Una expansión económica que sin embargo no la percibe el ciudadano

El índice Líder de Ceres (Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social) conocido hace pocos días, indica que se confirma la expansión de la expansión de la economía uruguaya en el primer cuatrimestre del año, es decir en el período enero-abril, superando el nivel de actividad prepandemia, que mostraba una tendencia creciente de deterioro de la economía.
El estudio consigna por lo tanto que la economía del país sigue creciendo, de la mano de avances en producción y en ventas al exterior. Agrega que el impulso comenzó con fuerza el año pasado y se prolonga a este año.

Apunta que la salida de la crisis sanitaria fue con recuperación pujante, pero partiendo de niveles particularmente bajos, si se tiene en cuenta que Uruguay venía, a mediados de 2019, con una economía estancada desde 2015, cuando comenzó una recesión que se agravó en marzo de 2020 con la irrupción del COVID-19.
Como nunca, ha quedado demostrado que la economía se rige por ciclos y que el gran desafío pasa por tener capacidad de gestión desde el Estado a efectos de contribuir a que los impactos de estas altas y bajas sean lo menos acentuados posible, para superar los sobresaltos. A esos efectos debe tenerse presente que el año 2015 había marcado el fin de un ciclo de sostenido crecimiento, por lo que la economía se frenó y hubo baja de producción, lo que repercutió en las economías familiares con pérdida de empleos y deterioro del poder adquisitivo de las familias uruguayas que se deterioró en 2018 y 2019, y se acentuó en 2020, ante el componente de una pandemia que hizo decrecer los niveles de actividad por las medidas restrictivas, con mayor énfasis en algunos sectores.

Menos actividad económica, menos recaudación y más erogaciones para el Estado, en un contexto recesivo en el que felizmente primó la decisión del gobierno de mantener encendidos los motores de la economía para que no se redujera más la actividad, en tanto sectores de la oposición y el Sindicato Médico del Uruguay, entre otros, insistían en que se debía establecer una cuarentena rigurosa.
Pero naturalmente, estamos hablando de un crecimiento en el trimestre en términos macroeconómicos, lo que no necesariamente repercute de inmediato en la microeconomía, en los puestos de trabajo, en el poder adquisitivo de los sectores de ingresos fijos y tampoco en los empresarios, que siguen enfrentados a altos costos operativos y de producción, presión tributaria y un desenvolvimiento de sus ventas de bienes y servicios que dista de los picos de otras épocas.

En cuanto a expectativas, según lo que indica la experiencia, de continuarse por esta senda, y si el crecimiento se prolonga, es que la mejora se hará notoria en las finanzas de los hogares, más temprano o más tarde.
Volviendo al informe Líder de Ceres (ILC), nos encontramos con que la economía uruguaya crece sostenidamente desde hace un año. Logró retomar niveles similares a 2019 en el tercer trimestre de 2021 y siguió en una senda firme de crecimiento sobre el final del año. En el comienzo de 2022, el ILC muestra que la economía sigue firme al alza, y a su vez un indicador complementario al ILC es el Índice de Difusión, que muestra la proporción de las variables del ILC que registraron tasas positivas en cada mes. En abril fue 70%, mientras que, en los primeros tres meses del año, había sido de 60%.
No es un secreto para nadie que el factor fundamental de esta recuperación de la economía parte del sector del agro, como ha ocurrido históricamente, pese al déficit que implica contar con producción primaria con escaso valor agregado, que es el mejor proveedor de empleos de calidad.

El punto es que el sector agropecuario permanece como uno de los principales motores para la economía nacional. La persistencia del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania prolonga los problemas de oferta global en materias primas y los precios históricamente altos incentivan grandes volúmenes de producción, en tanto la demanda internacional permanece firme en abril con aumentos interanuales de exportaciones a China (26%), Brasil (38%), Argentina (99%) y Estados Unidos (18%).
En este contexto, en abril las solicitudes de exportación, incluyendo zonas francas, fueron 28% mayores a abril de 2021. En el acumulado anual, crecieron 34,5% con respecto al primer cuatrimestre de 2021, con fuertes aumentos en carne bovina, soja, celulosa y madera.

De acuerdo a lo señalado por un análisis en el suplemento Economía y Mercado, del diario El País, se estima que en la actual zafra de soja –que ya empezó a cosecharse en Uruguay– el ingreso de divisas por exportaciones sea cercano a los U$S 2.000 millones, cifra superior al récord alcanzado en 2013. Los precios altos para esta cosecha sirven también para solventar los costos de flete y fertilizantes que se encarecieron extraordinariamente en el último año, más aún con el conflicto entre Rusia y Ucrania.
En cuanto al mercado ganadero, en abril, las exportaciones de carne fueron 62% superiores al mismo mes de 2021. El precio de exportación del novillo gordo está en un máximo histórico, cercano a los 5,5 dólares el kilo, y la faena de vacunos en abril fue la mayor para ese mes desde 2010.

Paralelamente el desempeño positivo también se mostró en otros sectores, y a ello se agrega el impulso de la industria de la construcción, que es uno de los sectores que empujó la recuperación de la actividad y continúa en buenos niveles, luego de la caída de marzo y abril 2020.
Ahora, el tema es que este desempeño alentador de los números macro está lejos de lo que percibe la gente en la calle, los empresarios, los actores económicos, porque si bien hay un contexto favorable internacional en cuanto a demanda y precios de nuestros productos primarios, también se han exacerbado los costos internos, con alta inflación por factores endógenos y externos, y ha caído el poder adquisitivo de la población en general.

Tenemos por un lado, que la mejora no se ha traducido en una evolución significativa en el nivel de empleo, en parte por la incertidumbre de los empresarios en cuanto a contratar o recontratar personal en un contexto socioeconómico que presenta muchas interrogantes, y se opta por seguir tal como se está.
A su vez, a pesar del buen desempeño de buena parte de los sectores de la economía, el consumo interno no presenta el mismo dinamismo que la actividad. El salario real en marzo fue 5,2% inferior a febrero 2020, afectado aún más en los últimos meses por la elevada inflación internacional. Las ventas en supermercados, vestimenta y electrodomésticos no logran volver a niveles de 2019.

Mientras tanto, la inflación sigue en sostenido ascenso, de la mano con los mayores costos. Por lo tanto, se mantienen firmes los desafíos de permear las mejoras macroeconómicas al ciudadano común, a las empresas, a los demás operadores de la economía, y para ello deben afinarse medidas que aceleren los procesos naturales de derrame del crecimiento hacia todos los sectores, con incentivos para la toma de personal pero también para poder contar con estímulos tributarios, por lo menos temporales, solo por mencionar instrumentos posibles que igualmente no tendrán efecto inmediato, sino que insumirán un proceso que por regla general no es acompasado por el contexto político electoral, en el que las urgencias conspiran contra lo realmente importante, que es la sustentabilidad y evitar la tentación de las medidas populistas contraproducentes y de corto efecto.