con mejor criterio todos estos meses, y si bien hay una tendencia a la apertura, en la expectativa de que se cuente con buena cobertura a partir de las fases de vacunación contra el COVID-19, ya hay consecuencias irreparables en pacientes subdiagnosticados o tratados tardíamente.
Esta es una cara de la pandemia que no se ve, que no se contabiliza, pero que también ha costado muchas vidas y morbilidad que podían haberse evitado con un seguimiento más práctico y realista del comportamiento humano, donde los miedos a la pandemia muchas veces han podido más que la rutina del control y la prevención de otras enfermedades.
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