Hoy EL TELEGRAFO cumple 115 años y ha pasado a ser actualmente nada menos que el decano de la prensa nacional, un orgullo para nosotros, para los sanduceros y para el periodismo, algo que seguramente ni siquiera pasó por la mente de sus fundadores el 1º de julio de 1910, cuando salía a la calle nuestro primer ejemplar en una época en que quijotadas como lanzarse a un emprendimiento periodístico eran fruto del entusiasmo de una generación de soñadores, con las miras puestas en promover el desarrollo del terruño, con la pluma como único instrumento para hacer realidad los sueños.
Y durante más de un siglo hemos tratado de seguir el rumbo trazado por Miguel Baccaro y Angel Carotini para ser portavoces de las inquietudes, esperanzas y necesidades de nuestros conciudadanos, eco y portavoces del sentir de los habitantes de este solar, de un Paysandú que tenía al río como la vía de comunicación por excelencia, y del que dependía su actividad económica, en contraste con esta época en la que el escenario socioeconómico regional y global ha sido determinante, entre otros factores, para que estemos prácticamente de espaldas al río que nos vio nacer.
Felizmente, los que sí mantienen plena vigencia son aquellos ideales de esa primera década del siglo pasado, pese a que en la sociedad hay valores que han cambiado y no necesariamente para bien, como así también se han incorporado gradualmente innovaciones tecnológicas a las que ha sido necesario adaptarse y a la vez utilizar también como herramientas para potenciar la llegada masiva de EL TELEGRAFO a nuestros lectores.
Situarnos en aquel 1910 es un desafío a la imaginación, por cierto, sobre todo para los jóvenes, si tenemos en cuenta que apenas había alguna llegada de la radio más de una década más tarde, en tanto ya a partir de las década de 1950 y 1960 llegaban los cambios de mayor envergadura en la prensa, con la posterior llegada del sistema off-set y la sustitución de las viejas linotipos y del uso del plomo, hasta entonces omnipresente para la impresión en papel.
Sin dudas que el tiempo ha dado la razón con creces a los visionarios que en aquel entonces buscaron su lugar en la lucha por un Paysandú mejor, por su gente, por el desarrollo de emprendimientos que generaran empleo para los sanduceros, pero a la vez para trascender las inquietudes lugareñas hacia una región pujante y de gran proyección por su ubicación estratégica, lo que fue confirmado con el paso de las décadas.
Pero tanto en los tiempos del plomo como de los avances tecnológicos sucesivos la diferencia para contar con la fidelidad de los sanduceros a esta propuesta periodística ha sido siempre la búsqueda de la calidad, veracidad y responsabilidad por el contenido, lo que contribuyó a construir una trayectoria respaldada a lo largo de las décadas por los sanduceros que se sintieron representados y se encolumnaron detrás de nuestro diario, felizmente.
Pecando de inmodestos, podemos decir a esta altura que hemos podido ir sorteando tiempos turbulentos, signados por avatares y obstáculos que se fueron superando, incluso en tiempos de guerras fratricidas, pero también en los que se fueron construyendo los pilares del desarrollo, con el aporte de nuestro granito de arena a la libertad de expresión en aras de construir la tolerancia y la paz.
EL TELEGRAFO también, como directo protagonista de la historia de Paysandú, de lo que nos enorgullecemos, ha sido parte de la calidez con que nuestra comunidad ha recibido olas migratorias desde diversos orígenes que se integraron al trabajo de los sanduceros y aportando a la vez su esfuerzo y conocimiento, en sucesivas generaciones que fueron construyendo el ser sanducero.
Con ellos, con los sanduceros todos, hemos aportado para el impulso y florecimiento del Paysandú industrial que se consolidara en la década de 1940 y que se proyectó pujante hacia la segunda mitad del Siglo XX, una época imborrable y fundamental para consolidar y potenciar el tal vez hoy alicaído espíritu de Paysandú, con serias dificultades para la reconversión a partir de que las grandes industrias han ido desapareciendo desde aquella época de oro, por cierto, en la que el trabajo del terruño se tradujo en la creación de más fuentes de empleo y la industrialización de materia prima de la zona, en emprendimientos a tono con aquellos tiempos.
Era sin dudas, la savia vital en una comunidad que no ha terminado de procesar los cambios todavía, pero que sin embargo ha asumido en gran medida que no se puede vivir solo mirando el pasado, por venturoso que fuere, sino forjando su presente y actuando con visión de futuro, acorde al reto que plantean los nuevos tiempos.
Y estos nuevos tiempos han traído aparejado que los emprendimientos que se han incorporado en lugar de las grandes industrias no son de la magnitud ni de las características de los de otras épocas, pero hacen su aporte en un ámbito diferente, para que miles de sanduceros diariamente aporten su esfuerzo en el tramado socioeconómico de una comunidad que mantiene todavía, aunque sea subyacente, muchos puntos en común con la de nuestros padres y abuelos, de aquella época de oro.
Desde su nacimiento, EL TELEGRAFO ha pretendido tener ese pasado venturoso como ejemplo y apoyo y es así que no sin poco esfuerzo y riesgo empresarial hemos evolucionado desde los años en que todo el proceso en nuestros talleres se hacía en base a plomo fundido, hasta llegar a la incorporación reciente de una moderna planta de impresión y actualización tecnológica de nuestros talleres acorde a la era digital, pero anteponiendo el ejercicio del periodismo y el servicio a la comunidad como eje motor de nuestras acciones y desvelos.
La celebración de estos 115 años precisamente nos encuentra hoy como ayer, apostando a Paysandú y a la región, apoyados como siempre en el respaldo de nuestros consecuentes lectores, los que nos han acompañado generación tras generación y nos siguen alentando a seguir adelante. Ellos son los verdaderos hacedores de este verdadero milagro periodístico de todos los días, en un ida y vuelta que nos impulsa a seguir afrontando el desafío pero también la satisfacción de esta entrega diaria, por lo que ellos y los sanduceros todos, son merecedores de nuestro afectuoso reconocimiento al hacerlo posible. → Leer más