Inauguramos almanaque y como cada año lo hacemos con la esperanza de que el año que comienza sea, cuando menos, mejor que el que despedimos. Lo recibimos como siempre con alegría, con la celebración que las circunstancias permitan y, en la medida de lo posible con la familia o comunicándose con ella. Un nuevo libro comienza a escribirse, y en este caso un libro que sabemos traerá novedades, como siempre ocurre cada vez que cambia un gobierno y más en este caso, en el que el cambio es, además, de partido en el gobierno, algo a lo que nuestro país se ha habituado, en este período de continuidad democrática, el más largo de su historia desde 1985 a esta parte.
Un año que termina siempre es una oportunidad para un balance, pero con el 1º de marzo a la vuelta de la esquina, habrá una mejor oportunidad para pasar raya. Estos meses de tránsito, de transición, quedan algo perdidos en la historia, porque el gobierno entrante todavía no puede empezar a tocar nada, y el saliente se cuida de tocar lo menos posible, entonces el país entra en una dinámica de flotar que se profundiza durante los meses del estío, cuando ya de por sí al uruguayo le gusta tomar distancia de las responsabilidades, meter los pies en el agua y recuperar energía, aunque cada vez sea menos así. Abrimos, además, un año que tendrá las definiciones de los gobiernos departamentales, con todo lo que ello implica, pero también de los gobiernos locales, los municipios, disputas comarcanas que suelen pasar bajo el radar de la cobertura informativa, tantas veces acaparada por los temas nacionales y por los que asumimos como departamentales, aunque muchas veces se trate de asuntos “de la ciudad”.
Quedó atrás un año muy intenso, con elecciones (tres, por falta de una), Juegos Olímpicos, Copa América (¿se acuerdan de la Copa América?), tristemente también guerras, el cambio de gobierno en Argentina y los vínculos regionales, los vaivenes del tipo de cambio y su incidencia en el turismo, un año muy agitado. Ahora no más, de arranque, tendremos en un sudamericano Sub 20 a la celeste saliendo a defender nada menos que el campeonato del mundo. Quedó altísima la vara, así que la expectativa es mucha. Pero también vamos a tener nuevamente en cancha a las selecciones de Paysandú renovando la esperanza de un nuevo título, con el impulso del recientemente conseguido por el fútbol femenino que pusieron a la blanca como la mejor del Interior una vez más.
El año que pasó –aunque bastante sobre el final– se conocieron los datos del censo y supimos algunos detalles más sobre cómo vivimos los uruguayos, con datos que marcan una mejora significativa en la calidad de vida si comparamos con el censo anterior, en 2011 y con los anteriores a ese. No obstante no se puede obviar que tenemos problemas en otras áreas, como la inseguridad, como los consumos problemáticos, como la salud mental asociada a fenómenos como la autoeliminación, que serán desafíos para el gobierno entrante tanto como para los que le sigan, porque no son temas que se pueden resolver sacudiendo una varita mágica.
Para Paysandú el año que inicia será además el de la consolidación como una ciudad universitaria, con la culminación de las obras en curso, aunque en este caso se trate de procesos que no solamente tienen que ver con la consolidación de infraestructura, que no es que no sea importante, pero los avances se miden en otros parámetros. La cantidad de estudiantes de diferentes carreras, tanto en la Universidad de la República, como en la UTEC y en las opciones terciarias que tiene la UTU en nuestro departamento han hecho de Paysandú un verdadero polo, pese a que la ciudad no termina de asumirse como universitaria. Da la impresión que tiene más marketing hablar de la ciudad turística, aunque no termina de despegar, que del impacto que tiene esta realidad universitaria de Paysandú (indudablemente, una de las razones en las que hay que buscar el crecimiento poblacional que ha mostrado el censo). Impacto que tiene su correlato en la economía, porque si bueno es recibir turistas que vengan a usufructuar los servicios, igual o mejor de bueno es tener esta población estable radicada a lo largo del año.
Ahora bien, hay que entender que estos procesos son largos. Por 2017 Paysandú llevaba adelante un proceso de discusión sobre el futuro de la ciudad, abriendo líneas sobre diferentes opciones: cultura y turismo, logística, ambiente, industrias creativas, servicios globales, en fin. No se planteó en ningún escenario este Paysandú Universitario. Pese a que la Universidad de la República ya llevaba rato entre nosotros, en 2023 celebramos los 60 años de la Estación Experimental Mario A. Cassinonni, de la Facultad de Agronomía. Desde entonces no ha parado de crecer con pilares como el Instituto Superior de Educación Física, la Escuela de Tecnología Médica y, por supuesto, la Facultad de Medicina, y ni hablar de la irrupción de la UTEC desde que comenzó a desplegarse por el Interior del país. Fue hasta tal vez una injusticia que no se haya considerado un futuro universitario en esa discusión, cuando ya más que un futuro era una realidad, incluir en la discusión cómo podemos hacer que Paysandú siga creciendo en este desarrollo y se vuelva cada vez más amigable para los estudiantes que llegar para transitar sus carreras junto a nosotros. Claro que cualquiera de las otras opciones en las que buscamos un camino de crecimiento no son de forma alguna excluyentes, y siempre será bueno mejorar el clima de negocios, los servicios y la infraestructura, porque también ello redundará en una mejor calidad de vida para todos.
Por más que el cambio de año no sea otra cosa que un convencionalismo —astronómicamente tendría más sentido comenzar en el solsticio como lo hacían las antiguas civilizaciones—, una nueva agenda es, a la postre, un nuevo libro que comienza a escribirse. Asumámoslo como una nueva oportunidad que se abre. → Leer más