Por oportunidades para el medio rural

Aunque existe tendencia a considerar los problemas y necesidades de la juventud como una problemática uniforme, rascando un poco la superficie surge que hay matices y hasta significativas diferencias en cuanto a necesidades, prioridades y aspiraciones, no solo por la situación socioeconómica particular de cada grupo, sino que hay asimismo diferencias sustanciales por región geográfica o actividad predominante en la zona.
En su momento dábamos cuenta de esta problemática a partir de la instalación oficial de la Comisión Honoraria de las Juventudes Rurales, en una reunión en la que participaron autoridades de las instituciones vinculadas a la juventud rural y jóvenes de las organizaciones que la integran, como es el caso del Instituto Nacional de la Juventud del Uruguay (INJU), Instituto Nacional de Colonización (INC), Comisión Nacional de Fomento Rural, Movimiento de la Juventud Agraria, Jóvenes de ARU y Federación Rural, Red de Semillas, en acto que se desarrolló en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).
Más recientemente, bajo el lema “La campaña se renueva, podés ser parte del cambio”, tuvo lugar en la Sociedad Rural de Durazno el Encuentro Nacional de Juventudes Rurales, que contó con la participación de 300 jóvenes de todo el país, instancia en la que hubo una puesta al día del escenario socioeconómico y las inquietudes particulares de la juventud radicada en el Interior profundo del Uruguay, porque más allá de un común denominador hay particularidades y necesidades que involucran carencias que sin embargo no forman parte de la agenda de los jóvenes de otras regiones urbanizadas. Así, vienen a cuento las reflexiones de la estudiante de Agronomía Lucía Cordero, quien se desempeña como productora hortícola en Cololó, Soriano, e integra también la Comisión Honoraria de la Juventud Rural en representación de la Comisión Nacional de Fomento Rural.
Según da cuenta al semanario La Mañana, en diez años de participar en ámbitos en que se expresan las preocupaciones de los jóvenes, algunas de ellas se mantienen pero “surgen temas nuevos, por ejemplo, la conectividad. Que todos tengamos acceso a ella es un tema del cual hace unos años no se hablaba, y ahora después de la pandemia ese reclamo creció, porque todos los jóvenes asumieron la necesidad de estar bien conectados. Otro de los temas que podemos llamar nuevos es el de las políticas de género, para seguir creciendo en la igualdad de oportunidades y condiciones”.
Precisamente la conectividad es un ítem que en el mundo moderno tiene directa relación con la calidad de vida y notoriamente con toda problemática productiva y laboral, y evidentemente, pese a que se ha avanzado significativamente en los últimos años en cuanto a conectividad en el medio rural, el actual directorio de Antel ha puesto mayor énfasis en seguir incorporando antenas para profundizar la interconexión fluida con el Uruguay profundo. Sin embargo, por ahora el énfasis está puesto en las poblaciones pequeñas, en tanto las antenas que se instalan no tienen alcance suficiente para cubrir con señal LTE más allá de un par de kilómetros a la redonda. Por lo tanto aún hay un debe importante con la campaña.
En el caso de las políticas de género, es evidente que se trata de un proceso que tiene que ver con cambios culturales y la realidad del día a día, mucho más que con la aplicación de normas que aborden esta problemática, por lo que es preciso una interacción horizontal y contar con ámbitos receptivos a las situaciones que eventualmente se planteen, más allá de la generación de espacios de inclusión que son fáciles de enunciar pero no tan accesibles en la instrumentación.
A su vez hay inquietudes que se pueden calificar como históricas, que tienen que ver con el acceso a la tierra, la asistencia técnica, la formación, la recreación y la calidad de vida. Al respecto Lucía Cordero indica que todos estos puntos están en la agenda “desde hace mucho tiempo; cuando yo empecé ya estaban, y siguen estando porque son una necesidad permanente para que la juventud se quede en el campo”.
Sobre todo, debe tenerse presente que el acceso a la tierra y la asistencia técnica que reclaman los jóvenes de hoy va a reiterarse en cuanto a aspiraciones para los jóvenes que llegarán en los próximos años, porque existe una continuidad que va mucho más allá de los períodos determinados para ser parte de la juventud rural, que se sitúa en los 30 años, por cuanto “los grupos de participación siempre se van renovando con generaciones que van saliendo y otras que van llegando”.
Igualmente, incluso dentro de las aspiraciones comunes de los jóvenes del medio rural, hay matices según las áreas de actividad dentro del agro, por cuanto ello varía en los diferentes territorios dependiendo de los rubros de producción de que se trate.
En el encuentro de Durazno se procuró generar un espacio muy abarcativo, desde que se instrumentaron talleres que tocaron temas tan disímiles como salud mental, género, participación, organización, vínculos en la ruralidad y liderazgo, aspirando a superar limitaciones que tienen que ver con las organizaciones sociales, además de buscar mecanismos para que los jóvenes destinen parte de su tiempo a participar y formarse, de llegar a los ámbitos de decisión para que se pueda acceder a canales de crédito adecuados a sus necesidades. “Si esas demandas no se logran, de alguna forma el campo los está expulsando, y por tanto hay que seguir trabajando, porque el interés de los jóvenes está, eso es importante y hay que tenerlo claro”, argumentó la estudiante de agronomía y productora hortícola.
Sin dudas, potenciar la interacción social en el campo es uno de los aspectos clave para retener a las familias en el medio rural y sobre todo generar oportunidades para los jóvenes. En ese sentido uno de los pilares históricos para afianzar comunidad es la agricultura familiar, habida cuenta de que estadísticamente casi el 80 por ciento de las personas vinculadas a la agricultura familiar residen en el campo, y ello determina que se movilicen todos los servicios conexos, caso de la escuelita rural, los centros de salud, los centros sociales comunitarios, entre otros.
Ello hace a la construcción de sociedad y círculos de solidaridad ya desde la juventud, pero es esencial seguir trabajando con convicción para promover espacios de trabajo constructivo, diverso, con participación de grupos representativos del medio rural, con ámbitos de expresión de inquietudes, propuestas y perspectivas de contar con canales directos de comunicación con autoridades con poder de decisión, de forma que las inquietudes no se pierdan con el tiempo en un mar de complejidades burocráticas, expectativas frustradas y una realidad cultural que no es fácil de cambiar o poder adecuarla a los tiempos.
Es decir, hechos que respondan al constante desafío a que se ve enfrentado el joven ante el avance de la tecnología y las limitaciones del medio, lograr capacitación para los jóvenes que tienen ganas de quedarse en el campo y de trabajar, a la vez de requerir espacios en el medio rural más cercanos a las ciudades, para poder generar vínculos y dignificar la vida en el campo, a través del acceso a la tierra, la educación y la recreación, en el marco de las acciones reclamadas a los gobernantes.
Lo que responden en esencia a la concepción del país como un todo, apuntando a la interacción e interdependencia campo-ciudad y no plantearlo como una dicotomía.