En Uruguay, las bebidas energizantes son de venta libre y su consumo –extendido en la población– ha crecido de manera exponencial. Atrae la cafeína que contiene y algunos jóvenes suelen combinarlas con alcohol.
La baja percepción del riesgo de ambas sustancias está aceptada a nivel general, en tanto su publicidad se encuentra presente en eventos deportivos y culturales.
El Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) reportó en 2022 y se divulgó este año, que el 83,7% de los estudiantes de tercer año de liceo consume alguna sustancia sicoactiva. Cuatro de cada diez toma conjuntamente energizante con alcohol, lo que habilita a ingestas más grandes de bebidas alcohólicas y el impacto va directo al sistema nervioso central por su alto contenido de cafeína.
En el Parlamento, la diputada del Partido Nacional María Fajardo presentó un proyecto que advierte sobre el “preocupante aumento” del consumo de energizantes y apunta a prohibir la venta a menores de 18 años.
La diputada se enfoca tanto en los ministerios de Salud Pública así como en Educación y Cultura en forma conjunta con los entes de la enseñanza, a llevar adelante “campañas de concientización y prevención de los efectos negativos del consumo de bebidas energizantes y la combinación de las mismas con bebidas alcohólicas o de su consumo en exceso”.
En la exposición de motivos, Fajardo argumenta la necesidad de “protección en salud” así como “la prevención de conductas adictivas”, ante el “preocupante aumento” de su consumo en adolescentes. En su argumentación expone que el contenido de estas bebidas provoca “efectos estimulantes y no energizantes” porque son capaces de mantener la vigilia. Por eso, existe una tendencia a confundir las bebidas deportivas utilizadas para la hidratación con los estimulantes o mal llamados energizantes.
Son bebidas, en general, contraindicadas para hipertensos, pacientes con cardiopatías, insuficiencias renales, diabéticos y embarazadas.
Sin embargo, la naturalización del consumo y la relativización de sus consecuencias también aparecen. Estas bebidas que aparecieron en el mercado en 1987, hoy estiman su valor en el mercado en torno a los 100.000 millones de dólares.
Pero lejos está la criminalización y persecución, sino la necesidad de poner sobre la mesa la información para que la comunidad, y sobre todo la familia, aborde una problemática que hoy está fuera de discusión porque no es visible.
La Encuesta Nacional sobre consumo de Drogas en estudiantes de enseñanza media también arroja luz sobre los episodios de abuso del alcohol porque “lleva al enmascaramiento de los efectos de embriaguez” e incrementa la resistencia al consumo. Su uso combinado, también aumenta las posibilidades de una intoxicación alcohólica. El documento asegura que “los episodios de abuso con alcohol alcanzan un 77,2% de quienes declaran que han consumido en el último mes alcohol de forma combinada con bebidas energizantes, en tanto desciende a 22,6% entre quienes, habiendo consumido bebidas energizantes en los últimos 30 días, declaran no haberlas combinado con alcohol”.
El estudio muestra “la necesidad de introducir políticas para desincentivar el consumo de estas bebidas”. El punto de inflexión se encuentra entre quienes sostienen las campañas de prevención y aquellos que alertan sobre las advertencias –similares a los octógonos negros usados en los paquetes de alimentos– que pueden aumentar la intención de jóvenes y adultos a su consumo. En Uruguay hubo una larga discusión sobre diseños y pertinencia de colocar este tipo de advertencias en los alimentos en general.
Y nuestro país no es una isla, en tanto a nivel global las miradas son diferentes. En España no hay regulación, algunos colegios del Reino Unido y Australia ya prohibieron estas bebidas y en Estados Unidos la normativa federal prohíbe a las escuelas vender o suministrar bebidas con cafeína a los alumnos de primaria o secundaria. No obstante, los centros no restringen lo que los alumnos pueden traer de su casa.
La experiencia estadounidense indica que en los Estados de Indiana y Connecticut, entre otros, se plantearon iniciativas de prohibición. Pero las empresas ganaron los debates y argumentaron que los jóvenes obtienen cafeína en diferentes formas como los refrescos o el café.
Los críticos plantean que las bebidas estimulantes están claramente dirigidas al público joven y el resultado de los estudios efectuados en Uruguay así lo demuestra.
El insomnio y el aguante del organismo son los efectos visibles del consumo de estas bebidas. La ciencia muestra evidencia de la afectación en la calidad del sueño, por lo tanto habrá que esperar una mayor visibilidad social porque el salto constatado entre 2018 –fecha del último estudio– y 2022 fue de 40 por ciento.
Se consideran una “droga” y ese término, precisamente, es utilizado en los informes técnicos oficiales por su componente sicoactivo, como la cafeína.
Uruguay tiene que legislar, pero también debe controlar. Porque, de hecho, la estadística también marca el consumo de alcohol a muy tempranas edades (12,8 años), bajo la permisividad social y la venta comercial.
En general, los informes son coincidentes en la influencia que ejerce el entorno cercano de los jóvenes y adolescentes porque el involucramiento e información de la familia incide en las decisiones de esta población y su actitud frente a las drogas, en general. → Leer más