Opinión – Solitada

EN YOUNG, LA
JUSTICIA INJUSTA
Me tocó, lamentablemente, tener que comparecer ante la justicia por un caso de ofensa contra mi persona, mi honor y el de mi familia. Ya en la corte, lo primero que escuché fue a la jueza interceder por la acusada tratando de imprimirme dudas ante el caso, aunque las leyes uruguayas son muy claras al respecto y las pruebas estaban. Todos en la habitación estaban casi de acuerdo con hacerme llegar a un arreglo antes de ir a juicio.
A mi ver, este es el daño más grande que se le hace a la justicia en este país: que los jueces, fiscales e incluso mi abogada interfieran a favor de la acusada. Le deja a uno una fea sensación de injusticia, un vacío en el alma imposible de llenar y se pierde el amor por el prójimo. Los procedimientos escritos en la ley no se respetan y todos intentan crear dudas y, sin tiempo para pensar, son efectivas como rayo. No sabría a ciencia cierta cuál es la razón de que esto ocurra, pero se están manipulando las leyes y los procedimientos para defender a los acusados y eso está dejando en nuestra sociedad un hueco de desazón e injusticia, que se verá reflejado en nuestras acciones futuras.
Después de un caso así, en mi experiencia, la justicia uruguaya pierde sentido y las reglas de comportamiento cambian para sobrevivir a infractores que se esconden detrás de los malos procedimientos amparados por jueces que, sin razón aparente, les dan golpecitos en la espalda en apoyo a su mal comportamiento. Siempre apoyan y tienen una fe enferma en quienes con su comportamiento afean, ensucian y pudren la vida y la sociedad toda.
La ley está ahí, bien escrita y clara, pero aparentemente jueces y abogados no sienten empatía sino por los infractores y criminales. Sobrevivir a estas situaciones le cuesta a una persona honrada rever todo el camino andado y el corazón se pone peligrosamente frío.
Una justicia que debería ser implacable al defender al agredido solo es una brisa de aliento podrido. Al terminar esa burda teatral, para nada sentí mi honor restaurado ni siquiera por un segundo, solo fue un trámite enfermo y cruel, donde quien me ofendió salió ilesa y sonriente… lamentable.
Danilo Olivera
Bodeant