La labor de la prensa

Durante su campaña para la reelección, la expresidenta de Brasil Dilma Rousseff dijo en un discurso que la función de la prensa es actualizar las noticias y no hacer investigaciones, a raíz de unas pruebas sobre una red de corrupción en Petrobras que por ese entonces se filtraban en los medios de comunicación.
Según Rousseff el papel de la prensa es “difundir informaciones”, sin embargo, en aquella época le pedía acceso a la Suprema Corte de Justicia a testimonios de exdirectivos de la petrolera estatal brasileña, quienes aseguraban la existencia de un esquema de coimas por contratos que benefició a decenas de legisladores.
La exmandataria no creía en la investigación de la revista Veja, que reveló el escándalo que comenzaba aquel año, en 2014, cuyas actuaciones judiciales y escándalo político aún mueven los cimientos del Palacio de Planalto y afirmaba que no era “posible que la revista Veja sepa de una cosa y el gobierno no sepa quien está involucrado”. La investigación judicial y política tuvo otras derivaciones con el lavado de dinero y el involucramiento de al menos otros seis países de América Latina en el denominado “Lava Jato”, que salpicó hasta Uruguay con el “intercambio de exhortos” con el vecino país, bajo expedientes aún reservados.
Esta operación, que estalló en la prensa, detuvo a decenas de personas involucradas en un complejo entramado de corrupción política y el desvío de miles de millones de dólares que lo convirtió, sin lugar a dudas, en el escándalo político más importante de la historia brasileña porque generó la remoción de cúpulas importantes e “intocables” hasta ese momento y la afectación en la reducción del Producto Bruto Interno brasileño, como principal coletazo. Detrás de la investigación de la prensa, vino la comprobación de la justicia que derrumbó la popularidad de Rousseff y, con el paso de los meses, la presión política y social, la indujo a un impeachment o juicio político –válido de acuerdo con la Constitución de Brasil– que la sacó de su cargo.
En Uruguay no se ha llegado a eso. Sin embargo, resulta inquietante que un fiscal resuelva la reapertura de una investigación porque consideró un “hecho novedoso” las declaraciones de un exfuncionario policial, en una entrevista con un diario.
La investigación sobre las “tupabandas” se abrió a fines de abril, cuando la fiscal Stella Lorente recibió el libro “Eleuterio Fernández Huidobro. Sin remordimientos”, escrito por la periodista María Urruzola, donde se afirma que el Movimiento de Participación Popular recibió dinero de las “tupabandas” o “superbandas”, que durante las décadas de 1980 y 1990 asaltaron bancos y empresas. En mayo archivó la causa porque entendió que no había vínculos entre los delincuentes y sectores políticos, pero tras una entrevista de diario El País con el expolicía Eduardo Vica Font encontró elementos que le resultaron “novedosos”.
En el diálogo con el medio capitalino, el efectivo que capturó a los asaltantes agregó otros relatos y testimonios de tupamaros, al tiempo que denunció que nunca lo citaron a declarar porque “la Justicia y el Parlamento prefieren no investigar”. Este hombre, que estuvo 23 años al frente del departamento de Hurtos y Rapiñas, realiza un relato pormenorizado de las vinculaciones de guerrilleros de las FARC y un refugiado de Acnur con los hechos ilícitos. Incluso hasta la confirmación de la pareja de uno de ellos, quien aseguró que después de cada robo iban al comité de base de Eleuterio Fernández Huidobro, ubicado en la calle Ejido de Montevideo, a llevar el dinero robado. Así se mantuvo tres años: con los datos en la mano y a la espera de concretar el procesamiento del exministro de Defensa “algún día”, algo que no ocurrió jamás.
Y tanto manejaba la información, que Vica Font asegura que por aquel entonces “conocía a más delincuentes que familiares” porque los asaltos ocurrían con una periodicidad inusitada. Al cabo del tiempo, las seis bandas contabilizadas estaban presas, pero había que determinar el paradero de la plata robada, una cuestión que no se cristalizó porque en el año 2000 recibió una llamada de “alguien importante” que le ordenó la no continuación de la investigación.
Lo que resulta “novedoso” en algunas actuaciones judiciales y políticas de los últimos tiempos es la referencia continua a las publicaciones e investigaciones que aparecen en distintos medios de comunicación y formatos, para aclarar fallos de distinta índole, cuando la labor de investigación y aclaración corresponde a la Justicia o en su defecto al Parlamento, como un órgano de contralor democrático. Si el papel de la prensa fuera estrictamente el de “difundir informaciones”, tal como lo cree Rousseff, entonces los brasileños –y por ende los países vecinos– no se hubieran enterado de la mayor operación contra la corrupción de las Américas y, fundamentalmente su población permanecería en el limbo de la inocencia y aún creería que los buenos están de un solo lado.
Y si nos vamos un poco más allá en la historia, nos encontramos con el tesón de dos periodistas muy jóvenes del Washington Post, quienes publicaron una pequeña noticia un día cualquiera de 1972 que pasó desapercibida para el resto de la población, pero fue una bomba para Richard Nixon. Probablemente ahí comenzaba la era del periodismo de investigación contra gobernantes corruptos y las indagatorias en el caso o “escándalo” Watergate, provocarían la renuncia (hasta ahora única) del presidente de Estados Unidos en toda su historia.
Parece también que los fallos meteóricos de algunos operadores judiciales se contraponen con la paciente labor periodística, que en este caso solo concurrió a la casa de un policía retirado, quien cómodamente sentado en el living de su casa simplemente habló. Lo “novedoso”, también, es que la Justicia se “olvidara” del exjerarca que tuvo el caso de las tupabandas en sus manos y no lo citara a declarar o nadie le avisara a la fiscal Lorente de la existencia de Vica Font y se viniera a enterar por una entrevista en un diario de tirada nacional.
Y eso que, según Reporteros sin Fronteras, Uruguay retrocedió en su ejercicio de la libertad de prensa porque “existen presiones políticas directas y tentativas a obstaculizar el trabajo periodístico”. De lo contrario, otras cabezas ya hubieran volado antes de que los amparara la muerte.