24 años sin cambio climático

Cerro Dominador, un gran esfuerzo contra el cambio climático.

(Por Horacio R. Brum)

Este Año Nuevo la región central de Chile entra en su segunda década de sequía y el mundo sigue sin enfrentar seriamente el problema del cambio climático. En 1998 no existían los celulares como los conocemos hoy; había unos aparatos conocidos coloquialmente como “ladrillos”, por su forma y su peso. En realidad, tenían el tamaño de una de esas tejuelas que se usan para revestir paredes y eran de color negro o de un gris militar. El teclado estaba plegado sobre el auricular, en un diseño (¡todo vuelve!) similar a los flip phones de hoy. Para operarlo, no sólo era necesario desplegar el aparato, sino también sacar la antena que estaba inserta en uno de los costados. Hecho esto, se discaban unas combinaciones de números para acceder a la línea, antes de introducir el número al cual se quería llamar. Si se tenía la suerte de estar dentro de algún área de cobertura, quedaba establecida la comunicación. Buenos compañeros de estos adelantos tecnológicos eran los computadores portátiles, las notebooks o laptops de la actualidad, que servían poco más que para escribir y mandar un correo electrónico. Pesaban como uno o dos tomos de una enciclopedia y tenían ese tamaño.

Con esos instrumentos tuvo que trabajar este corresponsal como jefe de comunicaciones de Greenpeace Chile, durante la Cuarta Conferencia de las Partes (COP4) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que se realizó en Buenos Aires en noviembre de 1998. Para la Argentina del peso-dólar menemista era la oportunidad de mostrarse casi desarrollada y a tono con la preocupación que decían tener las grandes potencias por un fenómeno del que abundaban las pruebas científicas.

170 delegaciones de los gobiernos de todo el mundo pasaron horas tratando de llegar a acuerdos para reducir la contaminación atmosférica y sobre todo, disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el gas que se origina en casi todas las actividades humanas y es el principal responsable del calentamiento del planeta. A los grandes contaminadores, como Estados Unidos y China, les costaba comprometerse con las reducciones, en tanto que los países en desarrollo planteaban que no podían tomar medidas que bloquearan su progreso industrial.
“Después de estas difíciles negociaciones, hemos logrado un triunfo significativo”, dijo el 14 de noviembre la presidenta de la Conferencia, María Julia Alsogaray, secretaria de Estado de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable de Argentina. Se había aprobado un Plan de Acción que apuntaba a reducir en 5% las emisiones mundiales de los gases de efecto invernadero y contenía numerosos mecanismos de ayuda tecnológica y económica a los países en desarrollo.

24 años más tarde, en la historia ambiental argentina queda que María Julia Alsogaray –fallecida en 2017–, fue condenada por varios hechos de corrupción; Menem se fue de este mundo en las mismas condiciones y de los compromisos proclamados por el país con la COP4 apenas hay unos parques de energía eólica en la Patagonia, en tanto que el gobierno actual pone todas sus fichas de progreso económico en el enorme yacimiento petrolífero de Vaca Muerta, explotado mediante la muy contaminante tecnología del fracking. Tan poco como el estado endémico de crisis argentino parece haber cambiado el estado ambiental del planeta, porque en noviembre de 2022 se llegó a la COP27 con calores, fríos y tormentas inusuales por todas partes, sin que se logre contener el cambio climático. A causa de la guerra en Ucrania, que complicó el suministro del gas ruso, los europeos están desesperados por fuentes de energía para pasar el invierno y no descartan volver al carbón y al petróleo en las centrales eléctricas. Por otra parte, China, los Estados Unidos y la India siguen firmes a la cabeza de la tabla de los productores de dióxido de carbono y el Mundial de Qatar, con sus increíblemente refrigerados estadios en el medio del desierto, puso en la atmósfera otros 3,6 millones de toneladas de ese contaminante, un millón y medio más de lo que se emitió en el campeonato realizado en Rusia en 2018. Ello, sin contar lo generado por los vuelos de los visitantes al país árabe. Cada hincha uruguayo que haya viajado de Carrasco a Doha vía Fráncfort, por ejemplo, aportó unas siete toneladas a la contaminación que está calentando la Tierra (ver: www.carbonfootprint.com/calculator).

En una lista que encabezan Brasil y México, Chile es uno de los países con mayor producción de dióxido de carbono en América Latina y una buena parte de las emisiones se debe a la minería, que emplea electricidad en casi todos sus procesos. Según la Comisión Chilena del Cobre en la última década el consumo de electricidad de la minería del cobre creció un 39% y aumentará otro 31% de aquí a 2032. No obstante, Chile es también el país latinoamericano que más invierte en tecnologías limpias de generación de electricidad. Un proyecto emblemático es Cerro Dominador, en el desierto de Atacama, la primera planta de energía solar concentrada de la región. En una superficie de 1.000 hectáreas, 392.000 paneles solares y 10.600 espejos se agrupan en torno a una torre concentradora de los rayos solares, de 250 metros de altura. La instalación, que costó 1.300 millones de dólares y comenzó a funcionar a pleno en junio de 2021, contribuirá a evitar la emisión de 630.000 toneladas anuales de CO2, el equivalente a eliminar la circulación de 135.000 vehículos.

A pesar de esos esfuerzos, en la vida diaria Chile enfrenta los mismos obstáculos que los países desarrollados para la lucha eficaz contra el cambio climático, dados por las dificultades para modificar aquellos hábitos y prácticas que se traducen en desperdicios de energía. Un ejemplo es el uso del agua en las ciudades. En la región metropolitana de Santiago se ha declarado la emergencia hídrica; sin embargo, se siguen construyendo grandes edificios con piscinas, tanto para la clase media como para la clase alta, en medio de extensos jardines. Estos últimos son producto de un truco legal, porque hay comunas donde a mayor superficie enjardinada, más pisos se pueden construir. Por las mañanas y las tardes, es común ver a los encargados de los edificios usando enormes cantidades de agua para el riego y llegan a emplear los chorros de las mangueras a modo de escoba, para barrer las hojas. Aparte de la sequía, el proceso de producción y suministro de agua potable también consume energía y por ende, contribuye indirectamente al cambio climático, en un círculo vicioso.

De un extremo al otro del mundo, el desperdicio de agua de los chilenos es tan abusivo para la lucha contra el cambio climático como el gasto en calefacción de los alemanes, que en invierno suelen andar en sus casas descalzos y en mangas de camisa, o como la costumbre de muchos habitantes de Buenos Aires, de bajar la temperatura del aire acondicionado en las noches estivales, para dormir tapados.