Es que Maduro ya hartó a todos

Finalmente los países del Mercosur, en la reunión realizada el sábado en San Pablo, dieron un paso tan lógico como inevitable, como el de suspender a Venezuela por violación del orden democrático, un paso que solo se había dilatado por la torpeza e intransigente postura del gobierno de Tabaré Vázquez. Pero, por supuesto, no se logró ningún objetivo, porque como reza el texto bíblico, “no arrojéis perlas a los cerdos, porque las pisotearán”.
No podía esperarse otra cosa de un gobernante, Nicolás Maduro, que vive en su mundo de fantasía, que habla con el “pajarito” de Chávez a través de su delirio y para aferrarse al poder, ha creado enemigos imaginarios dentro y fuera de su país para pintar una amenaza constante a sus ciudadanos, como justificación de sus desvíos y el caos que se vive en la nación caribeña.
Tarde, debido a esta actitud contemplativa del gobierno uruguayo, el Mercosur ha excluido a Venezuela del bloque por falta de garantías democráticas y en reclamo de que se restituya algún viso de orden democrático en ese país convulsionado. Lamentablemente, por motivaciones ideológicas se ha contribuido a dar esa pobre imagen de Uruguay en sus relaciones internacionales. Se ha postergado privilegiar la aplicación del derecho ante preferencias políticas, precisamente en un Mercosur que, por fin, con el advenimiento de nuevos gobiernos en Argentina y Brasil, ha dejado de lado su funcionamiento como un club de presidentes amigos para ver las cosas y actuar sobre un eje refundacional, es decir como un bloque comercial integracionista sin tener en cuenta el signo del gobierno de los países que lo integran.
En su momento, los gobiernos izquierdistas de la región suspendieron a Paraguay por aplicación de la cláusula democrática cuando ese gobierno simplemente aplicó disposiciones constitucionales para desplazar a Fernando Lugo como presidente. El verdadero motivo se manifestó de inmediato, que era que ingresara la Venezuela de Hugo Chávez por la ventana para pagarle favores a su billetera petrolera y negociados, porque Paraguay vetaba su ingreso. Pesó lo político sobre lo jurídico, como reconoció muy suelto de cuerpo el expresidente José Mujica.
Y si bien la terrible situación de Venezuela ha terminado como era previsible, con su exclusión del Mercosur, por las obvias y groseras violaciones del gobierno de Maduro a las reglas más elementales de la democracia, el terrorismo de Estado y la represión que ha costado tantas vidas, los argumentos que había esgrimido Uruguay para resistirse a la aplicación de la cláusula democrática no han tenido ningún sustento.
La consecuencia, se reconozca o no, ha sido simplemente darle aire a Maduro para que siguiera violentando el orden democrático y haya llegado incluso a esta parodia de democracia directa, con la instalación de una Asamblea Constituyente integrada solo por chavistas para sustituir a prepo a la Asamblea General Legislativa elegida en elecciones ganadas por la oposición.
Pues, este aire que dio Uruguay a Maduro, no solo no logró sus objetivos, sino que simplemente envalentonó al dictador, que incluso en anteriores oportunidades había insultado a gobernantes de nuestro país, incluyendo en su momento al vicepresidente Raúl Sendic y al canciller Rodolfo Nin Novoa, a quien acusó de orquestar un plan contra Venezuela en complicidad con la embajada de Estados Unidos.
Solo el dogmatismo a ultranza y compromisos económicos muy fuertes pueden explicar –no justificar– el no reconocer una realidad tan evidente. En la Venezuela de Maduro no hay justicia independiente, ni un poder electoral confiable, la asamblea parlamentaria ha sido ignorada por el régimen debido a que contaba con mayoría de la oposición, no se cumplió con el plebiscito revocatorio, fueron suspendidas las elecciones municipales y regionales, siguen los presos políticos, los asesinatos, el desconocimiento de derechos individuales.
Una muestra clara del proceso de derrumbe democrático surge del hecho de que ese sábado se instaló la ilegítima Constituyente con poderes extraordinarios y una de sus primeras medidas fue destituir a la fiscal general Luisa Ortega, quien previamente había sufrido el secuestro de una hija y un nieto, ante la algarabía de los incondicionales del chavismo que festejan, en su delirio, todo paso que se dé contra el derecho y el orden democrático.
Sin embargo, recién en las últimas horas el canciller Nin Novoa –quien personalmente tiene una postura muy crítica sobre el régimen de Maduro–, se plegó a los otros socios del Mercosur para votar su suspensión por la cláusula democrática, y argumentó que se hacía por “el pueblo venezolano”. Ocurre que el pueblo venezolano hace ya mucho tiempo que sufre la represión y las consecuencias de la dictadura ya desembozada del chavismo de Maduro.
La explicación radica en la relación interna del Frente Amplio, el delicado equilibrio –que no siempre es tal– en que se mueve el presidente Vázquez, al punto que se seguía apelando al diálogo en la persona de Maduro con la oposición, cuando el gobernante caribeño lo único que quiere es aplastar a los opositores, imponiendo sus condiciones y amenazando con hacerlo por la vía que sea.
Para reafirmar esta realidad ya han salido partidos y grupos del Frente Amplio a cuestionar la decisión del gobierno uruguayo, con el régimen “compañero” de Maduro, desnudando una realidad insoslayable: hay sectores de la izquierda uruguaya, demasiados, que entienden que la “democracia” funciona solo si se trata de un gobierno afín ideológicamente, al que se le perdonan los “desvíos” inherentes al costo que significa imponer un régimen populista, pero que cuestionan ya de antemano a las democracias en las que quienes son gobierno no son de su palo ideológico.
Así de sencillo y de lamentable, porque todo indica que pese a los reveses contundentes de la historia para quienes han pretendido ignorar o defendido a capa y espada las atrocidades que se cometían en la antigua Unión Soviética y en otros países del Este europeo, en la dictadura cubana, en el régimen de Corea del Norte, la lección no ha sido aprendida y lo que es peor, no les importa, porque para toda concepción mesiánica el fin justifica los medios, como precio que se paga con gusto por el bien supremo.