
Cada día y a distintas horas de la jornada, cientos de miles de uruguayos abren una canilla para poner a calentar agua para el mate. Este sencillo acto, solo explicable enteramente en la cuenca del Plata y observado muchas veces como una curiosidad desde naciones del mundo con otras culturas, es un hecho tan simple y cotidiano que no siempre valoramos en su real importancia. Vivimos en un país donde podemos proveernos de agua casi en cualquier parte, dado que la red de agua potable llega a aproximadamente el 95% de la población y que también han existido y existen diferentes planes y apoyos para que los sectores más vulnerables de la población rural también pueda acceder al vital elemento.
Por otra parte, si bien es casi seguro que hasta hace algunos años todos teníamos la ilusión de que jamás podría haber falta de agua en nuestro país, hoy eso parece casi un pensamiento mágico. Lo que se suponía improbable efectivamente pasó y dio lugar a una polémica que continúa hasta el día de hoy respecto a las obras para provisión y acumulación de reservas de agua potable nada menos que para la ciudad más poblada del territorio nacional, Montevideo. No podemos olvidar tampoco que al menos desde hace una década, cada tanto un sonado caso referente a problemas en el abastecimiento de agua a la población ha llamado la atención de autoridades y la sociedad en general. En 2015, por ejemplo, la crisis por la calidad del agua potable en Maldonado también dio origen a una fuerte polémica luego que, durante varias semanas, cuando los vecinos abrían sus canillas recibían agua con mal gusto y mal olor, lo cual hacía imposible consumirla.
En la actualidad, este recurso tan valioso respecto al cual todos deberíamos tomar recaudo en cuidar, se encuentra bajo fuertes presiones producto no de la polémica política, sino de agentes mucho más difíciles de lidiar, como la contaminación proveniente de distinto tipo de actividades, entre ellas las industriales pero también agrícolas, de las cianobacterias, la falta de tratamiento de efluentes sanitarios en poblaciones importantes que descargan a curso de agua –como ocurre en la ciudad de Paysandú– o las dificultades para contar con buenas reservas en algunos puntos del país.
Como hemos planteado desde este espacio en otras oportunidades, la contaminación de cursos de agua por agroquímicos provenientes de distintas fuentes, entre ellas el uso en predios agrícolas o productivos, es un problema presente en el territorio nacional que debe ser objeto de mayores controles para evitar la degradación de recursos sumamente valiosos desde el punto de vista ecosistémico, humano y productivo. Respecto a esto último, son necesarios 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne, por ejemplo. Claro que no hay que ser extremistas, esa agua no “desaparece” sino que continúa con su ciclo natural, e incluso aporta nutrientes a la tierra a través de la orina.
Por otra parte, las experiencias de afectación del agua para uso humano ocurridas han demostrado claramente lo sensible que somos a la degradación de este recurso vital. Ante esto y otras cuestiones elementales referidas a la necesidad de llamar la atención y proteger el recurso y la situación de más de 2.200 millones de personas que viven sin acceso al agua potable en el mundo, es que desde 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 22 de marzo Día Mundial del Agua.
Asimismo, se enfatiza en la necesidad de pasar a la acción para hacer frente a la crisis mundial del agua. Uno de los ejes del Día Mundial del Agua es contribuir al logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6: agua y saneamiento para todos de aquí a 2030, algo que ya se sabe será casi imposible de alcanzar. Este año, el tema del Día Mundial del Agua será “Conservación de los glaciares”. Por otra parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado al 2025 como “Año Internacional de la Conservación de los Glaciares” y a cada 21 de marzo desde hoy como “Día Internacional de la Conservación de los Glaciares”.
Se trata de iniciativas que tienen por objeto aumentar la conciencia mundial sobre el papel decisivo de los glaciares, la nieve y el hielo en el sistema climático y el ciclo del agua, y poner de relieve las repercusiones económicas, sociales y medioambientales de los cambios en la criosfera de la Tierra. Asimismo, promueven el intercambio de mejores prácticas y conocimientos para hacer frente al derretimiento acelerado de los glaciares y sus consecuencias.
Según los datos divulgados por ONU, los glaciares actualmente se derriten más rápido que nunca debido al aumento de la temperatura por el cambio climático, haciendo que el ciclo del agua se vuelva más impredecible y extremo. No solo miles de millones de personas sufren directamente los efectos de los cambios en los flujos de agua de deshielo: crecidas, sequías, deslizamientos de tierra, subida del nivel del mar y daños a ecosistemas, sino que la conservación de los glaciares debería ser tomada como una estrategia de sobrevivencia incluso para quienes vivimos muy lejos de ellos.
En primer lugar, estas formaciones de hielo almacenan aproximadamente el 70% del agua dulce existente, constituyendo la mayor reserva de agua dulce del planeta. Por otra parte, la intensificación del derretimiento de los glaciares contribuye significativamente al aumento del nivel del mar a escala mundial, que hoy se encuentra unos 20 centímetros por encima del nivel del año 1900.
Por otra parte, conviene saber que las masas glaciarias contribuyen a la circulación oceánica, regulando el calor, el dióxido de carbono y los nutrientes que sustentan redes alimentarias por todo el planeta y también tienen la importante función de ayudar a enfriar la Tierra, ya que gracias a su superficie brillante reflejan la luz y grandes cantidades de radiación solar hacia el espacio, así como actúan como escudo natural contra el calentamiento excesivo ayudando a regular la temperatura planetaria. En contrapartida, cuando se derriten, la superficie reflectante se reduce y eso genera una mayor absorción de calor, que acelera el calentamiento global.
Es claro que el agua, incluso en estado sólido, es fundamental para la vida humana y que todos los problemas a escala local están intrínsecamente conectados con efectos no siempre visibles en lo inmediato pero que de una u otra forma nos terminan afectando a todos.
Uruguay fue un país pionero en cuanto a poner el acceso al agua potable como un derecho humano en su Constitución. También se ha pronunciado claramente frente a intentos de privatización. Hoy, los temas de gobernanza del agua como tarea prioritaria, la responsabilidad social y ética respecto a los usos y gestión de este recurso natural, la necesidad de obras que garanticen la reducción de los impactos contaminantes así como el acceso universal al agua y saneamiento –no solo en ampliación sino también sustitución de redes ya obsoletas– son cuestiones que siguen planteadas y que deben ser trabajadas sin pausa para dar garantía al desarrollo humano y social.