La verdad, la libertad y el buen sentido; la voluntad, la valentía y la responsabilidad

Si hay una verdad, esa es que “Solo la verdad nos hará libres”. Como seres humanos, lo primero que deseamos es ser libres. Por lo tanto, vivir en la verdad. Rechazar la mentira y sus agentes, los mentirosos. Para poder ser plenamente libre, es importante cultivar el buen sentido. Entendiendo por ello disponer una inteligencia inquisitiva que coteje ideas para resolver las realidades mediante una observación continua de su entorno, fruto de un esfuerzo perseverante.
El buen sentido, por lo tanto, no ha de estar presente en los rutinarios ni los utópicos. Los unos no crean, duermen. Siempre en lo mismo. Y los otros también duermen, pero, además, sueñan con irrealidades placenteras.
Ayuda la formación del buen sentido, cultivar la educación científica. Ella obliga a concentrarse durante largas jornadas, hilvanando razonamientos lógicos que se van enlazando uno en otro. Esa concentración modela una gimnasia mental que acostumbra a dar por bueno solo los razonamientos que tienen sustento lógico. Esa concentración perseverante desarrolla en la mente hábitos lógicos que luego se aplican inductivamente al análisis de las realidades circundantes.
La educación humanística colabora dando carnadura a los conocimientos generales. Poseerla o abordarla consistentemente da más posibilidades a la culturización general.
El cúmulo de conocimientos ayuda para tender hacia un escalón superior, que es saber distinguir lo posible de lo imposible. Y aceptar la conclusión.
Además de cultivar la inteligencia, también hay que educar la voluntad. Si la inteligencia nos permite llegar a las mejores soluciones para resolver los problemas de la realidad, de nada nos serviría, si no hemos formado la voluntad de ejecutar lo que hemos meditado, reflexionado y la razón dice que hay que hacer. Elegida la solución inteligente y formada la voluntad para ejecutar, solo falta agregar la valentía personal de llevarla adelante. Arriesgarse para llegar definitivamente a la solución. El resultado esperable luego de ese proceso debería ser positivo. Y los responsables llevarse el mérito. Pero si así no lo fuera, también hay que tener la honestidad de reconocerlo. El sentido de la responsabilidad también es parte de esa culturización global para alzar el laurel del triunfo o para reconocer las causas del fracaso. En cualquier caso, hacerse cargo en la medida que corresponda, de acuerdo con la intervención de cada uno, en los sucesos acaecidos. Aprender del error también enseña.
En resumen, sería deseable que nuestros actos se desarrollaran siempre teniendo como telón de fondo la verdad y dentro del marco de la inteligencia, la voluntad, la valentía y la responsabilidad, que deben cultivarse juntas.
Algunos nos preguntan: ¿ustedes, de qué valores hablan? Hablamos simplemente de los de siempre, de los que la tradición, tan castigada en estos tiempos, nos hizo llegar del fondo de nuestra historia hasta nuestros días. Para empezar, la verdad, la libertad, la voluntad, la valentía, la responsabilidad… y otros más de los cuales podemos seguir enumerando otro día.
Pero ahora reparemos cuántos y quiénes son los enemigos de esos valores. Entre los principales y más peligrosos están los que desde el poder nos mienten y cercenan nuestra libertad de conocer la verdad. Mediante la desculturización y la dádiva oficial mellan la voluntad y envilecen a la gente. Amparados en mayorías conseguidas con el reparto a sus amigos de canonjías y privilegios, fustigan al periodismo y oprimen la justicia tratando de socavar la valentía de los críticos. Y como no tienen el más mínimo sentido de la responsabilidad, todo ese gigantesco deterioro de la moral nacional se lo quieren endilgar a la oposición y a la prensa, “la derecha latinoamericana”, “al capitalismo internacional” y “el imperialismo yankee”; justo ellos que fueron a Estados Unidos a ver a Soros y Rokefeller para exponer la teoría de usar al pueblo uruguayo como “conejillo de India”, experimentando con él la legalización del consumo de la marihuana vendida desde las farmacias, ¡donde antes vendían remedios!
Quien dude de lo que aquí se dice, analice y reflexione con calma sobre el espectáculo indigno que han dado nuestras máximas autoridades políticas con el “culebrón del vicepresidente”, puesto en escena junto al presidente y el expresidente, y el largo corso de los corifeos que los han secundado desde sus tribunales.
Toda una farsa donde el culpable resulta inocente y víctima de una persecución. Y sus “jueces”, azorados (¿?) por “el coraje” del personaje de venir al tribunal “compañero” a decir que renunciaba, olvidaron sus prometidos castigos y resultó indemne y, por lo tanto, “declarado inocente”. ¡Toda una maniobra burda para mofarse (léase “tomarle el pelo”) al pueblo al que creen tan bruto que suponen que se va a creer esa parodia!
Ing. Ramón Appratto Lorenzo