Los asuntos a debate público en Uruguay son repetitivos. En particular, hay uno que obsesiona: el rol de la prensa y de los periodistas, y su contribución al fortalecimiento de la calidad institucional de la democracia, a partir de los espacios de libertad de informar y opinar, que hace que aquello que se pretende ocultar, sea noticia y se publique.
Para la Real Academia Española, noticia es “información sobre algo que se considera interesante divulgar”. Wikipedia da un poco más: noticia “es un relato o escrito sobre un hecho actual y de interés público, es un texto objetivo y difundido a través de los diversos medios de comunicación social (prensa, radio, televisión, internet, entre otros)”.
Existe cierto consenso en cuestiones básicas que caracterizan la noticia: se trata de un hecho, desconocido y/o novedoso, de interés colectivo. Es decir, la noticia, ya sea porque se trata de un hecho, datos o declaraciones, son elementos reales y verificables, inéditos. Son realidades emergentes. La noticia es un hecho reciente, tanto como sea posible. También es aquello que se pretendía ocultar y que a partir de su publicación se le conoce.
La noticia, por definición, es perecedera. Su ciclo de vida es fugaz, con una obsolescencia programada. Notitia, del latín, “algo que se da a conocer”, aporta a describir situaciones, un hecho de forma aislada y, en ganancia de calidad, contextualizada. El propósito es aportar elementos para que el lector complete una visión lo más rica posible de la realidad. La cosa noticiable es vasta, y tiene que ver con el perfil del lector. En suma, la noticia es siempre un relato de un acontecimiento de actualidad, expuesta con valor objetivo, veraz y preciso.
La pasión del periodista alcanza sus picos de satisfacción cuando su noticia, una exclusiva, sirve para hacer pública una realidad que desde el poder se pretendía ocultar. Ese perfil noticioso viene asociado a tensiones y cuestionamientos que podrán ser más o menos enérgicos. En estos días hay ejemplos que están a la vista.
De todo lo anterior, se da forma a una idea: que la misión fundamental del periodismo es controlar al poder y exponer sus abusos. También la promoción de derechos y constituirse en barrera frente a la prepotencia. El periodismo, por ello, reclama una actitud principista frente a los poderosos, contribuir a la reflexión libre y serena para asumir posiciones responsablemente.
Los medios de comunicación tienen por propósito contribuir al mejor conocimiento de la realidad sin olvidar que se trata de una comunicación mediada. Es decir que, entre los hechos noticiables, las declaraciones y las denuncias, hay una producción informativa que ha ido ganando en complejidad y sofisticación, para bien de sus lectores. La mediación concluye en la decisión editorial.
Sin embargo, noticias son sólo aquellas que resultan seleccionadas por los medios para tal fin. En la mayoría de los casos, la producción de la noticia es un proceso que se inicia con un acontecimiento. Pero claro, no toda situación se transforma en noticia publicada, ni tampoco toda noticia representa algo de interés para la sociedad. Véase ahora desde este otro punto de vista: la comprensión de este campo ayuda a recordar que “los hechos utilizan como materia prima ciertos acontecimientos y, a su vez, construyen y transmiten un producto que puede llegar a convertirse en acontecimiento social”.
Algunos autores sostienen que cada medio fabrica “una actualidad periodística que le es única, propia, y se hace irrepetible”. En el fondo, y porque va asociado a la decisión de publicación, se inicia un proceso de producción desarrollado en función “de decisiones, acciones, recursos y señas de identidad propias de cada propuesta informativa”.
Hay que tener siempre presente que “los medios utilizan como materia prima unos acontecimientos relevantes y, a su vez, construyen y transmiten un producto que puede llegar a convertirse en asunto noticioso de interés, un acontecimiento social”.
A los temas de relevancia pública, “los ciudadanos se las ven con una realidad sometida a un proceso de producción”, que termina en esa realidad mediada. Es una construcción conceptual del medio o del periodista, de sus fuentes de información, contrastada y verificada, que se socializa a partir de su publicación, más allá de la logística de distribución, asociada a la plataforma específica. Esa plataforma con una publicación multiplataforma. Es esta producción editorial realizada por los medios de comunicación la que permite a los individuos informarse.
Frecuentemente, cuando se trata de una novedad de relativo alto impacto, se produce una segunda mediación: cuando la noticia publicada la reproduce otro medio, asumiendo a pleno la especie informativa, y agregando o no valor, o la recicla a través de complementos, sin contrastarla ni verificarla.
En los últimos días se ha abierto un debate sobre las mentiras, los bulos y la influencia que tienen en la opinión pública. Lo dañinos que son, lo nocivos que resultan. Las mentiras como herramienta política son hoy una de las principales amenazas para la democracia. Esa reacción no sólo desnuda el agotamiento del nucleamiento, sino que también deja de manifiesto una decisión no explícita de cuán dispuestos están algunos a devaluar la calidad institucional de la democracia, y del debate que debe desarrollarse para la toma de decisiones en los espacios de decisión soberana.
Ignacio Escolar, director de elDiario.es de España, editorializaba sobre este particular: “se escuchan algunas propuestas sobre cómo mejorar el debate público frente a la ‘máquina del fango’. Y más allá de los principios más básicos del periodismo –contrastar la información, verificar los datos, aproximarse a los hechos con honestidad y sin prejuicios…– hay tres indicadores que conviene tener claros.
El primero, el de la independencia. Con la desinformación también hay que seguir la pista del dinero: no hay libertad editorial sin libertad económica. La independencia no solo se sustenta en la valentía de los periodistas: sobre todo depende de cómo se pagan sus sueldos.
El segundo, el de la transparencia. ¿Cómo es posible que tantos pseudo medios, de los que piden a las demás explicaciones, no aporten ni un solo dato sobre ellos? ¿Qué credibilidad puede tener un diario que es incapaz de informar sobre sí mismo?
El tercero, el del servicio público. Porque el buen periodismo es aquel que sirve al interés general de la ciudadanía, y no al de un pequeño grupo de poderosos.” Aunque el pensamiento humano ha alcanzado el mayor nivel de complejidad y sofisticación, el debate sobre la cuestión pública está en fase regresiva.
Vamos siendo arrojados, nuevamente, al pensamiento binario y prepotente. No podemos caer en el barro de los debates binarios ni en provocaciones.
Hay que retomar la esperanza y rescatar los valores de la fraternidad y la igualdad de oportunidades, dos características que hicieron grande a este país. Dos precondiciones para elevar las expectativas. → Leer más