A partir de los últimos datos conocidos, el Uruguay entró “técnicamente” en recesión en el cuarto trimestre de 2022, algo que podía parecer impensable teniendo en cuenta el desenvolvimiento del primer semestre de 2022, el primer año de recuperación y posible consolidación tras la pandemia.
Pero el azote de la sequía, de consecuencias devastadoras para una economía de base agropecuaria, ha sido notoriamente el factor de mayor incidencia para que se dieran estos números, aunque no el único, por cuanto subsisten importantes parámetros que perjudican el desempeño de la economía, sobre todo para las actividades de exportación, con notoria repercusión en la competitividad.
Ergo, el ingreso en el primer trimestre de 2023, se hizo con un arrastre recesivo acentuado por la persistencia de la sequía, que genera interrogantes respecto a lo que cabe esperar para el resto del año, con una base negativa, es cierto, pero también con un principio de recuperación al comenzar a revertirse el déficit hídrico que socavó los recursos provenientes del agro.
Un análisis del economista Javier De Haedo, para el suplemento Economía y Mercado, del diario El País, señala que los datos de las cuentas nacionales del cuarto trimestre y del 2022 completo, que “como siempre que termina un año incluyen la actualización de las cifras de los anteriores, sorprendieron a todos”, a la vez de considerar que los números fueron contundentes: el tercer trimestre generó una caída de 0,7 por ciento desestacionalizada, con relación al segundo (antes 0,1) y el cuarto, una de 1,3, que si se expresara como se hace en los Estados Unidos, anualizada arrojaría un duro -5,1”.
Pregunta “¿qué fue lo que ocurrió para que de manera inesperada para unos y de manera tan contundente para otros, se cayera la estantería? La sequía, notoriamente, contribuye a explicarlo, afectando al menos al sector primario y a la generación de electricidad. Pero no solo ella, como surge del análisis desestacionalizado de las cifras sectoriales, en los trimestres tercero y cuarto la caída en la actividad económica sectorial fue generalizada, casi total”.
Considera el economista que hubo un “inadecuado manejo del shock externo recibido desde el otoño pasado, cuando revirtió la tendencia favorable en nuestros precios de exportación, y en alguna medida el shock exógeno también negativo que dio lugar la sequía desde la primavera. Un shock exógeno negativo impacta enfriando la actividad económica y dando lugar a cambios en los precios relativos (suba del tipo de cambio relativo al promedio de los precios de la economía). Acá no ocurrió eso, sino que el tipo de cambio continuó bajando en esos términos y al enfriamiento importado se le sumó el autóctono”.
En buen romance, el economista evalúa de forma muy negativa la persistencia del desfasaje del tipo de cambio (léase atraso cambiario) que considera se mantiene fundamentalmente para no perjudicar a los productores del agro, pero a la vez afecta negativamente a otros sectores “que también agregan valor en nuestra producción, ya sea compitiendo en el exterior mediante exportaciones o dentro de fronteras frente a importaciones”.
Por su lado, el economista Aldo Lema, en nota en el mismo suplemento, evalúa el panorama con otro perfil, algo más optimista, por cierto, aunque basándose en las mismas cifras, a grandes rasgos, que Javier De Haedo, por cuanto reflexiona que “2022 se caracterizó por una economía que promedió 4,9 por ciento de crecimiento, pero que fue de más a menos, con gran impacto de la sequía hacia el cierre del año. Durante el segundo semestre, el Producto Bruto Interno (PBI) desestacionalizado se contrajo respecto al primero y en el último trimestre quedó estancado versus igual período de 2021”.
Sin embargo, considera que “como la pandemia, la sequía se trata de un shock de oferta que si bien ya empieza a revertirse, tiene impactos de primer orden en las exportaciones y de segunda vuelta en la demanda, sobre todo en el consumo de los hogares y las inversiones de los sectores relacionados. Aunque de difícil cuantificación aún, es probable que se haya restado al menos dos puntos porcentuales al crecimiento interanual del primer trimestre, que habría sido negativo”.
Es decir, tenemos un principio de 2023 de crecimiento negativo, por el arrastre que mencionábamos, pero también porque no se han corregido otros factores que inciden en este pobre desempeño de la economía.
Lema se formula además la interrogante de si “habrá sido este el peor momento”, ya que si la economía fue de más o menos en 2022, puede esperarse que la cosa sea al revés, y que vaya de menos a más en el curso de este año.
Cosa que es entendible si la tomamos como formulación de deseos, pero que es preciso aterrizar en base a elementos tangibles, que por ahora solo suman interrogantes respecto a cualquier análisis, sobre todo porque se pretendería obtener resultados distintos repitiendo la misma fórmula que hasta ahora se ha venido aplicando, con el uso abusivo de la desgastada herramienta del atraso cambiario.
No es algo menor que se hayan restado dos mil millones de dólares a la economía como consecuencia de la sequía, porque es mucho dinero que ha dejado de circular en un ámbito tan pequeño como es la actividad interna, y en este caso es atendible igualmente la tesis de Lema de que el año puede ir de menos a más cuando se note la reversión de los efectos negativos de la sequía y las cosas vuelvan gradualmente a la normalidad.
Pero este solo factor no alcanzaría para mover significativamente la aguja hacia la sustentabilidad del crecimiento, si es que ello se logra a lo largo de este año, conviniendo en el mejor de los casos que no se dé ningún elemento negativo de convulsión procedente del exterior, como ha ocurrido.
Es que el entorno regional sigue sin favorecernos y la apuesta extrarregión es por lo menos incierta. Sí es posible y necesario tratar de acotar el gasto estatal, mantener criteriosamente las cuentas fiscales, promover inversiones y poner énfasis en la recuperación salarial sin descuidar la situación de las empresas, a la vez de situar el tipo de cambio en un equilibrio que hasta ahora está lejos de darse, para dejar de encarecernos en dólares y quedar en la mejor posición posible para aprovechar oportunidades. Si ello no ocurre, estaremos otra vez con el tenedor en la mano cuando llueva sopa. → Leer más