En reciente comentario vertido en el marco de publicaciones del Regional Norte del Colegio Médico del Uruguay, el Dr. Oscar Mendoza Sabarró trajo al tapete una problemática muy actual, a la vez que sensible, respecto a la particular situación a que se enfrentan los médicos cuando reciben a pacientes que van previamente o lo hacen con posterioridad, con información obtenida en Internet respecto a sus posibles dolencias, similitud con síntomas y a su vez eventuales tratamientos o respuestas a sus problemas de salud, lo que genera una interrelación muy distinta a la que se daba hasta hace no muchos años, en los que no había este acceso universal a la información.
En nota publicada en EL TELEGRAFO, el profesional aborda una serie de facetas relacionadas con el tema, a partir de su participación junto a algunos de sus colegas en el taller organizado por el Centro Médico SMQS, como parte de una instancia de formación técnica continua, a comienzos del presente milenio.
Destaca que uno de los puntos estratégicos de ese taller fue incorporar las herramientas para enfrentar el cambio del paradigma tradicional del manejo de la información y del poder simbólico, del rol de la profesión hasta entonces en un modelo asistencialista y paternalista, donde el rol de poder y de actuar como “padre” recaía en la figura del médico, sin espacio para la participación del paciente y su familia.
Pero la posibilidad de que los pacientes accedan a una amplia información disponible en Internet ha generado, cada vez con mayor frecuencia, “que nuestros usuarios concurran a nuestras consultas con una idea de qué enfermedad padecen, los estudios que deberíamos solicitarle y la medicación que debiéramos recetarle”.
Sobre todo, evalúa Mendoza que “más a menudo de lo que nos gustaría, vemos algunas situaciones de enojo por parte de algunos colegas, respecto hacia alguna mención de la búsqueda previa a la consulta por parte del usuario o sus familiares, más aún respecto a los síntomas relacionados con alguna enfermedad. Ese enojo y el mantenimiento de actitudes paternalistas irremediablemente terminarán con una experiencia insatisfactoria para ambos, en donde seguramente ese paciente no desarrolle confianza en ese profesional, condición fundamental para llevar adelante cualquier relación interpersonal”.
A su juicio, en cambio, decirle al usuario que es entendible su preocupación, “que entendemos su ansiedad por un diagnóstico”, es la mejor manera de desarrollar una relación médico-paciente-familia, de confianza, que permitirá que las decisiones sean tomadas en los mejores términos, “compartiendo información de calidad y en un ambiente donde las expectativas del equipo asistencial y del usuario y su entorno se planteen con sinceridad y adecuando las expectativas de ambos componentes a las situaciones que surjan en el proceso asistencial”.
Esta posibilidad que tiene el paciente de estar actualizado respecto a lo que cabe esperar del médico ante la información que recabe sobre síntomas, diagnóstico y tratamiento es una herramienta que debe evaluarse como positiva, porque lo pone a cubierto de sorpresas, lo sitúa cercano a la realidad y los pro y los contra de determinados tratamientos o alternativas, a la vez que el médico se encuentra ante una exigencia en su respuesta que es bienvenida, para mejorar la calidad de la atención, al fin de cuentas.
Pero claro, hay que plantear esta relación en sus justos términos, porque más información no significa contar necesariamente con información de calidad y aplicable a cada caso, aspecto este que solo puede ser evaluado por el profesional consultado, por lo que el primer punto que debe aclararse es que en Internet hay mucha “basura”, y que el paciente y/o sus familiares y amigos deben orientarse a una búsqueda desde varias fuentes, lo más confiables posibles, y buscar las coincidencias, descartando la tentación de llevarse por cantos de sirena de remedios y tratamientos milagrosos, que abundan en páginas web, redes y YouTube, a la vez que es posible que sean aplicables en una realidad que es distinta a la nuestra.
Lo expresa correctamente el Dr. Oscar Mendoza cuando señala que es importante transmitir “a nuestros pacientes que no toda la información que se encuentra en la red es científicamente correcta, que las sociedades científicas realizan consensos basados en estudios realizados en muchos países y algunas conductas de prevención e indicaciones de tratamiento se adaptan a las propias realidades regionales, donde se tienen en cuenta factores modificables (hábitos de alimentación poco saludable, consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias, falta de ejercicio y recreación, que son perjudiciales para una salud integral) y los no modificables, como sexo genético, edad, factores de riesgo que se heredan”.
Desde una abordaje general, debemos señalar que Internet efectivamente ha puesto prácticamente toda la información al alcance de cualquiera, para bien y para mal, y en cuestión de salud, posiblemente el mejor uso de la red es resolver dudas, pero puede potenciar a la vez aspectos como la hipocondría, una preocupación excesiva por la salud, que alienta que la persona se convence de que sufre una enfermedad grave y por eso revisa de forma obsesiva y constante los posibles síntomas, y esto puede llegar a afectar incluso a su vida social, laboral o familiar al tiempo que genera trastorno de ansiedad.
Asimismo, con la facilidad de acceso a todo tipo de información médica en Internet ha surgido la que se conoce como hipocondría digital o cibercondría, cuando la persona recurre constantemente a Google para saber cuál puede ser el origen de cualquier malestar que sienta, creyendo más probables aquellas informaciones que apuntan a enfermedades graves. A esta facilidad de acceso a la información hay que añadir la rapidez; en lugar de esperar a ver si un síntoma perdura y, de ser así, pedir cita con el médico, puede darse––y se da más a menudo de lo que parece– que la persona sienta y caiga en la tentación de automedicarse y recién después eventualmente consultar al médico.
Otra posibilidad es que la persona se atienda y sea prescripta de medicación por el profesional, pero a la vez simultáneamente recurra a remedios alternativos que encuentra en las páginas de Internet, lo que hace que se medique por dos vías, incluyendo “remedios” caseros y tratamientos “infalibles”, eventualmente, y así se complique solo con la concurrencia de tratamientos redundantes o que interaccionan entre sí en forma perjudicial.
La búsqueda de datos sobre alguna dolencia en Internet no es desaconsejable en sí misma, ya que puede servir para ampliar alguna duda puntual que surja pero suelen ser perjudiciales si se busca información sobre determinados síntomas para llegar a establecer un diagnóstico sobre lo que nos pasa sin consultar con el médico, y precisamente uno de los mayores riesgos de recurrir a Internet es el autodiagnóstico de enfermedades, lo que puede poner en riesgo la salud de la persona, en tanto también hay hipocondríacos digitales que van al médico tras haber consultado en Internet y rebaten al doctor cualquier diagnóstico diferente. Hasta recurren a varios médicos, buscando alguno que les reafirme en su creencia.
La mejor alternativa, como bien sostiene el Dr. Córdoba, es establecer una relación tripartita entre el paciente, el equipo asistencial y la familia, como el mejor escenario para que el paciente sea bien atendido y su tratamiento se encuadre satisfactoriamente, dentro de las posibilidades de que se dispone en cada caso, para una resolución adecuada de su problemática de salud. Pero ciertamente, para eso debería mejorarse mucho el sistema de salud. → Leer más