Contra la emigración rural, el valor de la escuela pública

Una constante que se mantiene en forma sostenida en nuestro país es la emigración interna, desde el campo a las ciudades y centros urbanos, como consecuencia de una serie de factores que a la vez son causa y efecto en una problemática social muy compleja.
Pero en ningún caso es un factor fácil de manejar. Por el contrario, la realidad indica que es imposible poner diques a un movimiento de masas, en este caso lento pero consistente, y que responde sobre todo a la falta de oportunidades en el medio rural, a lo poco atractivo que resulta para la juventud vivir virtualmente aislados de la sociedad durante largos períodos, agregado a los problemas en servicios y una serie de limitaciones inherentes al acceso a bienes de consumo y entorno social que no se dan fluidamente fuera de las ciudades.
Datos aportados en Paysandú por el Departamento de Educación Rural de Educación Primaria confirman la tendencia del escenario que se vive en el medio rural, ante el descenso continuo de la matrícula y el cierre de los locales por el despoblamiento, que son algunos de los problemas que padecen las escuelas rurales.
Es así que unas 600 instituciones de primaria, de 1.100 que hay en todo el país, tienen 10 alumnos o menos, con la constante de que la matrícula en las escuelas rurales desciende como consecuencia directa del descenso de la población rural y la migración a las ciudades.
De acuerdo con los datos que ha recogido Primaria con base en relevamientos, el fenómeno ha tenido cambios que le otorgan aristas más complejas, aunque hay situaciones disímiles según la zona, aún teniendo en cuenta que en algunos lugares la población se mantiene estable, pese al manifiesto “efecto cáscara” por vaciamiento paulatino de los departamentos centrales del país.
Pero en tanto tenemos una campaña donde las oportunidades de empleo son variables y donde la población rural está muy supeditada a dinámicas de trabajo circunstanciales o fuentes laborales temporales, incluso con migraciones internas siempre dentro del campo, siguiendo nuevos trabajos.
Es decir que en un marco de descenso del número de alumnos en el medio rural, aspectos como la cambiante matrícula es un factor adicional a las complicaciones por la cantidad de cargos que se necesitan o por los recursos con que cuentan los centros. Otro efecto notorio y que de vez en cuando llama la atención cuando se mencionan casos puntuales es la desaparición de algunas escuelas cuando se quedan sin niños, con el agregado de que en esta migración alguna otra ha tenido que reabrir, al superarse la concurrencia de cinco niños.
En Uruguay hay unas 250 escuelas rurales con menos de esa cantidad, debido a la despoblación de la campaña, donde además son cada vez menos frecuentes las familias numerosas y todos ocupados en tareas del campo, a tono de alguna forma con el envejecimiento de la población del país. Sin dudas las oportunidades laborales escasean y el horizonte que perciben las nuevas generaciones no guarda sintonía con el que tenían sus progenitores a su edad.
Quiere decir que, ante una realidad imposible de disimular, la mención de estos aspectos pone de relieve que estamos ante desafíos que no se pueden atacar con voluntarismos, tanto desde el punto de vista de la despoblación rural como de la necesidad de encarar una actualización pedagógica a tono con este escenario.
Más allá del entramado docente, nos encontramos con que en el contexto del país, casi la mitad de las escuelas son rurales, pero asiste menos de 18% del total de alumnos de toda la escuela pública. Si se tiene en cuenta la totalidad de escuelas públicas, y no se cuenta Montevideo –que no tiene escuelas rurales– las instituciones rurales son muchas más que las urbanas.
Debe tenerse presente también que si bien las escuelas son receptoras de la despoblación de los campos por un menor alumnado, los centros docentes de Primaria no son un ámbito de educación limitado al alumnado que concurre a diario, sino que tienen una proyección que va mucho más allá del papel que cumple en los centros urbanos.
En el medio rural, la escuela no es solo un centro docente al que concurren los niños provenientes de amplias zonas, desde muchos kilómetros a pie, sino que es además un foco cultural y referente para la zona, para la comunidad rural, y en gran medida también caja de resonancia de las inquietudes y necesidades de gente de los rincones más olvidados del país.
A modo de ejemplo cercano en distancia y tiempo, encontramos la escuela de pueblo Morató, donde los vecinos y docentes han tenido oportunidad de considerar la problemática local y reciben ya por estos días proyectos de los residentes del lugar en procura de exponer ideas para mejoras en el poblado y promover la acción comunitaria.
Se reafirma de esta forma el concepto de que desde el punto de vista pedagógico es importante que una institución pública esté instalada en una comunidad por más que tenga pocos alumnos, porque muchas veces significa contar con la presencia del Estado.
La realidad es que a las escuelas se trata de tenerlas abiertas hasta tanto sea posible, y pese al bajo alumnado se tiene como referente para la comunidad y porque para esos niños no hay otra institución cercana.
Este reflejo de lo que ocurre en el interior profundo es igualmente muy difícil de revertir, porque estamos ante una problemática que no es solo de nuestro país, sino un fenómeno mundial, con el agregado en nuestro medio de que muchos de los emigrantes de los campos van a parar –o en los hechos allí terminan– a los asentamientos marginales de las ciudades y su inserción dista mucho de ser la ideal.
Por lo tanto, un aspecto central en este escenario, para intentar el cambio de pisada, es generar atractivos para que el poblador rural permanezca en su lugar de origen y sobre todo encuentre formas de satisfacer sus aspiraciones en servicios, empleo, realización personal, con parámetros que naturalmente no suelen ser los mismos que los de un habitante de un centro urbano.
La escuela rural es una pieza clave en esta estructura social y comunitaria del interior profundo, y por sí sola no puede cambiarla, porque es receptora de situaciones, y ha quedado plenamente demostrado que el factor revulsivo por excelencia para los cambios es promover la creación de polos de desarrollo, a través de la inversión, para ofrecer oportunidades en fuentes de empleo en el medio rural a miles de jóvenes y familias que emigran por falta de alternativas.