
Renna O’Rourke era una joven de 19 años de Arizona. Hermosa, graciosa, con talento musical. Su personalidad, como dice su padre “iluminaba el ambiente”. También era “creadora de contenido” o influencer. Profesiones, o si se quiere hobbys –algunos hacen mucho, mucho dinero–, que nacieron no hace mucho y que los jóvenes entienden mucho más que los que ya peinan canas, pero que son lo más popular del mundo.
Ellos mismos se graban haciendo cosas y si lo que viene a la cabeza de cualquiera con una mente más o menos normal es pensar en música, alguna habilidad física, algún talento especial para mostrar, también hay otro costado que, lamentablemente, es tal vez aún más masivo y popular: los retos.
Y el reto al que se subió Renna fue al del “dusting”, que consiste en inhalar aerosoles.
Lo que más se tiene a mano, debido a la tecnología que nos roeda, es el utilizado para limpiar equipos electrónicos. Sí, obviamente, a nadie en su sano juicio se le ocurre inhalar eso. Pero cuando los números de visitantes o likes en tus publicaciones en las redes comienza a bajar, se tienen 19 años y has visto casos en que han pasado ese reto sin que “les pase nada”. ¿Por qué no hacerlo? Así que allá fue Renna. El resultado fue que se le detuvo el corazón y falleció.
No es la primera persona que muere por seguir un reto en las redes para alcanzar más popularidad. Ya hubo casos como el de la Ballena Azul, donde gente aún más joven se planteaba retos cada vez más peligrosos con la triste y obvia conclusión de varias muertes.
Obviamente, son casos para que los sicólogos y siquiatras hinquen el diente y traten de encontrar un origen que, a nosotros los ciudadanos comunes se nos escapa, nos parece totalmente incomprensible. ¿Qué lleva a alguien a ese punto? No buscan el suicidio sino mayores números de personas que las vean y sigan. ¿Vale tanto eso como para arriesgar la propia vida? Parece que sí, al menos para ellos.
El real valor de la existencia para ellos pasa más por ahí que por la familia o el contacto directo con las amistades, como fue siempre desde que el mundo es mundo. El afecto que consiguen desde las oscuras pantallas de sus computadoras o celulares es el mundo entero. Fuera de ahí la vida parece muy poca cosa.
Tan poca cosa que, si se la pierde, tal vez no sea tan grave. Ahora Renna O’Rourke es más popular de lo que nunca fue. Es una noticia mundial. Aunque ella no está para disfrutarlo.