Con la despedida de Luis Suárez termina más que un ciclo, culmina una era para la selección uruguaya de fútbol. El 9, uno de los más feroces goleadores del fútbol mundial anunció esta semana su alejamiento de la representación nacional, y era el último activo y que seguía en las convocatorias de lo más parecido que tenemos a lo que podríamos llamar a una “generación dorada”, uno de los capitanes del equipo, además.
La relevancia de Luis Suárez no puede ser discutida. Ha sido para muchos el mejor futbolista uruguayo de la historia, y hay datos que avalan la postulación, deportivos y no deportivos; sin ir más lejos su despedida fue motivo de una intervención en el Parlamento, en la casa de la democracia uruguaya. Allí, la vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón, al abrir la sesión al día siguiente del anuncio de Suárez la dedicó unas palabras “a raíz del planteo de varios partidos políticos, y como aquí se reflejan eventos que a nuestra sociedad en oportunidades le alegran, en otros le dan pena o les preocupan, entendemos que es importante manifestar nuestro saludo al jugador de fútbol que nos ha representado en la selección uruguaya y que ha decidido en el día de ayer anunciar su retiro”, dijo. “Queremos agradecerle las alegrías que le ha dado a nuestro pueblo a través de la camiseta que nos representa a todos, y por supuesto deseándole éxitos en el camino que sigue transitando”, agregó, antes de abrir la sesión del día.
Fue una era que tiene gusto a poco desde el punto de vista deportivo, juzgada con ojos de los viejos cronistas que poblaron las redacciones en épocas en que otros jugadores, vestidos de celeste o con las casacas de Nacional y Peñarol, ejercitaban sus bíceps levantando trofeos en el extranjero. “Apenas” una Copa América y un cuarto puesto en el mundial de Sudáfrica, en los ya lejanos 2011 y 2010, cuando el ciclo del maestro Oscar Washington Tabárez alcanzaba a cuatro o cinco años, una cantidad poco habitual para ese momento. Pero es que más que la cantidad de trofeos, hubo otros aspectos que marcaron ese proceso de selección. El primero fue la identificación de parte del público, el reconocimiento que se tributó a esa entrega, a ese compromiso que este grupo de jugadores demostró para con la selección celeste.
Se les recordará por las grandes movilizaciones populares que celebraron la clasificación a semifinales después del dramático partido frente a Ghana y la recepción tras la conquista de la Copa América en Argentina.
Pero hubo otros aspectos que fueron marca en el orillo de este proceso, como la conducta, y allí, indiscutiblemente está plasmada la impronta de Tabárez. Pero no es que fuese una cuestión moral o nada que se le parezca, la conducta como una virtud deportiva, como un valor aplicado a la competencia. Sin ir más lejos, los desbordes con episodios de violencia protagonizados por los jugadores tras la eliminación en el mundial de Qatar y más recientemente en la Copa América de Estados Unidos, devinieron en sanciones que han mermado el potencial del equipo en la competencia clasificatoria a la próxima justa mundialista organizada por la FIFA, que se disputará en el 2026 en América del Norte.
No vamos a repasar la lista de sancionados porque de ello ya se ha ocupado la página deportiva, como corresponde. Hay un quiebre en esa impronta de comportamiento que había marcado la gestión de Tabárez, quien fue despedido y debió retirarse por la puerta de atrás, lamentablemente. Dos episodios de desbordes en las dos últimas grandes competencias de selecciones. Las luces rojas deben estar encendidas en el complejo, hay un rumbo que se perdió y que hay que recuperar de alguna forma. Por más que en la faz deportiva supuestamente no lo iremos a sentir, porque el equipo está bien posicionado en la tabla, pero sobre todo, y especialmente, porque al próximo mundial clasifican muchísimos equipos, seis selecciones de las diez que compiten en la eliminatoria sudamericana irán directamente, ya sería difícil quedar fuera de ese grupo, e incluso el séptimo tendrá la posibilidad de llegar a través de un repechaje.
Otra de las particularidades que tuvo ese episodio en el que Tabárez estuvo al frente de la selección uruguaya fue que logró prácticamente un aislamiento del seleccionado de todo un entorno del fútbol profesional que siempre fue –no dejó nunca de serlo– un ambiente de disputa, de acusaciones cruzadas, de negociaciones sospechadas de manejos turbios. La selección no solamente se aisló de eso; los jugadores, por iniciativa propia se organizaron y llevaron adelante una serie de acciones sociales, primero, construyendo canchas para practicar múltiples deportes en localidades y barrios menos favorecidos de todo el país, después hasta metieron cuchara en temas como la licitación por el equipamiento de la selección, una novela que habrán seguido los futboleros más entusiastas. De alguna forma algunos de aquellos jugadores, aún retirados, han seguido vinculados por medio de la Mutual de jugadores, pero apartados de la selección.
Hoy lo que ha cambiado es que con este retiro de Suárez, el último héroe nacional, está en riesgo aquella identificación. La selección puede dejar de ser ese refugio al que los futboleros acudían a resguardarse en su pasión. Ojalá que no y se pueda retomar esa senda con los referentes actuales, que fin de semana tras fin de semana visten prestigiosas camisetas en el viejo mundo, que han compartido vestuario y concentración con aquellas glorias, pero sobre todo con la próxima generación, que llega a la cita nada menos que con una Copa del Mundo Sub 20 bajo el brazo.
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