Muchas tradiciones, y por cierto, muchas religiones, han concebido la vida humana como una guerra entre el bien y el mal. Muchas de ellas han dado por bueno que esa lucha se prolongaría eternamente. Por ejemplo, en la mitología egipcia, esa alternancia interminable es entre luz y oscuridad. También ha habido, dentro de esta diversidad, quienes temerosos o no, asumieron que el conflicto se resolviera con el triunfo del mal.
Hesíodo, poeta griego del siglo VIII a.C. entendía la historia humana como un proceso de declive desde una edad de oro primigenia hasta una edad de hierro en la que la edad sería destruida. Quizás, si hubiera conocido o imaginado el futuro habría cambiado eso de la edad de hierro por los tiempos de la tecnología. De todos modos, hay algo bastante común entre esas tradiciones: si alguna vez hubo algo parecido a una sociedad perfecta, ésta tuvo que estar situada en el pasado. No resultaba posible que esa pugna cósmica pudiera terminar en una victoria de la luz. Posiblemente por ello, la convicción de que el bien podría triunfar constituía una novedad en el pensamiento humano.
Vendría después, mucho después, la idea de que dualidad entre la luz y las tinieblas es una condición permanente del mundo. Algo que Martin Luther King supo expresar de este modo: “en un determinado aspecto, la historia del hombre es el relato de la lucha entre el bien y el mal”.
Mala escuela
Quizás por esta idea, la educadora María Montessori fue tan radical en su concepción: “la primera idea que el niño debe adquirir es la diferencia entre el bien y el mal”. Entendía que es básico que los niños, los educandos, tempranamente aprendan a discernir entre el bien y el mal, pues esa conceptualización alumbraría sus propios criterios el día de mañana.
Matthew Woodring Stover, novelista estadounidense autor de la saga de novelas Star Wars, lo aterrizó de manera muy terrenal: “el bien y el mal no tienen nada que ver con los dioses. Tiene que ver con nosotros”.
El 7 de octubre…
En una web francesa, www.moroccomail.fr, aparece una columna de Hamás que se titula “Hamás explica por qué atacó el 7 de octubre”. Luego de un largo relato intemporal, resumen en el último párrafo el motivo: “la operación Diluvio de Al-Aqsa del 7 de octubre fue un paso necesario y una respuesta normal para enfrentar las conspiraciones israelíes contra el pueblo palestino y su causa. Fue un acto defensivo en el marco de la eliminación de la ocupación israelí, la reclamación de los derechos de los palestinos y la liberación e independencia, como lo han hecho todos los pueblos del mundo”. El 7 de octubre fueron asesinadas unas 1.300 a 1.400 personas incluyendo ancianos, mujeres y niños, además de 252 secuestrados, buena parte de ellos asesinados cruelmente y otros aún en cautiverio. Esa web fue publicada el 24 de enero de 2024, apenas ha tenido 6 visitas, y una ha sido la de mi lectura.
Ese fue el inicio de un derramamiento de sangre que desgarra el corazón. Las personas no son números, son vidas, sueños y esperanzas. Y en sentido amplio, la cantidad de víctimas comprime el corazón.
Miguel Hernández lo escribió tan sencillo y tan profundo:
“Vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo me arrastran,/ me esparcen el corazón/ y me aventan la garganta…”
También Jorge Drexler escribió y canta, sobre este drama y sobre su corazón dolido.
“No hay muerto que no me duela/ No hay un bando ganador/ No hay nada más que dolor/ Y otra vida que se vuela/ La guerra es muy mala escuela”.
Ubicar responsables
Para Lutero el rol del individuo en la historia puede resumirse en “her stehe ich, ich Kann nicht anders”, “así soy y así seré”, y gracias a la cual los “hombres revelan la energía más indomable y realizan las hazañas más prodigiosas”.
Francois Mignet, en su Historia de la Revolución Francesa (tomos V y VI, 1824), afirmaba que “el hombre puede, por una decisión súbita de su voluntad, introducir en la marcha de los acontecimientos una fuerza nueva, inesperada y variable, capaz de imprimirle otra dirección, pero que, no obstante, sola no se presta a ser medida a causa de su variabilidad”. Podría agregarse que las “cualidades intelectuales y morales del hombre que desempeña un papel más o menos importante en la vida social, su talento, sus conocimientos, su decisión o indecisión, su valor, o cobardía, etcétera, no podían dejar de ejercer una influencia notable sobre el curso y el desenlace de los acontecimientos, y sin embargo, estas cualidades no se explican solamente por las leyes generales del desenvolvimiento de los pueblos, sino que se forman, siempre y en alto grado, bajo la influencia de lo que podríamos llamar casualidades de la vida privada” (Charles Sainte-Beuve).
Destacada la importancia del rol de los individuos en la historia, importa recordarnos que en una revisión de los hechos lo que importa es recordarnos la importancia de precisar responsabilidades, algo particular, basado en hechos concretos.
Paz ya, ahora
Quizás una de las pocas formas de avanzar en un proceso de paz entre Israel y la ANP sea, para empezar, una declaración breve y sencilla, que exprese que estos pueblos ya han hecho un enorme sacrificio. No se puede ni debe seguir sumando muertes en las tierras de nuestros dioses y patriarcas. Ya está bien. Hay que encontrar otro enfoque, sumar aliados nuevos, comprometidos. Fundamentalmente, sumar ciudadanos, sociedad civil.
Ha llegado la hora de acordar una paz, la posible, y a medida que se gane en experiencia y confianza, el acuerdo habrá de crecer en sofisticación y alcance.
Lo primero, lo inmediato, instrumentar una fuerza multinacional de paz, numerosa y equipada, asentada en ambas jurisdicciones, como observadores activos y custodios de la estabilidad e integrada por no menos de seis países, diversos y equilibrados. En esa etapa, generar protocolos de intervención y gestión de las fuerzas de seguridad. Fuerzas de garantías presentes en el territorio, con trabajo de campo.
Por último y no menos importante: serán necesarios fondos para reconstruir las infraestructuras y el tejido productivo, para generar recursos y dignidad laboral. Esta es la prueba definitiva para saber si realmente hay compromiso con la paz. Pasemos de las palabras a las acciones concretas. → Leer más