Hace algunas semanas el director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), el economista Ignacio Munyo, realizó una detallada e ilustrativa presentación titulada “¿En qué canchas se juega nuestra suerte?” La presentación es una fuente confiable de información política, económica y social de nuestro país y adquiere especial trascendencia en un año en el cual los uruguayos elegiremos a un nuevo gobierno. El subtítulo de la exposición (“La importancia de los factores externos en el desempeño económico del Uruguay”) deja en claro desde el inicio que por tamaño económico y peso político nuestro país tiene escasa trascendencia en el contexto internacional, pero a pesar de ello tiene algunos desafíos pendientes que, en caso de superarlos, puede colocarlo en una senda sostenida y sustentable de crecimiento y desarrollo.
Para medir la importancia de ese contexto, resulta necesario mencionar que 2/3 de los movimientos de la actividad económica de Uruguay en el corto plazo se explican por factores externo, como por ejemplo la actividad económica de Brasil y Argentina, el precio de los alimentos, la tasa de interés internacional y el precio del petróleo. Es importante tener en cuenta que Brasil se consolida como principal mercado de importaciones con más de 271 millones de dólares de productos lácteos y más de 500 millones de dólares entre trigo, vehículos, arroz y malta, mientras que la República Popular China (RPC) es el segundo mercado con el 19%. En materia de apertura comercial, Munyo ha señalado, en otros ámbitos, que “las credenciales democráticas de Uruguay significan una “gran oportunidad” para que el país profundice las relaciones comerciales con Estados Unidos y Europa, y, al mismo tiempo, solicite el ingreso pleno a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Todo ello, estimó, redundaría en afianzar su camino al desarrollo.
A pesar de ello, para Munyo existen diferencias en cuanto a la apertura comercial de nuestro país, debiendo distinguir entre las gestiones realizadas fuera o dentro del Mercosur. En el primer caso (fuera del Mercosur) se señala el caso de la RPC (escaso involucramiento de China en vista de las dificultades existentes con el Mercosur), la iniciativa denominada “American Act” (es necesaria su aprobación en el Congreso de EE.UU. y por ello es poco viable que sea aprobado en un año de altas tensiones electorales como el actual) y el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés, en donde se registró escaso avance con los países miembros y existen reservas en el proceso de aprobación del Acuerdo de Patentes (PCT) en el parlamento dificulta integración al Acuerdo Transpacífico). En el segundo caso (dentro del Mercosur) Munyo señaló el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (que se desinfló, pero se habla de nueva oportunidad en el segundo semestre dependiendo del rumbo que tome el nuevo Parlamento Europeo y la voluntad de Brasil) y el acuerdo Mercosur – Singapur (firmado en diciembre de 2023 supone el primer con un país del sudeste asiático y se busca avanzar en las negociaciones con Corea del Sur, Vietnam, Malasia e Indonesia). El economista dejó en claro la necesidad de diseñar una agenda compatible con el Mercosur (Brasil) para avanzar.
En relación con el mundo del trabajo, Munyo ha destacado en varias ocasiones que el camino es más incierto debido a la “inseguridad laboral latente” de la mano del avance de la tecnología. El mencionado economista manejó estudios internacionales que dan cuenta de la fenomenal penetración de la inteligencia artificial (IA) a nivel mundial: 75% de las compañías aseguran que van a adoptar aplicaciones que realizan tareas complejas. Según esos estudios, 6 de cada 10 trabajadores requerirá entrenamiento en los próximos 5 años, pero muchos de ellos no recibirán los conocimientos necesarios. Uruguay no está ajeno a esa realidad que está moldeando el futuro del empleo: ya se está produciendo más con menos horas de trabajo a nivel de la producción industrial. Cálculos realizados por Ceres, comentó Munyo, muestran el avance de la automatización en actividades muy diversas, una tendencia que se profundiza con la llegada de la IA. A modo de corolario de su exposición, el economista uruguayo destacó que no hay elementos para considerar que las condiciones externas actuales van a favorecer a Uruguay. Como si esto fuera poco, existen también luces de alerta en materia del gasto público. En efecto, en diversas ocasiones el instituto que dirige Munyo ha expresado que el próximo gobierno que se asumirá el 1º de marzo de 2025 tendrá por delante una “encrucijada fiscal” ya que “por un lado, necesita incrementar la inversión pública en áreas clave que tienen amplio consenso político, reflejado en múltiples coincidencias en propuestas de los partidos políticos y avalado por la evidencia” y “por otro lado, la situación fiscal actual exige que cada nuevo aumento de gasto tenga como contrapartida una reducción de otro gasto, por lo menos de magnitud equivalente”. En este sentido Ceres plantea que “el país aún se encuentra rezagado en varias dimensiones del desarrollo al comprarse con países avanzados a los que podría aspirar, tales como la primera infancia, la investigación y desarrollo (I+D), la educación, la vivienda y la seguridad”, por lo que requiere más recursos presupuestales en esas áreas. Pero, “la elevada carga tributaria y el continuo endeudamiento público frena las perspectivas de crecimiento económico del país y, por ende, la viabilidad de la agenda de desarrollo deseada”, añade. “Por lo tanto, resulta inevitable y urgente mejorar la asignación y eficiencia del gasto público”, afirma Ceres. Para esta institución “deberá ser prioridad absoluta del próximo gobierno implementar un plan de transformación del gasto público, con un presupuesto nacional que incorpore una revisión permanente del gasto y apunte a un presupuesto por resultados, siguiendo el ejemplo de muchos países de referencia que han avanzado en esta dirección y han logrado ahorros relevantes de recursos”. (…) “En conclusión, avanzar con un mejor diseño y manejo presupuestal permitirá a Uruguay no solo mejorar la eficiencia del gasto público y reasignar recursos en áreas clave para el desarrollo del país, sino también fortalecer su estructura institucional y garantizar un uso más transparente y efectivo de los recursos, lo que se traduciría en un claro beneficio para toda la sociedad”, finalizó Ceres.
De todo lo expuesto surge que Uruguay tiene ante sí un menú de opciones que requiere coraje, visión de largo y pulso firme para llevarlas adelante. Resulta claro que no siempre podremos elegir las canchas en las cuales se jugará nuestro futuro y por ello el país debe estar preparado para enfrentar los factores externos que pudieran darse. Para bien o para mal, Uruguay (la mítica penillanura suavemente ondulada) forma parte de un sistema global de países, nacionales, sistemas institucionales y fenómenos políticos, económicos, religiosos, sociales y tecnológicos entre otros. No entenderlo de esa forma y no prepararse para ello nos condena a la deriva y al fracaso.
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