Fútbol, ese deporte popular…

A pedido de un amigo interesado en difundir los valores del fútbol, me meteré en este “campo”, que es para mí un auténtico berenjenal, sólo espero que las espinas no lastimen mi vejez.¡Coraje, abuela!

Realmente, nunca fui aficionada al fútbol, tal vez porque no tuve hermanos varones, y porque mi padre pertenecía a la época del “fóbal”, un tiempo en que se jugaba y se hablaba muy poco de ese tema.

Siempre recordaré la década del ‘50, cuando los niños escolares coleccionábamos figuritas para un álbum de fútbol. Comíamos varios chocolatines por día, siempre con la esperanza de llenar el álbum y sacar la “sellada”, que permitiría a los varones, obtener una pelota de fútbol número 5, y a las niñas, una muñeca que hablaba o caminaba. Ambición nunca realizada, pero que nos impulsaba cada día a gastar monedas.
En la escuela, el deporte era intercambiar figuritas, revisando a toda velocidad pilas de figuritas. Gran alegría cuando encontrábamos una que no teníamos y gran desilusión cuando eran todas repetidas.

Del fútbol en sí, nunca hablábamos. Los niños practicaban en los recreos. Mis primos y vecinos jugaban siempre en algún campito, o en la calle de tierra, donde era muy raro que pasara un vehículo.
Recuerdo haber oído los nombres de algunos jugadores famosos, como Schiaffino y Mazurkievitz. Y recuerdo también que con mi maestra Magdalena, una genia, escuchamos el partido final de la Copa 1954, por radio. Al terminar con Uruguay vencido, todos estaban muy tristes, menos yo, a quien realmente no interesaba el fútbol. Gané la desaprobación de todos. Es que hacía sólo 4 años que Uruguay había sido Campeón en Maracaná Y todos se creían invencibles…

Mucha agua ha corrido bajo los puentes, desde aquellos años en que el fútbol era verdaderamente un deporte sano y que proporcionaba grandes emociones positivas a todos.
Actualmente el fútbol, junto con el mate, son características de la idiosincrasia uruguaya, son características que nos identifican y nos diferencian de otros países y culturas.

Es un deporte popular en todo el mundo o casi, que suscita grandes emociones y pasiones en todas partes; es un deporte, pero también un negocio, un gran negocio, que esconde realidades muy preocupantes detrás. Se ha globalizado, y la globalización ha traído sus bemoles.
Pero la gente que mira los partidos, que vive intensamente el juego, no piensa en esas realidades, sino en disfrutar, o rabiar, el momento. Y aún sin pensar en el negocio, ocurren a veces grandes irregularidades, discordias, peleas, insultos, a veces entre los propios jugadores y casi siempre, entre aficionados y fanáticos. Así es que se ha llegado a hechos bastante crueles. Actitudes absolutamente antideportivas.

Los buenos jugadores ganan sumas exorbitantes, y duele pensar que algunos, sólo por saber patear una pelota, ganen tanto, mientras hay miles de personas que trabajan mucho más duramente y reciben una retribución muy baja, que apenas cubre sus necesidades.
Pero también se debe reconocer que entre los jugadores y clubes, existe la solidaridad, que existen fundaciones para ayudar a gente necesitada, obra de algunos jugadores. Los jugadores crean y apoyan organizaciones benéficas.

Está también el gran problema de ensalzar a un jugador o un directivo cuando actuó muy bien, y denigrarlo cuando se equivocó, pasar de endiosarlo a destrozarlo, sin comprensión ni piedad.
El fútbol se ha transformado en una industria de espectáculos, una industria que obtiene sus buenos dividendos, en ese sentido, podemos decir que se ha degenerado, interesa más el dinero que el juego.

Eso ha sido causa de algunos hechos muy lamentables, por ejemplo, una copa del mundo en un país no democrático, donde no se respetan los derechos humanos, los jugadores como “esclavos” de un sistema…

Se debe reconocer también que miles de personas encuentran trabajo en actividades relacionadas directa o indirectamente con el fútbol, como periodistas, hoteleros, promotores turísticos, negocios de ropa, y muchos más.

Pero una sola golondrina no hace verano, y yo no puedo cambiar el mundo. Así que pasaré a fijarme en las grandes ventajas y posibilidades que da el aprendizaje y la práctica del fútbol en los niños y adolescentes, lo que nos da esperanza por un mundo mejor.
He escuchado sobre algunos niños que tenían problemas de relacionamiento, ejemplo, un autista, o algún problema de dicción que no habían podido corregir, ni maestra ni sicólogo y muy pronto mejoraron su condición, cuando empezaron a practicar el juego.

El fútbol ejerce un impacto muy positivo en la salud física, mental y emocional de los jugadores. Es un deporte socializante, donde los niños y adolescentes, aprenden a trabajar en equipo, a enfrentar difíciles desafíos usando su inteligencia, a superar obstáculos y aceptar sus derrotas, a comprender a sus contrarios y a ser solidarios y responsables, a respetar las reglas y a sus compañeros. Como decía un técnico a sus jugadores niños, que eran de distintos clubes: “No olviden que la rivalidad es un ratito, la amistad es para siempre”.

Es un deporte democrático, porque los jugadores no se fijan en las diferencias de raza, ni cultura, ni de situación económica, en fin, todos se unen con un mismo objetivo, que es el de realizar su sueño de ganar.

Todos, seamos jugadores o no, necesitamos una motivación para avanzar en el camino de la vida, y necesitamos “ganar”, aunque sea sólo nuestra propia autoestima, ganarle a la ambición de ser siempre los mejores, aceptar las pérdidas y las derrotas, necesitamos aprender de los errores. Y el fútbol bien vivido supone mejorar la autoestima de cada jugador, sentirse bien consigo mismo y con los demás, y seguir esforzándose por ser mejor cada día.

Me parece importante destacar algo que Abreu expresó a los niños que lo escuchaban. Les pidió que nunca dejen de estudiar, porque un jugador que estudia, desarrolla su pensamiento crítico y sabe reaccionar con rapidez en el juego. Y no se deja vencer por la depresión cuando le toca perder.

El fútbol es un eficaz antídoto contra la depresión y el estrés, mejora el sueño, da equilibrio emocional, desarrolla los músculos, permite un buen funcionamiento del corazón y de todo el cuerpo. Las horas dedicadas a la práctica, son horas en las que los jugadores dejan de lado los juegos digitales, los celulares, con su carga perjudicial para la salud.

El fútbol es una poderosa arma de inclusión social, que proporciona un sentido de pertenencia a un club, a una ciudad, a una nación, que fomenta una buena convivencia, algo tan necesario en estos oscuros días de luchas y divisiones crueles.

Por todo esto, concluyo que el fútbol bien practicado es un gran deporte, a pesar del negocio.

Y que es muy necesario para la formación de nuestros niños y adolescentes. Que es bueno para el crecimiento físico y espiritual.

La Tía Nilda