Cambiar la política de playas

El 8 de diciembre es el Día de las Playas. En esa fecha en nuestro país se “inauguran” los balnearios y empiezan a funcionar los servicios de guardavidas. Pero la elección de esta fecha no es arbitraria, no se debe a que estadísticamente, o por decreto, sea ese el día en que empieza a hacer calor en nuestro país, que además tiene una variación térmica bastante significativa entre norte y sur, considerando las dimensiones de nuestro territorio. La fecha del 8 de diciembre para el Día de las Playas se explica por el proceso de separación del Estado de la Iglesia Católica, cuando Uruguay dejó de tener una religión oficial, para declarar su laicidad. En este proceso se modificó el significado –con mayor o menor aceptación popular– de algunos de los feriados tradicionales de la liturgia católica, manteniendo la fecha. El 8 de diciembre es para esa congregación el “Día de la Virgen María y la Inmaculada Cocepción” y no es un feriado actualmente, pero de todos modos se decidió en su tiempo que algo había que tener para resignificar ese día y se eligió que fuera el Día de las Playas, la inauguración de la temporada. Simbólicamente se activan ese día los servicios costeros, como los guardavidas. Si bien administrativamente se volvió una fecha muy importante, por las contrataciones de personal y los días de servicio, en realidad no hay razón justificada para que no se puede empezar antes a prestar servicio de guardavidas, por lo menos en los puntos balnearios más importantes.

Esto viene un poco a colación de un incidente ocurrido el pasado jueves en el Balneario Municipal, cuando un grupo de alumnos y docentes de una escuela del interior del departamento disfrutaban de un baño en el río Uruguay. En determinado momento dos de los niños perdieron pie y se generó una situación angustiosa que pudo haber tenido un desenlace trágico. Un funcionario del Plan de la Costa que había visto la situación y se puso en alerta se hizo a las aguas y pudo rescatarlos con la ayuda de otros bañistas que estaban en la cercanía. Luego de haber sido observados en el Hospital fueron dados de alta sin consecuencias. Son muy oportunas y acordes a la disposiciones vigentes las palabras del director de Turismo, José Manuel Galván, quien aparte de lamentar profundamente lo ocurrido, desaconsejó “bañarse en el río cuando aun no se habilitó la temporada y en consecuencia no contamos con la seguridad necesaria, como guardavidas y demás”, especialmente para grupos como el referido.

Sin embargo hay una realidad ineludible. Desde hace ya varios días, por más que no lo haya formalmente reconocido el Instituto Nacional de Meteorología porque técnicamente no se cumplan los parámetros para ello, estamos atravesando una “ola de calor”, con temperaturas máximas que rondarán entre 37 y 39 grados por los próximos días.
En estas circunstancias es muy previsible que el público concurra al Balneario Municipal y aproveche para refrescarse en las aguas del paterno. Debido a ello entendemos que es necesario revisar la política de la puesta en marcha de los servicios de guardavidas en la costa sanducera y ajustar sus fechas de funcionamiento a la realidad térmica, que es la que condiciona la presencia de público en las playas. Si, aparte, se quiere seguir realizando los 8 de diciembre una actividad simbólica y cultural en los balnearios no es de esperar que nadie se oponga, pero no debiera ser ellos un obstáculo para que el servicio en las costas comience a prestarse por lo menos desde un mes antes.

Por otra parte, un reclamo insistente desde esta página, que repetimos cada temporada, es la necesidad de que la natación sea una materia obligatoria en los primero años del ciclo escolar.
Estadísticamente las muertes por ahogamiento tienen una incidencia importante en todas las edades, tal vez más en edades adultas incluso, pero el saber nadar es uno de esos conocimientos que después que se incorporan desde la infancia ya no se olvidan, pasan a estar a disposición para cuando sea necesario emplearlos. Pero lo que no dicen las estadísticas es que para una familia que pierde un hijo, ese hijo es un 100%.

En Uruguay vivimos rodeados de agua y en los veranos emplear estos ríos, arroyos y costas marinas para refrescarse es un hábito para una gran parte de la población. Enseñar a nadar, en este contexto, debería ser parte del paquete básico educativo.
Son comprensibles las razones de peso, como el costo asociado que tendría esto, y no estamos pensando en construir una piscina climatizada en cada centro escolar, o incluso una piscina cada dos escuelas. Tampoco es que lo que se precise sea una formación constante a lo largo del año, es que cada niño uruguayo reciba una capacitación básica para poder salvar su vida manteniéndose a flote.

Hoy está dentro del programa educativo y la limitante no es otra que la de los costos de traslado, por más que también se argumenta que hay que destinar demasiado tiempo para una clase relativamente breve. Considerando que el resultado de ese tiempo y ese dinero invertido es evitar que se pierda una vida, cabe preguntarse si no se trata de una inversión plenamente justificada.