Aprender a nadar o resignarse a morir

En lo que va de la temporada fallecieron ahogadas nueve personas, la misma cifra que hubo el año pasado en toda la temporada. De acuerdo con información brindada al periódico “La Diaria” por la Armada Nacional, en lo que va de la temporada, que para la fuerza naval empieza el 8 de diciembre, fallecieron nueve personas por ahogamiento, la misma cifra que hubo el año pasado en toda la temporada, al tiempo que se realizaron 27 rescates y 159 asistencias. Esta es la “tercera causa más importante de mortalidad por traumatismo no intencional, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”. Para un guardavida entrevistado para ese medio de prensa, “el ahogamiento ‘es un problema de salud nacional, esencialmente enraizado a la educación’”.

Hay que tener en cuenta que, según el Sistema Nacional de Emergencias “la mayor parte de los ahogamientos (el 94%) ocurre en zonas no habilitadas para baños y donde no hay presencia de guardavidas. La principal causa de los siniestros de esta naturaleza es sobreestimar las posibilidades propias y subestimar las condiciones del entorno en el momento de tomar un baño. La prevención y la educación son las únicas herramientas para disminuir la pérdida de vidas. Saber nadar o contar con destrezas en el agua, no es suficiente, por lo que cobra especial importancia el cuidado personal, el conocimiento del entorno y el estricto cumplimiento de las indicaciones de los guardavidas”. Este tipo de trágicas situaciones también se repite en otros países. De acuerdo con lo informado hace algunos días por el diario español “La Vanguardia”, 22 personas han muerto por ahogamiento no intencional que se han producido en los espacios acuáticos españoles durante el pasado enero, lo que ha convertido el del 2023 en el peor de los últimos seis años, desde que en 2017 se registraron 35 fallecimientos por esta causa, según informó la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo”.

En el año 2018 los entonces legisladores Pablo Abdala (Partido Nacional) y Cristina Lüstemberg (Frente Amplio) presentaron un proyecto de ley ante el Parlamento Nacional que encomienda a la Secretaría Nacional del Deporte de la Presidencia de la República, el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Educación y Cultura, y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) la elaboración de un programa nacional de prevención del ahogamiento infantil, especialmente en la franja comprendida entre 0 y 6 años. De acuerdo con el texto propuesto, los organismos mencionados deberán convocar, para la elaboración del programa, a las organizaciones de la sociedad civil dedicadas a las tareas de salvamentos marítimos y fluviales y de salud infantil. El programa referido deberá comprender aspectos de divulgación, espacios de reflexión y jornadas informativas sobre el tema, a nivel de los sistemas formales de salud y enseñanza, así como la formación de recursos humanos y la capacitación continua de funcionarios, docentes y profesionales de la salud, en todo cuanto corresponda a la prevención del ahogamiento como causa de muerte en la primera infancia. El texto mencionado establece, asimismo, lo siguiente: a) las piscinas públicas o privadas, de uso particular o colectivo, enterradas o elevadas, en lugares abiertos o cerrados, deberán contar con barreras o cercas de seguridad y alarmas de inmersión, en su caso, en los términos que establezca la reglamentación y b) los dispositivos de flotación náuticos deberán tener impresa una advertencia indicando que el simple uso de dicho elemento no es suficiente como medida de seguridad para proteger a los niños entre 0 y 6 años. Lamentablemente este proyecto de ley aún no ha sido aprobado.

EL TELEGRAFO ha sostenido a través de los años una prédica constante sobre la importancia de aprender a nadar y por ello en nuestro editorial del 25 de mayo de 2019 expresábamos lo siguiente: “Nuestro país está rodeado por agua, con grandes ríos, con cientos de arroyos, con costas al océano Atlántico. El contacto con este elemento fundamental es permanente y accesible. Y, así y todo, la falta de cultura acuática entre nuestros ciudadanos y de políticas públicas resulta alarmante. Estamos en una nación donde históricamente se han priorizado los contenidos alejados de la práctica deportiva, donde la natación debería ser una materia obligatoria en los primeros años escolares. Además de los valores emocionales fundamentales que se transmiten a través de la educación física, en lo que se refiere a la natación, se brindan armas y recursos para defenderse en el agua, tan necesario como saber otros aspectos de la vida. Esto no quiere decir que baste con saber nadar para evitar una tragedia, pero al menos se cuenta con algo básico para manejarse en el agua. Además, ayuda a conocer los riesgos que representa el agua, a no subestimarla, y a saber las diferencias que existen entre nadar en una piscina y en aguas abiertas. Es sorprendente incluso la cantidad de pescadores artesanales que pescan embarcados en precarios botes tanto a remo como a motor fuera de borda, en ríos como en la costa oceánica, que sin embargo no saben nadar, y ni siquiera usan chaleco salvavidas”.

En esa misma ocasión recurrimos a la opinión de Ariel González, conocido como el pionero del surf en Uruguay, exguardavida y actualmente educador y escritor, para quien el fenómeno del ahogamiento “debe estudiarse dentro del contexto socioeconómico y político donde ocurre, porque es determinante; así como otras variables tales como los entornos geográficos, demográficos y ambientales”. “A mayor complejidad situacional de estos factores, mayor es la incidencia social del ahogamiento”, afirma. “La correlación existente entre las economías y las fajas etarias comprometidas con el ahogamiento es significativa y sugiere la pobre intervención de los estados en sus programas educativos para erradicar el flagelo”, prosigue González con acierto. “Uruguay es un claro ejemplo donde los diferentes gobiernos han postergado y relegado los contenidos humanistas de sus currículas educativas, priorizando las científicas. Han sido negligentes en dotar al niño uruguayo de los valores emocionales fundamentales transmitidos por la educación física, los deportes, el arte, la música, danza, teatro, etcétera. Saber nadar debería ser materia tan obligatoria como las matemáticas”.

Ante un panorama tan desolador y repetido, las autoridades deben tomar nuevas y efectivas medidas para hacer cumplir las normas vigentes, así como dictar aquellas que sean necesarias para que se cumpla el objetivo de dotar de mayores defensas a quienes recurren a ríos, aguas oceánicas, arroyos, piscinas o lagunas especialmente en épocas estivales. En este tema (como en tantos otros) la sociedad civil y las instituciones relacionadas con esta importante temática deben redoblar los esfuerzos que seguramente ya están realizando dentro de sus posibilidades, haciendo llegar sus iniciativas a las autoridades nacionales y departamentales y aportando su experiencia y la llegada a sus respectivas comunidades como forma de organizar un frente común contra este flagelo. Aprender a nadar no es una garantía absoluta para prevenir las muertes por ahogamiento, pero es una condición indispensable. Hagamos de esa enseñanza una causa nacional que sin duda beneficiará a todos.