El 8 de marzo de 2016, Paysandú fue recorrido por una noticia que resultaba imposible de creer: David Fremd, un querido vecino sanducero, había sido asesinado. Fremd, ampliamente vinculado a nuestra sociedad donde era muy apreciado, fue ultimado a manos de un exdocente de primaria de nombre Carlos Omar Peralta, convertido al Islam, que lo asesinó salvajemente con un cuchillo carnicero por el solo hecho de “ser judío” y según dijo, porque una voz –que le atribuyó a Alá– le dio esa orden”.
Este infame asesinato puso a Paysandú en el mapa del terrorismo y aquello que nunca pensamos que podía suceder en nuestra ciudad finalmente ocurrió. El desprecio por las creencias ajenas y por la vida de otro ser humano nos mostraba su rostro más cruel tomando la vida de un integrante de la colectividad judía, pero podría haber sido la de un musulmán, un católico o una persona de cualquier religión u orientación filosófica e igualmente estaríamos escribiendo este editorial.
De acuerdo con lo informado por la página web de nuestro diario, en los últimos días “La Justicia le otorgó la libertad al homicida del comerciante sanducero David Fremd al ser considerado como ‘compensado’ de la patología psiquiátrica que le habían diagnosticado. Luego de varios informes del Hospital Vilardebó donde estaba internado se llegó al resultado que no debía estar más internado y ahora estará bajo la responsabilidad de su madre, paradójicamente luego de que ASSE se negara a recibirlo en un centro de medio camino por no tener las medidas de seguridad adecuadas. En una resolución por demás polémica, la jueza Ana Ruibal dispuso, el 8 de octubre, el cese de “las medidas de seguridad curativas” impuestas en marzo de 2019 a Carlos Omar Peralta, quien fue declarado por la Justicia como autor inimputable de un delito de homicidio especialmente agravado contra David Fremd, un delito de comisión de actos de odio, desprecio o violencia y de lesiones personales. Desde entonces, Carlos Omar Peralta –actualmente de 42 años– se encontraba internado en el Hospital Vilardebó, donde por fallo judicial se dispuso que esté “con estricto suministro de medicamentos para tratar su patología esquizofrénica”. Si bien al momento del crimen había sido declarado imputable, por entender la acción que había cometido, sin embargo, fue puesto a resguardo del hospital psiquiátrico a fin de evaluarlo con otros profesionales. Siete meses después, en un llamativo giro la valoración concluyó que el homicida “no fue capaz de apreciar el carácter ilícito de sus actos ni determinarse libremente” y que continuaría internado. En junio de 2020, luego de varias pericias siquiátricas y el sometimiento a Juntas Médicas, la Suprema Corte de Justicia determinó que Peralta es inimputable y debía permanecer internado en una institución mental con el estricto suministro de medicamentos para tratar su patología esquizofrénica. De la investigación de la Justicia, copia a la que accedió EL TELEGRAFO, surgió además que el homicida estuvo tres veces internado por alteraciones mentales en el hospital de Salto, consumía marihuana de forma recreativa y creció en un “hogar violento y abandónico”.
De lo mencionado queda claro que el terrorismo nos ganó una vez más. La primera vez, cuando el asesino fue declarado inimputable lo que constituyó una “tomada de pelo” del Poder Judicial, de los jueces y fiscales, de los médicos tratantes y de peritos, pero sobre todo del sistema político que sólo se preocupa por los problemas judiciales de sus integrantes, quienes siempre encontrarán un juez o fiscal amigo (¿o debemos decir correligionario?) que “le saque la castañas del fuego” para que evitar la pena o para que la misma sea más benévola. ¿Acaso Peralta hubiera sido declarado inimputable o puesto en libertad si el asesinado hubiese sido un legislador o un ministro? ¡Seguro que no! Es obvio que la vida de un político vale más que la de cualquier ciudadano común y eso que hay que “sacárselo con peine fino”.
La segunda vez, ante esta liberación que crea una situación de peligro no sólo para la familia Fremd o la colectividad judía nacional sino también para cualquier ciudadano, porque recordemos que para el islamismo extremista todos los que no sean musulmanes deben ser destruidos. Y lo que hizo Peralta –y puede volver a hacer—es un acto terrorista islamista. Ante esta posibilidad que esperemos nunca se concrete, nos formulamos algunas preguntas. ¿Quién se hará responsable si este sanguinario asesino que no dudó en enterrar hasta el fondo una cuchilla carnicera varias veces en la espalda de David Fremd, un ciudadano querido y apreciado por todos quienes lo conocían en esta ciudad, vuelve a matar? ¿El Poder Judicial y los jueces? ¿Acaso la jueza Ana Ruibal sentirá al menos algún remordimiento? ¿La Fiscalía General de la Nación y los fiscales? ¿Los médicos y peritos actuantes en el juicio? Todos ellos son responsables. El terrorismo “no se cura” ni puede ser perdonado.
En este contexto, la respuesta de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) es tan ridícula como indignante. ¿Acaso no es posible dedicar rubros para modificar o construir instalaciones donde este terrorista pueda ser recluido? Claro que es posible, pero ASSE “no se complicó la vida”: lo dejo libre y “a otra cosa mariposa”. ¿Qué pasaría si se hiciera lo mismo con todos los delincuentes del país?
Ante este panorama cabe preguntarse… ¿A quién se le ocurrió que el Peralta puede estar bajo la custodia de su madre, siendo que proviene de un hogar “violento y abandónico”? ¿Podrá la madre del asesino saber dónde está, con quien, con quien chatea en Internet, con quién sigue drógándose o con que grupos religiosos extremistas se relaciona e intercambia información? ¿De verdad alguien piensa que la madre es la mejor opción como custodia? ¿Por qué se pensó que la madre podrá hacer lo que ASSE admitió que no podrá realizar con toda su infraestructura y recursos? Es más: de acuerdo con el semanario Búsqueda, “psiquiatras tratantes, peritos y fiscales coincidieron en la ‘alta peligrosidad’ de Carlos Peralta si abandona el tratamiento cuyo seguimiento quedó bajo la supervisión de su madre”. Hay muchos indicios de que se trata de que los responsables se “lavaron las manos” con Peralta y al hacerlo dejaron expuestos a toda la sociedad al accionar de este asesino. Si Peralta lesiona, lastima o mata a alguien hay que recordar muy bien los nombres de esos participantes porque ellos deberán una explicación y una reparación profesional, política, administrativa o patrimonial según el caso.
Esto no se trata únicamente de David Fremd, sino de nuestra vida en comunidad, con acuerdos y discrepancias, pero siempre con paz y tolerancia. No es únicamente un tema que competa sólo a los judíos, sino que nos compete y cuestiona a todos. Se trata de la construcción y vida de la comunidad sanducera, dañada por Peralta en el año 2016 y que ahora puede volver a poner en peligro, aunque sea en otra ciudad. Cualquiera de nosotros puede ser David Fremd, pero hay un solo Carlos Omar Peralta (por ahora) y está en libertad con medidas judiciales que dan risa.
Por todo ello debemos recordar y entender la frase que se atribuye al dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero tampoco me importó. Más tarde se llevaron a los intelectuales, pero como yo no era intelectual, tampoco me importó. Después siguieron con los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde”. → Leer más