Carlitos y su banda: solo emociones en el agua

La jornada comenzó temprano pese a las bajas temperaturas y al cansancio. Pero nadie bajó las revoluciones. La Travesía Carlos Scanavino, organizada para celebrar los 25 años de aquella locura que realizó la máxima figura de la natación uruguaya de la historia, se dividió finalmente en dos etapas, cambiando la idea original.
Es que el grupo de 24 deportistas que participó en equipos intercambiando lugares cada media hora, lo hizo mejor de lo esperado. “Manteniendo este promedio vamos a llegar a las 8 de la mañana a Paysandú”, se escuchó en la noche del sábado tras una primera jornada.

Por eso se determinó frenar a las 12 de la noche, y retomar a las cuatro de la mañana. Claro que en los papeles era espectacular, pero ¡había que volver al agua con frío a esa hora de la madrugada y después de dormir apenas unas horas!
Los últimos en nadar el sábado fueron Jorge Kanovich y Javier Dalmás, que después de cenar se fueron a descansar poco más allá de la una de la mañana.
Pocos minutos pasadas las 3 de la mañana, Mariana González y Silvana Álvarez estaban en pie. Emocionadas, ultimaron detalles junto a quienes los acompañarían en kayak para encarar la segunda jornada.

“El agua está espectacular”, dijeron mientras daban las primeras brazadas con las boyas que daban cuenta de su lugar, y siguiendo las luces de sus guías. Así fueron pasando las duplas en el agua, y la emoción fue creciendo a medida que los aplausos recibían en el Sacra a quienes realizaron el esfuerzo, y a quienes lo comenzaban.
El sol comenzó a asomar poco después de las 6.30 horas. Y a medida que transcurrieron las horas, se organizó cómo se llegaría a la playa del Club Remeros. Porque la idea fue, siempre, que Scanavino llegara primero y se llevara todo el reconocimiento.

Así, los equipos sumaron kilómetros, y mientras González y Álvarez pasaban por debajo del puente, en cubierta de la Sacra, la embarcación insignia del Yacht Club que ofició como base de operaciones, se entregaba a Scanavino una bandera de Uruguay firmada por todos los participantes.
“Sos un emblema para todo este grupo y para mucha gente en este deporte. Sos el emblema de la natación, y que lo sigas siendo hoy es algo indescriptible”, dijo el presidente del Club Remeros, Andrés Klein, ante un Scanavino emocionado, que repartió abrazos.

Se palpaba un ambiente especial dentro de este grupo inquebrantable. Se sacaban fotos, se alentaba a quienes estaban en el agua y se hacían bromas mientras Scanavino (medio en broma, medio en serio) se preguntaba si habría gente esperando en la playa del Remeros.
La respuesta llegó faltando apenas minutos para el mediodía, cuando Carlitos pisó la arena de la playa mirando a sus compañeros que venían detrás, y a los que recibió con aplausos.

Los saludos de rigor frente a un enorme trapo que rezaba “Carlitos orgullo sanducero y de tu familia”, ponerse la remera alusiva a la travesía y rápidamente volver a la agua para alentar con aplausos a quienes lo hicieron sentir grande, pero sobre todo reconocido: sus compañeros.
Los abrazos con el resto de los aventureros, el festejo, y el agradecimiento al río con el mismo gesto, ahora en conjunto, que tuvo Carlitos hace 25 años tras completar en soledad los 100 kilómetros.

La idea de homenajear y rememorar aquel desafío inédito de Scanavino se concretó.
Y a poco de llegar a destino llegó el grito desde un velero, por parte de Daniel Castellanos, miembro del Yacht Club Paysandú, aportando la idea: “Este es el primer paso. Lo que hicieron entrará en la historia y tienen que repetirlo todos los años”. La semilla, parece, brotó después de 25 años. Y fuerte.

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