Hace pocas horas los titulares de los ministerios de Agricultura y Pesca y de Ambiente, Fernando Mattos y Roberto Bouvier, respectivamente, anunciaron que desde el Poder Ejecutivo se han trazado doce acciones priorizadas dentro del Plan de Acción de Bioeconomía 2024 – 2026, cuyos elementos fundamentales en un contexto de agenda serán puestos a disposición próximamente.
Los jerarcas destacaron que la bioeconomía es una economía basada en la producción de bienes y servicios a partir del uso dirigido a la transformación sostenible y la conservación de los recursos biológicos que aprovecha el conocimiento sobre los procesos y principios biológicos, la ciencia y la tecnología.
La Estrategia Nacional de Bioeconomía Sostenible (ENBS) indica que a través de la bioeconomía, el país consolida y diversifica su matriz productiva apostando a un modelo económico basado en el uso sostenible, eficiente e innovador de sus recursos biológicos y naturales, fortaleciendo su inserción internacional, lo que indica que en gran medida, se trata de una visión teórica, con enunciados muy compartibles, que necesitan traducirse en hechos concretos que se ajusten a estos lineamientos, desde que es el ideal en que debe encaminarse el crecimiento con desarrollo sostenible desde el punto de vista ecológico y naturalmente, para la preservación y potenciación de los recursos con que cuenta el país.
Nada que nadie con buen criterio no comparta, porque indica que se vive el presente pensando y actuando para tener un futuro mejor, preservando aquello que nos genera la riqueza y contribuye a mejorar nuestra calidad de vida.
Desde el punto de vista práctico, esta estrategia ENBS se complementa con la identificación de cuatro ejes estratégicos y de seis complejos productivos que se consideran claves para el desarrollo de la bioeconomía en el Uruguay, para lo que se cuenta con el apoyo de la FAO, con el liderazgo del MGAP y el apoyo de un grupo interinstitucional de trabajo, constituido por varios ministerios e instituciones como la Universidad de la República, Uruguay XXI, ANII, INIA, Conycit y AUCI, además de representantes del sector privado, buscando coincidencias en el marco de la investigación y la capacitación, además de instancias especificas de consulta.
Como principio de acción, para el período 2024 – 2026 se han establecido prioridades que se orientan en sus indicativos para dirigirse al desarrollo productivo y territorial sostenible, incluyendo la consolidación de certificaciones y estandarizaciones para la madera estructural, el fomento de sistemas innovadores de producción integrados, la identificación de barreras de mercado para el desarrollo de bioproductos, el mapeo de regiones bioeconómicas del país, y la elaboración de un denominado Plan Nacional de Insumos, con el agregado de acciones de fomento a la investigación y desarrollo, con énfasis en el impulso a la investigación dentro de parques industriales para utilización de subproductos y su aplicabilidad en escala, estudio y fomento del bosque nativo como fuente de servicios ecosistémico y de productos de valor agregado.
Estamos pues ante un marco orientador de hacia donde deberían encaminarse las prioridades a llevar adelante para la sustentabilidad de una bioeconomía que es muy diversa, y que es enormemente abarcativa sobre todo en nuestro país, que es de base esencialmente agropecuaria, donde prácticamente todo tiene que ver con el territorio, con la bioeconomía en su más amplia concepción y diversidad, porque es precisamente la columna vertebral en un país donde la producción primaria juega un rol fundamental.
Y es en esta amplitud por donde pasan las dificultades, porque en una primera visión no hay actividad que escape al marco que establece a priori este plan estratégico, y la sustentabilidad debería ser el principio obligado de toda acción que se desarrolle en las respectivas áreas.
La certificación es un primer paso obligado para las explotaciones en la bioeconomía, no solo por su implicancia medioambiental, sino que también forma parte clave de los requisitos que exigen los mercados internacionales, en tanto la conformación de un grupo de trabajo interinstitucional, que comprende aspectos básicos como la investigación focalizada y la capacitación, son también conceptos insoslayables para el desarrollo de los procesos y la sostenibilidad, aspecto este que debe compatibilizarse con la preservación de recursos naturales.
Son de recibo además acciones relacionadas con la industrialización, por ejemplo apuntando a la descarbonización mediante la utilización de biomasa como fuente de energía, el impulso de biorrefinerías para la producción de energía y la obtención de productos químicos de alto valor agregado, así como identificar barreras para el desarrollo de bioproductos de la revalorización de desechos y subproductos de la industria láctea, forestal y pesquera.
Un amplio marco, un rumbo que hay que seguir, pero debe tenerse presente además que la bioeconomía está subordinada a la “economía” a secas, que es la que hasta ahora ha primado las más de las veces y no precisamente para bien, porque por regla general suelen quedar por el camino premisas de “sustentable” y de “preservación” de recursos naturales incluyendo la delimitación territorial para los emplazamientos y el uso de suelos.
Es que en un país en el que históricamente han primado las urgencias por sobre lo importante, en el que todos los gobiernos han hecho la vista gorda y han sido contemplativos para autorizar y hasta alentar emprendimientos no siempre amigables con el medio ambiente, con exoneraciones tributarias y hasta subsidios directos o encubiertos, en aras de crear fuentes de trabajo y el ingreso de divisas, el tema medioambiental ha pasado generalmente a segundo plano, y nada indica que por contar con un plan estratégico y una hoja de ruta sobre bioeconomía, a la hora de las definiciones nuevamente no primarán las mismas prioridades que hasta ahora se han aplicado.
Por lo tanto, aunque debe tomarse con pinzas la efectividad que desde el punto de vista práctico se pueda llegar a concretar mediante esta línea estratégica, por mejor intención que se tenga, en el mejor de los casos, es sí de esperar que se logre apoyo significativo para la investigación e identificación de áreas a priorizar en el marco de la bioeconomía. → Leer más