Siempre que cruzamos una frontera, que puede ser térmica, así como se puede ver físicamente en el almanaque, que no es del todo precisa, pero que nos mete de lleno en la recta final del año, el bullicio generalizado nos hace pasar por alto algunas de las cosas importantes que van ocurriendo. Es cierto que también a esta altura de los acontecimientos suele “comprimirse” el calendario y hay siempre muchas cosas ocurriendo al mismo tiempo, tal vez porque dejarlo para diciembre pueda terminar derivando en una postergación hasta marzo. Pero este año todo eso se ha potenciado porque estamos en el tramo final de un ciclo electoral, a pocos días de definir un nuevo gobierno. Y sin embargo hay un gobierno que sigue en funciones, que sigue trabajando y que sigue tomando decisiones relevantes, que pueden marcar un cambio significativo, aunque tal vez no seamos capaces de verlo en el día a día y lo revaloricemos en el largo plazo. Algo así es lo que ha ocurrido con la firma del Decreto 292/2024 por el Poder Ejecutivo, con el que ha aprobado el Reglamento para la Gestión Integral de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE). Este reglamento, tiene alcance nacional y abarca los aparatos eléctricos y electrónicos, fabricados o importados, que vayan a ser utilizados en nuestro país. Se basa en la idea de la responsabilidad extendida del productor, en este caso del fabricante o importador, y tiene como gran desafío ampliar las capacidades actuales para la debida gestión de residuos de este tipo, una vez culminen su vida útil y se plantea la ambiciosa meta de, además, promover la inclusión social de los clasificadores y la revalorización del oficio de los reparadores. El mismo ministro de Ambiente, Robert Bouvier, planteó que “la gestión integral de este tipo de residuos nos permite generar valor, generar trabajo, oportunidades y fundamentalmente contribuir al cuidado del ambiente”.
Como efecto cercano se plantea crear un Registro de fabricantes e importadores, que supondrá la obligación para quien importe o fabrique estos aparatos de adherir o contar con un Plan de gestión aprobado por el Ministerio de Ambiente. Ojo, no se trata de algo nuevo o desconocido, es algo que ya se está implementando en el país por ejemplo con los neumáticos, y que ha tenido un resultado destacable, lo mismo que con los recipientes de agroquímicos, que suponían un problema serio de contaminación desperdigados en el campo y de los que se ha logrado sistematizar un mecanismo de recuperación aplicando la logística inversa, es decir, los envases vacíos regresan al lugar donde fueron adquiridos los productos que contenían.
Para dimensionar de alguna manera el problema que suponen los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, cifras del Monitor Mundial de Residuos Electrónicos 2024 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) destacó el rápido aumento de la generación de RAEE. El volumen casi se ha duplicado, de 34 millones de toneladas en 2010 a 62 millones de toneladas en 2022, con previsiones de alcanzar los 82 millones de toneladas en 2030. A pesar de algunos avances en el reciclado de los residuos electrónicos, en 2022 sólo el 22,3% de los RAEE se recogieron y reciclaron oficialmente.
En cuanto a los datos de nuestro país, no hay cifras precisas sobre el volumen de residuos eléctricos y electrónicos, las estimaciones al respecto se basan en cálculos de vida útil a partir de informes de importación, pero no más que eso. Hay cifras parciales, como por ejemplo las que presentó la Intendencia de Montevideo en octubre del año pasado, con motivo del Día Mundial de los Residuos Electrónicos, que se celebra el día 14 de ese mes. Desde abril de 2023 hasta ese entonces los Ecocentro Prado y Buceo habían recibido “más de 50.000 kilos de aparatos eléctricos y electrónicos: heladeras, aires acondicionados, calefones, cocinas, microondas, aspiradoras, TV, tostadoras, cafeteras, computadoras, celulares y cargadores, lámparas, entre otros”, publicó. Este volumen en circuitos formales y restringido a dos puntos muy específicos de la capital del país nos permiten hacernos idea de que estamos frente a un tema serio.
El “Observatorio mundial de los residuos electrónicos 2020” estimaba que Uruguay generaba 10,5 Kg/hab., un valor notoriamente superior al promedio de América del Sur, de 9,1 Kg/hab., bastante por debajo, sin embargo de EE.UU. (21 Kg/hab.), Canadá (20,9 Kg/hab.), la Unión Europea (16,2 Kg/hab.) y Oceanía (16,1 Kg/hab.).
Entre las virtudes del reglamento está la de buscar minimizar la generación de residuos y facilitar los procesos de reciclaje y valorización, “propendiendo a prolongar la vida útil de los aparatos eléctricos y electrónicos, sin desmedro de la seguridad en su uso”. En esto hace especial énfasis en “la promoción de diseños que tengan en cuenta la reparabilidad, el reuso y la durabilidad”. Además de obligar “a incorporar en las estrategias comerciales mecanismos que promuevan el mantenimiento preventivo y la reparación, así como asegurar la existencia de servicios técnicos o canales de reparación e informar sobre sistemas de captación de estos aparatos”.
Habrá que ver después cómo funciona en la práctica, pero no sería mala cosa que la puesta en práctica de este reglamento ayude a que se eleve el estándar de calidad de los productos que ingresan al país. Productos malos y baratos ingresan por miles y terminan en poco tiempo en el descarte, generando los problemas ambientales que hoy se pretende prevenir y remediar. Si un efecto de esta normativa es que al encarecerse los procesos por efecto de los costos de logística adicionales que habrá que afrontar, será más conveniente ofrecer productos de mejor calidad y durabilidad. El tiempo lo dirá. → Leer más