Desafíos por baja natalidad y la distribución poblacional

Los datos del último censo de población y vivienda realizado en nuestro país han confirmado que Uruguay sigue la tendencia de países desarrollados en materia poblacional, con retroceso de su población y significativa caída en la tasa de reemplazo –menos nacimientos que defunciones– pero dentro de características propias que es del caso analizar.
Así, un dato primario indica que prácticamente el 96% de la población de Uruguay vive en centros urbanos, contra 87,6% en 1985 y 41% en 1908, y encima, para dar una idea de la real distribución poblacional, tenemos que más de la mitad de los habitantes se concentra en un radio de 30 kilómetros a partir del centro de Montevideo. A la inversa, estas cifras indican que ha seguido en retroceso de la población rural, porque en el interior profundo solo reside el 4 por ciento de la población uruguaya, sobre lo que es pertinente hacer igualmente algunas consideraciones.
Nuestro país no escapa a la tendencia global, desde que por ejemplo la reducción de la población en el campo es un proceso típico que cumplieron todos los países de elevada producción de excedentes agrícolas, pero con diferencias, porque se mantiene una fuerte presencia de familias campesinas en zonas históricas del mundo de extrema pobreza, donde igualmente hay gradualmente un proceso de despoblación rural, que es distinto al de Uruguay.
Con todo, si nos situamos en el continente sudamericano, competidores nuestros en exportaciones de alimentos, como Argentina y Brasil, tienen respectivamente 92 y 86 por ciento de concentración de sus habitantes en ciudades, lo que hace que nuestro país sea “campeón” regional de la despoblación del campo.
Pasando a nuestro departamento, tenemos que en el marco del escenario que se extiende a todo Uruguay, desde 1996 a 2023, es decir un período de 27 años, ha caído a menos de la mitad la cantidad de nacimientos, siguiendo la tendencia nacional, en tanto también se ha mantenido relativamente estable el número de defunciones, de acuerdo a los datos de Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud Pública, que recoge información por edades y lugares de residencia, entre otros parámetros.
En el caso de Paysandú, surge de los datos estadísticos que mientras en 1996 se registraron 2.361 nacimientos, en 2023 esta cifra cayó a 1.164, pero a su vez en el período considerado la tendencia de reducción de nacimientos ha sido sistemática, salvo entre 2012 y 2016, que fue relativamente estable en todo el país, en el entorno de los 48.000, para luego volver a caer.
También hay que tener en cuenta que hay personas que trabajan en zonas rurales y que sin embargo residen en ciudades y centros urbanos, lo que indica que las cifras no son absolutas, pero las variantes por este motivo no son realmente desnivelantes, y encajan en este proceso de procurar residir en los centros urbanos, más allá del lugar en donde se trabaje, porque precisamente de lo que se trata es de tener una mejor calidad de vida, contar con ingresos suficientes y mejores servicios.
Tenemos que con el paso de los años, las mejoras en caminos, comunicaciones y el acceso a medios de transporte propios, ha facilitado que muchas personas residan con sus familias en centros poblados o ciudades y se desplacen día a día hacia sus trabajos en zonas rurales.
Igualmente, Uruguay no solo sufre de despoblación rural, sino también de macrocefalismo histórico, si consideramos que hace un siglo la población de Montevideo no llegaba al 30 por ciento del total, y desde entonces se ha ido incrementando hasta llegar décadas después prácticamente al 50 por ciento, y a su vez superando holgadamente este porcentaje si se considera el área metropolitana de Montevideo, –que incluye crecientes poblaciones de los departamentos vecinos como Canelones y San José– por lo que la concentración ronda el 53% del total.
De toda formas, hoy Montevideo está siendo víctima de su propio éxito, porque la capital ha ido perdiendo población sistemáticamente –es uno de los departamentos que ha perdido población, según los datos del último censo—mientras que en algunas zonas del Interior han crecido, por causas muy particulares, destacándose entre todos el crecimiento de Maldonado, que tiene sus propias características y razones, como eje turístico esteño, al punto que el departamento ha multiplicado por cinco su población desde 1908.
De todas formas, no debe perderse de vista que muchos los habitantes de zonas cercanas a la capital, en realidad trabajan en Montevideo, y utilizan las localidades circundantes como verdaderas ciudades “dormitorio”. Pero además, sigue vigente el fenómeno del país cáscara, es decir que pierden población los departamentos ubicados más o menos en el centro del país, y en cambio la situación, con matices, se da a la inversa en los que están ubicados en zonas fronterizas y en el Este. Pero con una salvedad: en la franja entre Colonia y Rocha, a lo largo del Río de la Plata, se concentra casi el 70 por ciento de la población uruguaya.
Cuesta poco inferir que esta tendencia al plantearse en una economía de un país subdesarrollado, donde los recursos resultan siempre insuficientes, plantea un gran desafío y lo que es peor, al no ser atacada con respuestas valederas, por su gravedad e irreversibilidad se proyecta en todo el tramado socioeconómico del país hacia el futuro. Debemos tener en cuenta además que Uruguay es el país más envejecido de América Latina, con 74 adultos mayores de 65 años cada cien menores de 15 años, que es como se analiza la tasa de envejecimiento, según los informes nacionales y de organismos internacionales que analizan la evolución de la pirámide poblacional.
En este sentido, considerando solamente los índices de natalidad y mortalidad, según un estudio del Banco de Previsión Social nuestro país pasó de una Tasa Global de Fecundidad de 2,73 nacidos cada mil habitantes en 1950 a una estimación de 1,24 nacidos para este año, en tanto la tasa de mortalidad se sitúa en 9,3 en 2024.
Y si bien el envejecimiento de la población es una manifestación de desarrollo muy bienvenida, porque refleja la caída de la mortalidad y el mejor control de la fecundidad en los hogares, al mismo tiempo este proceso genera demandas que sistemas como los de salud, jubilaciones o educación pueden no estar preparados para responder, dado el crecimiento de las necesidades de financiamiento de la población dependiente y la tendencia declinante en la población en edad activa. Estamos por lo tanto ante la convergencia de tendencias que no resultan positivas si las evaluamos objetivamente, por cuanto a un envejecimiento poblacional se agregan la pérdida de población en el campo, y esta es una problemática que desde hace mucho tiempo debería estar en consideración y en búsqueda de respuestas por todo el sistema político, en procura de consenso para medidas de mediano y largo plazo. Ello evitaría que se tenga que salir ocasionalmente a apagar incendios, cada vez más graves, porque las chispas surgen en pradera seca y cuando el viento de la economía mundial se nos pone en contra, estas llamas se avivan y hacen crujir las estructuras debilitadas por el paso de los años, de cuando el Uruguay era otra cosa.