Más proteccionismo, menos comercio

En las últimas horas la ministra francesa de Agricultura, Annie Genevard, aseguró que el tratado de libre comercio negociado entre la Unión Europea (UE) y los países del Mercosur, al que se opone Francia, “no se firmará” en la cumbre del G20 en Rio de Janeiro del 18 y 19 de este mes de noviembre. Según la ministra, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “conoce perfectamente la posición de Francia sobre el Mercosur, así como de otros países, y esa es la razón por la que este acuerdo no se firmará en Rio en unos días”, afirmó en la cadena de televisión France3.
La ministra sostuvo que “es un mal acuerdo”, asegurando que significaría la llegada a Francia de “99.000 toneladas de carne de res, 180.000 toneladas de azúcar y otras tantas de carne de ave” para competir directamente con los productores locales, a la vez que reafirmó que estas colocaciones se harían “además, a costa de la deforestación y los estándares ambientales”.
La secretaria de Estado reafirmó por lo tanto la histórica posición francesa de oponerse a todo acuerdo con los países signatarios del bloque sudamericano, con la excusa de que las producciones de esta parte del globo se hacen en base a la agresión sistemática al medio ambiente y por lo tanto erigiéndose así como una abanderada de la defensa del medio ambiente.
Pero la verdad de la milanesa es que es sólo por una causa proteccionista y que se hace eco de la también postura histórica de las gremiales del agro francesas, desde que nuevamente los sindicatos agrícolas franceses se oponen categóricamente a la firma de este acuerdo, porque en lo que es producción agropecuaria Europa es infinitamente más ineficiente que los países de Mercosur.
Hasta no hace mucho, analistas sudamericanos consideraban que los cinco países que integran el Mercosur están cada vez más cerca de finalizar un acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) que lleva más de dos décadas gestándose, esperando que Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia –país que integra el Mercosur desde el año pasado– y la UE concluyeran las negociaciones sobre el acuerdo tras avances logrados en la resolución de los contenciosos, para un acuerdo que lleva negociándose desde 1999.
Un diplomático europeo declaró al Financial Times (FT) que el acuerdo es “una necesidad geopolítica y económica”, añadiendo que los países del Mercosur son un destino codiciado para los exportadores europeos.
Según la Comisión Europea, el acuerdo crearía un mercado de 780 millones de personas y ahorraría a las empresas europeas más de 4.000 millones de euros anuales en aranceles, informa el FT. Las empresas de la UE tienen inversiones por valor de 330.000 millones de euros (360.500 millones de dólares) en los cinco países sudamericanos.
Sin embargo, como señalábamos, el eternamente postergado acuerdo se ha enfrentado a la oposición del presidente francés, Emmanuel Macron, quien ha argumentado que la propuesta fomentaría la destrución medioambiental en Latinoamérica y crearía competencia desleal para los agricultores. Austria ha sido el único país que ha apoyado la posición de Francia, pero el acuerdo podría ser aprobado parcialmente por una mayoría “cualificada” de al menos 15 países de la UE y ratificado por el Parlamento Europeo, lo que por cierto todavía está por verse.
En realidad, en su historia de más de 30 años el Mercosur se ha limitado al comercio intrafronteras entre sus asociados y no ha podido firmar acuerdos con otros bloques, a partir fundamentalmente de la postura bilateral que han expuesto Brasil y Argentina, que de esta forma obligan a los más chicos –Paraguay y Uruguay—a depender del mercado interno de los grandes, que no tienen más remedio que negociar dentro del Mercosur porque por una cuestión de escala no pueden competir solos fuera del bloque.
A las perspectivas muy limitadas de concretar el acuerdo con la UE en el encuentro de mediados de este mes se agrega el nada desdeñable ingrediente del resultado de las elecciones en Estados Unidos, donde Donald Trump fue electo presidente por segunda vez y desde Uruguay se empezó a especular sobre qué representa para el país en materia comercial el regreso del controvertido magnate a la Casa Blanca, desde que Uruguay ha puesto de relieve desde hace tiempo su aspiración de concretar un acuerdo bilateral de libre comercio, lo que insólitamente fue rechazado por la oposición de grupos radicales del Frente Amplio durante la administración del expresidente Tabaré Vázquez.
Sobre todo, debe tenerse presente que Estados Unidos es el cuarto principal socio comercial de Uruguay desde hace años, superado solo por China, Brasil y Argentina, si se considera el turismo.
La balanza comercial para Uruguay es positiva en 2024 si solo se toma en cuenta el intercambio comercial de bienes entre ambos países: la nación norteamericana importó bienes uruguayos por un valor de U$S 824 millones, mientras que vendió a Uruguay por U$S 650 millones, lo que representa un saldo favorable de U$S 174 millones, a lo que hay que sumarle las ventas de servicios del sector de tecnologías de la información que en 2023 superó los U$S 2.000 millones.
“No hay impactos directos para Uruguay. Los impactos serían más bien indirectos a partir de las políticas que puede seguir Trump con el proteccionismo y su relación con la región. No va a ser la misma la relación que va a tener con Javier Milei que con Lula. Pero, impactos directos para Uruguay no estoy identificando”, dijo el analista internacional de nuestro país Ignacio Bartesaghi una vez conocidos los resultados electorales.
Es que el “Make America Great Again” promovido por Trump, no es otra cosa que aplicar políticas proteccionistas para la preservación de empleo dentro de Estados Unidos, y lo que es peor, cuando se aplica una medida de esta naturaleza se puede generar una bola de nieve que en este caso sería una oleada proteccionista global, en la que como siempre ocurre, las que más pierden son las economías pequeñas.
Con Francia una vez más torpedeando el acuerdo UE – Mercosur, para proteger su harto subsidiada producción agropecuaria, y el próximo ingreso de las políticas de Trump, todo indica que de no mediar alternativas –que por ahora no se esperan–, la ecuación del comercio mundial presenta a priori desafíos que posiblemente se irán intensificando ya en el curso de 2025, con un recrudecimiento de políticas proteccionistas.
Al fin de cuentas, la lógica del proteccionismo es encarecer los productos extranjeros y/o sustituirlos por los nacionales, de modo tal que el consumidor prefiera comprar estos últimos y así fomentar una especie de economía autosuficiente.
Es decir, un escenario en el que todos pierden de una forma u otra, porque encarece la vida de los pueblos mientras impide crecer a otros, generando en el medio un círculo vicioso que alimenta ineficiencias que se ven disimuladas por subsidios y protecciones arancelarias.

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