
A sus 87 años, Walter Enrique Vega De Agostini, junto a su esposa Nelsa Rodríguez, de casi 90, disfrutan de las distintas actividades sociales que les ofrece Ajupe, manteniendo un espíritu jovial y alegre, como lo pudimos percibir en la visita que hace pocos días hicimos a su hogar, y donde fuimos recibidos en forma muy cordial.
Walter nació el 26 de abril de 1937 y fue el menor de cuatro hermanos en el hogar de Orfila y Francisco, como se llamaban sus padres. Su primera infancia la vivió en las costas del arroyo San Francisco chico, donde su padre explotaba una chacra, en la que plantaban trigo, lino, boniatos, papas, zapallos, que “se cosechaban para el consumo de la casa.
Era un rancho grande, con paredes de terrón y techo de paja”, según describió, recordando que frecuentemente recibían la visita de parientes de la ciudad, “que iban a trabajar o de paseo”. A los 7 u 8 años, se trasladaron momentáneamente a la casa de los abuelos maternos en las inmediaciones del aeropuerto.
En esa época comienza la primaria, en la Escuela 25 de San Félix, y vive incluso algún tiempo en la casa de unos tíos por la cercanía con el centro escolar. “Fue una linda niñez”, aseguró, comentando que él tenía su propio “petiso, y yo era el único que andaba en ese caballo”. Más tarde, cuando su padre ya había fallecido, su madre junto a sus hermanos se instalan definitivamente en la ciudad, y continúa sus estudios en el Colegio del Rosario. En ese momento comienzan a instalarse las primeras fábricas en Paysandú, “Azucarlito, Paycueros, Paylana y en esta última fábrica mi hermana trabajó”, recordó.
Para complementar su formación –primero luego del horario escolar y siendo más grande al terminar la jornada laboral– “iba a clases de contabilidad para banco”, señaló.
Su primer trabajo fue “en un lavadero de ropa que se había instalado en la ciudad, creo que si no fue el primero, fue el segundo, que estaba ubicado en Monte Caseros y Sarandí. Yo era mandadero y ayudaba en el planchado de la ropa y las sábanas. Tenía una bicicleta pesada, que seguro hoy con el material de esa bicicleta te hacen un auto”, bromeó.
En aquellos años también “jugué al fútbol 2 o 3 años en Los Sauces”, recordó.
Su vida laboral continuó en Azucarlito durante una zafra y luego en Norteña. “Ingresé como peón; trabajaba en la embotelladora, donde se limpiaban las botellas que descargaban los camiones en una máquina de lavado de última generación que había traído Norteña y yo supervisaba”. Pero como tenía formación contable, tras dar un examen “ingreso como auxiliar contable” en el sector Comercial. Años más tarde ingresó en la Sección de Ventas, pero estaba dedicado exclusivamente a los clientes de la campaña, y por ello debía recorrer todos los pueblitos, como “Esperanza, Porvenir, Guichón”, citó.
Con el transcurrir del tiempo, teniendo en cuenta su experiencia, sus superiores lo convocan para ocuparse de la supervisión de ventas en Salto, primero, y en Artigas, después. En total trabajó durante 25 años en Norteña, indicó.
Por distintas circunstancias debieron mudarse a Montevideo, donde trabajó en una fábrica de papel y en otras firmas, siempre dedicándose a las ventas, y finalmente se jubiló.
Junto a su esposa continuaron residiendo en Montevideo durante unos 18 años y luego se mudaron a Canelones. Pero hace un año decidieron retornar a Paysandú, dado que aquí tienen familiares y se sienten “más acompañados”, según comentó su esposa.
Al finalizar nuestra entrevista, Walter se mostró conforme con el transcurso de su vida “en un alto porcentaje”, aunque reconoció que a veces impone “cambios”, que no siempre se buscan pero llegan igual. Formó una hermosa familia con 4 hijos, César Enrique, Jorge Daniel, Beatriz y Rodolfo y 5 nietos, pero enviudó tempranamente.
Sin embargo, tuvo la fortuna de rehacer su vida junto a Nelsa. Según confiaron están próximos a celebrar sus 40 años de casados.
INTEGRADOS A LOS ESPACIOS QUE OFRECE AJUPE
En esta nueva etapa de sus vidas en nuestra ciudad, se sienten muy cómodos e integrados a las distintas propuestas que les ofrece Ajupe, institución a la que se acercaron por la recomendación médica de que asistieran a clases de gimnasia, por ser muy convenientes para la salud, destacó Nelsa. Descubrieron así este espacio, con el que reconocen que están “chochos”. Forman parte del coro “Ejemplo de Vida”, un grupo en el que “nos divertimos mucho y con el que recorremos distintos lugares. Y anoche nos divertimos mucho en la noche de la Nostalgia”, contaron muy entusiasmados.