
La creciente masificación de la inteligencia artificial (IA) está moldeando nuestras sociedades de maneras transformadoras y desafiantes. Cada vez más las empresas y los gobiernos están adoptando decisiones tendientes a la mejora de los procesos y servicios utilizando diferentes tipos de inteligencia artificial.
Distintos sectores de la sociedad se pueden beneficiar con la implementación de recursos y estrategias basados en estas tecnologías. Por ejemplo, en el ámbito médico la inteligencia artificial facilita diagnósticos precisos y rápidos; a nivel educativo los docentes pueden utilizar asistentes de inteligencia artificial para diversificar actividades, encontrar nuevas ideas, diseñar rúbricas o personalizar sus clases a las necesidades de aprendizaje de cada estudiante. En la agricultura la introducción de estas tecnologías viene en aumento y los algoritmos son utilizados para optimizar cosechas y realizar previsiones, en tanto que en la industria en general buena parte de los procesos de automatización se encaminan hacia el uso de tecnologías inteligentes.
En la vida cotidiana, cada vez es más frecuente que ante la necesidad o demanda de información concreta una persona opte por consultar al chat de alguna de las inteligencias artificiales generativas existentes en lugar de utilizar buscadores de Internet aunque –claro está– también los buscadores han integrado las IA.
Casi en cualquier área de actividad, es innegable que cada vez más las actividades del mundo van por estas sendas, las cuales también se abonan con grandes desafíos e incógnitas.
En este sentido, la discusión existente hace algunos años referida a la superación de la brecha digital en los países desarrollados y en vías de desarrollo podría trasladarse hoy a la cuestión de la inteligencia artificial. Es decir, podríamos considerar que la masificación de la inteligencia artificial democratiza el acceso a herramientas avanzadas dado que esto ya no es algo exclusivo de las grandes empresas sino que también pequeños emprendedores pueden aprovecharla y de esta forma, solucionar problemas de sus negocios o generar nuevos modelos de emprendimientos.
Los estudiantes tienen cada vez más opciones de herramientas de inteligencia artificial con las cuales pueden interactuar para buscar información, realizar preguntas que les permitan analizar textos o modelos estadísticos, sintetizar información y desarrollar revisiones bibliográficas. No obstante, es necesario saber redactar un promp adecuado y contar con ciertas habilidades y conocimientos para ir refinando la consulta y evaluando si la respuesta es adecuada o se trata de una simple alucinación de la herramienta que nada tiene que ver con los conocimientos y estado del arte de un área en particular.
En este sentido, al igual que lo hicieron las visiones optimistas sobre las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en los años ‘90 del siglo XX e inicios del XXI podría pensarse que la inteligencia artificial servirá para disminuir las desigualdades entre las personas pero es necesario entender que también pueden reproducir y reforzar otras desigualdades preexistentes o crear nuevas.
Es justamente en esa encrucijada donde cobran importancia las políticas públicas, las políticas de información y en el caso de la actual Sociedad Digital que vivimos en la actualidad, desempeñan un rol fundamental las políticas nacionales en materia de Inteligencia Artificial.
En Uruguay, en noviembre pasado el Comité Estratégico del Sector Público para la Inteligencia Artificial y Datos aprobó la nueva Estrategia de Inteligencia Artificial, piedra angular para el despliegue de una política pública de IA que comprenda a los sectores público y privado, así como a todas las partes interesadas, para aprovechar su potencial como instrumento para el desarrollo sostenible en todas sus dimensiones. Se pretende también que contribuya al crecimiento económico inclusivo, a la sostenibilidad ambiental del país, al fortalecimiento de su soberanía y a la mejora de la gestión pública.
El documento, que marca un rumbo de acción en la materia, fue creado a través de un proceso participativo que recogió aportes de más de 300 personas de diferentes disciplinas y ámbitos, referentes de más de 40 instituciones del Estado, 11 organizaciones de la sociedad civil, 45 organizaciones del sector privado, la academia y diversos colectivos de interés.
Esa estrategia en materia de inteligencia artificial tiene un horizonte hacia el año 2030 y apunta a establecer un marco de gobernanza que garantice el desarrollo y uso ético, responsable y seguro, con marcos regulatorios claros y procesos eficientes que promuevan la transparencia, la seguridad, la inclusión y la seguridad jurídica en el ámbito de la inteligencia artificial.
Se trata de un proceso ya iniciado dado que hay varios organismos del Estado que han comenzado a desarrollar actividades y prestar servicios utilizando inteligencia artificial como forma de establecer las condiciones necesarias para aprovechar esta posibilidad de innovación que involucra la infraestructura, los datos, la gestión del talento y las habilidades. Es decir, que tiene no solo un componente tecnológico sino también humano.
El objetivo es aprovechar la inteligencia artificial como motor clave para el crecimiento económico con inclusión, el desarrollo sostenible del país, el fortalecimiento de la competitividad del sector privado, la profundización del proceso de transformación digital del Uruguay, la mejora de la gestión y los servicios públicos, y potenciar la investigación y la innovación. No obstante, en esta ecuación es necesario considerar y gestionar los riesgos, los posibles impactos adversos y propiciar una integración crítica de estas nuevas tecnologías en la sociedad de forma que sean una herramienta que apoye y nunca una “caja negra” falta de transparencia y en la cual no es posible saber cómo se toman las decisiones que alimentan los resultados ofrecidos.
El impacto de estas tecnologías inteligentes sobre el empleo y la desigualdad es un gran capítulo que aún se está escribiendo en tanto las computadoras y la robótica van asumiendo no solo ideas repetitivas sino también creativas. Dentro de no mucho tiempo, seguramente veamos oficios y profesiones que enfrentarán grandes desafíos para sobrevivir. Por eso, la formación para el nuevo mundo inteligente va a requerir transiciones para capacitar a tiempo a nuestros trabajadores, técnicos y profesionales. La llamada “cuarta revolución industrial” es un fenómeno global que tendrá velocidades de impacto variables en las diferentes regiones del mundo dependiendo de cuestiones como del desarrollo económico y tecnológico o las tendencias demográficas.
Los derechos individuales relacionados con la protección de los datos, la propiedad intelectual, el uso ético de la información, la invisibilidad de los algoritmos y su vigilancia sobre la conducta de las personas en el mundo digital y, sin lugar a dudas, los sesgos en el entrenamiento de las inteligencias artificiales, así como las habilidades y competencias individuales que son necesarias para interactuar con ellas, plantean grandes desafíos para evitar la vulneración de derechos por los nuevos dispositivos de poder tecnológico. Caminar hacia un mundo más inteligente requiere inteligencia humana y decisiones políticas y éticas que hay que adoptar hoy.