Escribe Ernesto Kreimerman: Trump vs Kamala, la proyección de un liderazgo
El 5 de noviembre es la fecha señalada. Será el día de las sexagésimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos. No se trata de una renovación dentro del sistema, sino que hay una necesidad del sistema de reconsolidar y aventar los fantasmas de la inestabilidad, dándole estabilidad y proyección, tanto institucional como de gestión.
Varias sociedades, tanto de nuestro continente como de la vieja Europa, que son democracias liberales de larga data, dan señales de desconsolidación democráticas, como el caso de Venezuela. Pero no es el único ejemplo. En tren de enumerar, hay que listar a Australia, Reino Unido, Países Bajos, Nueva Zelanda, Suecia y el propio Estados Unidos. Con historias y derroteros cercanos pero muy diferentes, lo cierto es que se ha reducido el núcleo de personas que entienden que es “esencial” vivir bajo una institucionalidad democrática consolidada, que establezca la defensa de los débiles frente a los atropellos, y sucede en especial entre las generaciones más jóvenes.
Así como han ingresado en una crisis profunda los organismos multilaterales, afectándose gravemente aspectos fundamentales de la ponderación y los equilibrios, es igualmente cierto y dramático que concomitantemente van creciendo las alternativas autocráticas y violentas. En efecto, ello se manifiesta tanto en la Encuesta Europea de Valores como en la Encuesta Mundial de Valores: desde 2014 se constata un aumento. Hasta uno de cada seis estadounidenses, aproximadamente un 16/17%, consideran que una opción autoritaria, un régimen militar sería una opción “buena” o “muy buena”. En 1995, era apenas uno de cada 16, es decir en el orden del 6/6,5%. Pero ha escalado hasta, aproximadamente,16/17%.
Pero hay una arista aún más preocupante: esta deriva autoritaria es, hoy por hoy, especialmente marcada. En un relevamiento anterior de las mismas organizaciones, se detectó que casi un 43% de los adultos mayores estadounidenses calificaban de inconveniente o ilegítimo que las fuerzas armadas se apropiaran de espacios de poder de manera ilegal; menos de la mitad, un 19% de los millennials, se alineaban con esa misma posición. En esta línea, en Europa el 53% de los adultos mayores consideran que sería ilegítimo que las fuerzas armadas tomaran el poder, pero esa adhesión se reduce al 36% en el caso de los millennials.
Mentiras delirantes…
Nunca sucedió. Así de sencillo: jamás pasó algo así. El jueves último, Donald Trump dejó a sus interlocutores boquiabiertos: dijo que recientemente, en un viaje en helicóptero junto a Willie Brown, expareja de la vicepresidenta Kamala Harris, estuvieron a nada de un accidente fatal. Pero la realidad no tiene punto de contacto con la ficción de Trump. En ese vuelo, en el real, no viajaba Willie Brown sino Jerry Brown, exgobernador de California. Por supuesto, no existió tal aterrizaje de emergencia ni tampoco problemas técnicos, ni mucho menos algún tipo de riesgo. Lo corrigió Gavin Newsom, quien también iba en ese vuelo. A carcajadas, casi que celebrando el invento o mofándose de él, Jerry Brown, fue cortante: “No hubo ningún aterrizaje de emergencia y ninguna conversación sobre Kamala Harris. Yo digo que es pura mentira”.
Por supuesto, el relato de Trump fue expuesto con ese aire de trascendencia mágica, lindante con la autodescalificación; “Bueno, conozco muy bien a Willie Brown. De hecho, estábamos juntos cuando se cayó un helicóptero en el que viajábamos”. Y luego, improvisó un relato cinematográfico, acerca de un encuentro próximo a la muerte condimentado con chismes acerca de circunstancias políticas “estando” al borde la muerte.
