En los últimos años se registra un incremento de las muertes por paros cardíacos en Uruguay. Al mismo tiempo, el cáncer puede convertirse en la primera causa de fallecimiento en tanto iguala desde 2023 a las enfermedades cardiovasculares.
En las últimas semanas, Paysandú ha sido sede de distintos encuentros académicos enfocados en el abordaje de la prevención y tratamiento de estas enfermedades, junto a los cuidados paliativos y la salud mental.
Hasta el 2022, el cáncer ocupaba el segundo lugar detrás de las enfermedades cardiovasculares, pero comenzaron a quedar prácticamente igualadas en 2023 y se aguardan los datos de este año. Conforman el grupo de las enfermedades no transmisibles –o ENT– que, a nivel mundial, causan el 74% de las muertes y en las Américas corresponden a 8 de cada 10 defunciones anuales.
Las ENT requieren de un enfoque comunitario para controlar los factores de riesgo y la insistencia a través de campañas de bien público que pongan esta problemática en evidencia.
Cuestiones relacionadas a la hipertensión arterial, sedentarismo, sobreperso u obesidad y sus vinculaciones con enfermedades crónicas, cambios anímicos o emocionales, se vuelven primordiales para promover hábitos saludables o alertas tempranas sobre distintos tipos de dolor –cuándo es agudo o cuándo es crónico– así como cambios a nivel del organismo.
Sostener una cultura de la prevención con fuertes enfoques por distintos medios, es indispensable para evitar la tensión en la atención en las puertas de las emergencias o las muertes súbitas.
Hace algunas semanas la ministra de Salud Pública, Karina Rando, mostraba las estadísticas uruguayas. Cada año hay en promedio 14.000 nuevos casos de cáncer y unas 8.200 muertes por esta causa. Sin dudas, en las mujeres lidera el cáncer de mama y en los hombres el cáncer de pulmón.
El año pasado estuvo en el país una misión internacional que planteó la necesidad de mayores recursos financieros y humanos para la atención con el agregado de nuevos test. De esas recomendaciones surgieron algunas decisiones, como la incorporación del test de HPV desde 2025, análisis para detectar el cáncer colorrectal, así como mejoras en los laboratorios, con nuevas tecnologías y menor tiempo de espera.
Por el lado de las enfermedades cardiovasculares, en los últimos años se mantiene el registro en aumento de la tasa de mortalidad por paros cardíacos. En este sentido, la Sociedad Uruguaya de Cardiología analizó el incremento pero lo desvinculó de la COVID-19 y presentó sus resultados en un congreso de la especialidad, efectuado en 2022.
Sin embargo, el estudio aclaró que la enfermedad aumentaba otros riesgos en comparación con pacientes que no fueron positivos. Incluso, los especialistas analizaron la sobrecarga del sistema de atención a la salud y los datos arrojaron que durante el primer semestre de 2021 se incrementaron los paros cardíacos extra hospitalarios.
La evolución de las muertes por enfermedades cardiovasculares están lideradas por los ACV con una mortalidad de 62,2 cada 100.000 habitantes. Le siguen los infartos o enfermedades isquémicas con el 59,2 y los paros cardíacos representan el 31,7 de los casos.
Los registros no paran de crecer desde 2017, incluso en medio de la pandemia. Y para tener en cuenta el aumento sostenido, alcanza con comparar las cifras de los paros cardíacos que son el doble a los diagnosticados durante el año 2020 cuando se contabilizaron el 16,7% de los casos.
Los especialistas alegan que los números pueden ser mayores ante las dificultades para su identificación y reclaman, desde hace algunos años, la necesidad de instrumentar un Registro Nacional de Paro Cardíaco.
La mayoría de las situaciones –el 64%– ocurren en el domicilio y los cardiólogos remarcan que no se saben las causas del fallecimiento. En la actualidad, el dato forma parte del certificado de defunción del paciente.
En los encuentros se reitera la expresión “muertes evitables” y se clasifican como “prevenibles” o con posibilidades de intervenciones antes de que aparezca la enfermedad. También se refieren a las “tratables”, con acciones efectivas para bajar la mortalidad.
De estos grupos, entre 2022 y 2023 del total de los fallecimientos, más del 40% de los casos corresponden a situaciones “prevenibles” y en torno al 21%, se definieron como “tratables”. Pero el porcentaje se eleva en ambos casos al referirse a las enfermedades cardiovasculares. El 32,5% de las muertes fueron “prevenibles” y el 35,2%, “tratables”. Y si se discriminaran por géneros, existe una igualdad de oportunidades tanto si se habla de hombres como de mujeres.
La Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular define en su portal que las ENT “son un problema de salud pública”. Por ejemplo, la diabetes que padecen unas 300.000 personas en Uruguay, en tanto hay 150.000 que no saben que tienen la enfermedad. Es uno de los factores de riesgo constantes y destacados por los médicos.
No obstante, luego de cinco años, el Ministerio de Salud Pública anunció en agosto pasado la reglamentación de la ley de diabetes y otras enfermedades no transmisibles, creada en el año 2019. Las organizaciones que nuclean a pacientes de esta enfermedad crónica, reclaman avances en la calidad del tratamiento, en tanto hay insulinas más modernas que no se encuentran en Uruguay.
Sin embargo, ese no es el único reclamo. Las campañas de prevención enfocadas al público objetivo –como los casos mencionados de mama y pulmón– deben reiterarse en las plataformas y formar parte de campañas que hablen de los innumerables factores de riesgo por diferentes medios.
La detección temprana, la mejora de los tratamientos y la definición de recursos hacen la diferencia en un país que incrementa su población de personas mayores. Por ende, de enfermedades crónicas asociadas a la vida moderna que retiene a las comunidades en la comodidad de los sillones, de la comida preparada y de un incremento en la movilidad vehicular que ha bajado la percepción de medir los riesgos.
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