¿Será buena idea?

Uruguay y Argentina pretenden organizar el Mundial de fútbol de 2030, en momento que se cumplan los 100 años de la primera Copa del Mundo celebrada en Montevideo. Aquella vez, los celestes vencieron a sus vecinos en la final, con un 4-2 ante un rebosante Estadio Centenario que se construyó para ese certamen. Por supuesto que es muy linda y romántica la intención de celebrar una nueva competencia de esta dimensión en nuestras tierras. Pero las exigencias, los estándares, quizá no sean los de hace un siglo y eso puede ser un gran problema para el país organizador si viene del tercer mundo.
La idea de organizar el Mundial 2030 en Uruguay surgió en 2005, durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez, cuando el expresidente de FIFA Joseph Blatter visitó el país. En una reunión en la casa presidencial de Suárez y Reyes, Vázquez le anunció a Blatter la intención del país de postularse para la organización del evento. En 2006 el gobierno uruguayo le propuso a Argentina lanzar una candidatura conjunta y se instaló una comisión binacional que está operativa desde hace una década.
En enero de 2016 el presidente de Argentina, Mauricio Macri, fue recibido por Vázquez y ratificaron la decisión tomada en 2006 de postularse en conjunto ambos países para organizar el Mundial dentro de 18 años. Hace poco, los mandatarios estuvieron a punto de hacer un nuevo anuncio –en un encuentro sucedido en la estancia Anchorena–, pero lo postergaron a la espera de realizarlo en conjunto con el actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
La fantasía de ser local en un Mundial de fútbol es tan atractiva que primero Chile, en 2015, y Paraguay, en las últimas semanas, intentaron sumarse a la movida de Uruguay y Argentina. Pero ambas naciones dejaron en claro que la cosa es binacional, rioplatense.
“En la medida que no haya un planteo formal en ninguna de las instancias previstas para plantear sumarse a la organización del Mundial de 2030, Uruguay seguirá trabajando en conjunto con Argentina. Hay dos caminos posibles para manifestar el interés formal. Uno es a través del equipo binacional que formaron Uruguay y Argentina y el otro es una comunicación formal de presidente a presidente. En ninguno de los dos casos hubo un contacto de ese tipo desde Paraguay”, aclaró el director de la Secretaría Nacional de Deportes, Fernando Cáceres, a Referí.
Aunque todavía hay tiempo para ejecutar obras, abordar la organización de un evento de este nivel es muy caro y, a su vez, es difícil de establecer qué se hará luego con la infraestructura que pide FIFA. En la actualidad Uruguay carece de estadios que califiquen como mundialistas. Además, para albergar el evento debería establecer interconexión aérea entre ciudades sede con aeropuertos que soporten el flujo de personas previsto, porque FIFA prohíbe el traslado terrestre de delegaciones.
Otro requisito es una capacidad hotelera total estimada en 60.000 plazas para delegaciones, según los exigidos para el próximo torneo de Rusia 2018. Para los mundiales de 2018 (Rusia) y 2022 (Qatar) la FIFA exigió al menos 12 estadios de 40.000 personas, incluyendo al menos uno de 80.000 espectadores para la final y el partido inaugural.
Además, los estadios no deben tener alambrados ni fosas, pero deben contar con determinado porcentaje de butacas cubiertas con techo, palcos para prensa, ángulos de visión hacia el juego y servicios médicos. Se exigen 64 campos de entrenamiento en total. Paralelamente, se requiere de al menos 64 complejos deportivos de primer nivel para convertirse en la base de operaciones de las 32 selecciones participantes y otras 48 entre las distintas sedes para estar a disposición de cualquier combinado que deba jugar en una ciudad distinta a la que entrena. Incluso, las condiciones pueden cambiar ante el proyecto de la FIFA de realizar el Mundial con 40 equipos, algo que también puede llevar a incrementar los requisitos.
Para la Copa del Mundo de Brasil, disputada en 2014, el estadio más barato (la sede de Curitiba) costó 147 millones de dólares y la remodelación del Maracaná de Rio de Janeiro ascendió a 473 millones de dólares. Rusia 2018 significará el mundial más costoso en estadios. El comité organizador calcula en 5.000 millones de dólares la inversión en la construcción de nueve estadios y la remodelación de tres escenarios más.
El gasto promedio de los países organizadores desde Corea-Japón 2002 y Rusia 2018 asciende a 3.355 millones de dólares, donde Sudáfrica 2010 fue la sede que menos invirtió en infraestructura, con unos 1.794 millones en seis estadios.
A todo esto, muchos expertos advierten que al momento de construir un estadio, se debe tener en cuenta si es rentable en función del uso posterior al evento. El último antecedente de un torneo FIFA en Uruguay fue la Copa América de 1995. Los estadios de Paysandú, Maldonado y Rivera se han deteriorado y han presentado problemas de mantenimiento.
A nivel de mundiales, por ejemplo, de los 12 estadios que fueron sede de Brasil 2014, solamente el Arena Corinthians, en San Pablo, registra una tasa de ocupación superior al 50%. En el otro extremo, el estadio Mané Garrincha, en Brasilia, y el Arena Pantanal, en Cuiabá, se destacan como “elefantes blancos”. Mientras que el primero tiene –en promedio– un 20% de ocupación, el segundo, solo llega al 13%.
En Sudáfrica, otro país del tercer mundo y que organizó la Copa del Mundo de 2010, ha pasado otro tanto. Muchos estadios que hoy apenas tienen utilización. Al mismo tiempo, por supuesto, la plata grande va derecho para la FIFA; para el organizador quedan migajas y deudas.
Al finalizar el torneo, el organismo le entregó a Sudáfrica 100 millones de dólares como legado por el Mundial. Una propina comparada con los beneficios por 2.600 millones de euros que amasó la FIFA durante la competencia. A Sudáfrica le quedó, además, un agujero de 1.000 millones de dólares de déficit.
Son varios puntos para analizar. De repente, no estamos a la altura para afrontar semejante reto, con tantas exigencias para un país pobre como el nuestro.