Y remató así el relato: “Y Willie estaba… estaba un poco preocupado. Así que lo conozco, lo conozco bastante bien. Quiero decir, no lo he visto en años. Pero me dijo cosas terribles sobre ella. Te refieres a eso, supongo. Pero él tuvo mucho que ver en lo que pasó con Kamala. Pero él… él, no sé, tal vez ha cambiado de opinión. Pero él… él no era muy fan de ella, en ese momento”. Pero el New York Times acota una precisión en su edición del pasado día 9: “Both Jerry Brown, left, and Willie Brown, refuted Mr. Trump’s story of a helicopter ride gone wrong”.
La historia es falsa, de principio a fin. Así es la batalla electoral en los Estados Unidos, pautada por las mentiras.
Recalculando
El relevo de Harris por Biden como cabeza de fórmula ha cambiado de manera significativa el posicionamiento demócrata, y también el de los republicanos. Para Ben Shapiro, un destacado estratega mediático de la derecha, “la candidatura Harris-Walz es la más izquierdista de la historia de Estados Unidos. Son un entorno con muchos flancos para atacar”. En síntesis, su planteo es “estabas mejor en el 2019 que como estás en el 2024”.
Para Neil Newhouse, un encuestador republicano, Trump “se siente más cómodo con los ataques basados en la personalidad, en vez de los ataques basados en temas. Pero como Kamala es una relativa desconocida, los ataques relacionados con políticas y temas tendrían más tracción a partir de este momento”. Pero ese giro a Trump le está costando. A tal punto que el sábado de la semana pasada, en Atlanta, un Trump desorientado terminó centrando sus dardos en Brian Kemp, un popular gobernador a quien atacó por no haber secundado las mentiras del 2020, acerca de que le habían robado la elección.
El martes, en el siguiente mitín relevante de campaña, Trump apuntó a Biden, que está fuera de campaña, y, además, para completarla, dijo que ahora “tratará de recuperar la nominación”.
El plan republicano se basa en atacar directo, duro: “hemos definido a Kamala Harris como fracasada, débil y peligrosamente liberal”. Pero hasta ahora, Kamala siempre ha quedado fuera de la mira de Trump, y ha respondido firme y serenamente, reservándose discretamente sus líneas argumentales para los debates. Por ello, no ha concedido entrevistas extensas. Ha administrado los tiempos, pausado los ritmos, y apelado a referentes demócratas más vinculados a una mirada progresista.
Obviamente, el duelo tiene el final abierto. Pero hasta aquí, el posicionamiento de cada uno de los dos líderes muestra a una candidata aplomada, serena y con proyección, y a un caprichoso, superficial y agresivo, sin ideas.
Kamala muestra a un Partido Demócrata ordenado, con alas variadas, pero compatibles, con marcada preocupación social. Trump nuevamente apela al discurso cargado de descalificaciones, “probando apodos estúpidos para Kamala”, según le marcó Ann Coulter, una asesora republicana.
Trump no ha logrado definir una estrategia de campaña. Parece que se convenció a sí mismo de que el retorno era fácil, pero no le está funcionando así. Cada asesor partidario, cada estratega de campaña, tiene su libreto que no han logrado resumir en una estrategia sólida. Por ello, cada acto se ha transformado en un desorden temático sin prioridades, y sin producir en sus adherentes el fervor que en otro momento supo producir.
Por ahora, aplicada y con una fuerte carga emocional que se alinea con la expectativa de los sectores medios, Kamala va transitando ordenadamente, y mandando señales claras, convergentes.
Coulter ha sido muy drástica con Trump: los republicanos que esperaban que Trump hiciera una campaña inteligente y disciplinada se van a sentir muy decepcionados”.
Walz ha reforzado el perfil social de Kamala. Walz gobernador logró aprobar políticas progresistas habiendo consagrado el derecho al aborto en la legislación estatal, legalizando la marihuana recreativa, estableciendo requisitos de licencia médica y familiar remunerada para los empleados y ampliando los controles de antecedentes para la compra de armas.
La prensa política estadounidense no se cansó de repetir que esta elección parecía ser la de los vices, por el valor agregado que añadirían a la fórmula. Trump no pareció tomarlo muy en serio. Pero Kamala sí. No sólo está aprovechando la oportunidad que le ha dado la biología, la está ayudando con inteligencia estratégica.