No es tiempo de hablar de candidaturas

El senador José Mujica cumplió 82 años en mayo y un entorno cercano quiere que vuelva a ser presidente de la República. Su esposa, la vicepresidenta Lucía Topolansky, ha reiterado que no desea tal fin, pero el tema retomó los titulares y hay quienes aprovechan para brindar su opinión.
Y así, como quien no quiere la cosa, una parte de los uruguayos hoy habla de eso, además de la necesidad de un recambio generacional en la izquierda, que se vuelve difícil de instrumentar porque los liderazgos y fuertes personalismos no han dado pasos al costado, sino que permanecen y se afianzan.
El expresidente anunció que abandonaría su banca el 1º de abril de 2016. Sin embargo, había “un puñado de pocos compañeros que me reclaman que me quede. Son pocos, pero lo voy a tener en cuenta”. A ese grupo selecto le prometió que seguiría “algún mes más, pero no muchos” y por ese entonces ya se sabía que Ernesto Agazzi iba a abandonar su banca (y lo cumplió), junto con Topolansky, que lo haría hacia el final del período de gobierno, pero resultó vicepresidenta de la República, tras la renuncia de Raúl Sendic.
El diputado Alfredo Fratti puso nuevamente el tema en agenda, cuando precisó que “a un nombre con la aceptación de Mujica, si la biología le responde, no veo por qué tiene que renunciar a ser candidato”. En realidad, el viejo guerrillero sabe que es material fértil para los titulares de prensa y por eso lo usa, aunque en la interna de su fuerza política haya más de uno con los pelos de punta cada vez que lo escucha.
Pero, aunque no les guste, representa al sector mayoritario dentro de la fuerza política y cualquier dificultad que aparezca en el horizonte para llevar adelante algunas de sus iniciativas, como la venta de marihuana en las farmacias que se encuentra suspendida bajo la excusa de “pruebas adicionales de laboratorio”, puede “trancar todo” en el Parlamento.
Entonces, Mujica habla y habla, y siempre hay un micrófono cerca que recoge las impresiones del “viejo Vizcacha”, aunque las polémicas gestiones de Ancap, ALUR, Fondes y empresas privadas amigas, como Fripur –entre otros ejemplos– pasen al olvido y se transformen en una mera anécdota. Mientras tanto, las caras visibles de esas empresas todavía pasan por la justicia a repetir lo que ya dijeron en otros medios y es que nada tuvieron que ver con las irregularidades que se investigan.
El senador dijo al diario peruano El Comercio que la corrupción existe en todos lados, pero “se la agarran con Latinoamérica” y comparó con países europeos, donde –según su opinión– se “arreglan las cosas distinto”, porque “el uruguayo es bastante desproporcionado” y presiona al exvicepresidente para que renuncie porque “gastó unos pesos de más en un short”, cuando bien sabe que no es así.
En todo caso, deberá reconocer, aunque le cueste, que su fuerza política presionó para que Sendic saliera por la puerta chica y lo más visible de esto fue el balbuceo del presidente Tabaré Vázquez, quien ejerció una defensa poco creíble cuando era notorio que le había soltado la mano.
Ahora, algunos sectores de esa misma fuerza política están enojados con el senador Leonardo de León y el uso de la tarjeta corporativa mientras ejercía como presidente del directorio de ALUR. En fin, un conglomerado frenteamplista que no reconoce hacia afuera –pero sí lo hace en la interna– que algunos comportamientos ya no se cubren con aquel viejo cuco de la “oposición de derecha” que tiende sus tentáculos para adentro y genera estos líos que no se arreglan con declaraciones bonitas.
Y es en este escenario en el que la imagen del “presidente más pobre del mundo”, tal como insiste en nombrarlo alguna prensa internacional, adquiere relevancia y se transforma en una maniobra de distracción (es solo una más) de un amplio espectro de asuntos que salen a flote, con frotar apenas el manto de piedad que tuvo durante estos años.
Mujica se ha transformado en el gran promotor de su imagen y aprovechó cualquier momento para hablar sobre una posible candidatura. Es, también, solo un ejemplo, el momento en que se conocía el informe del Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio sobre el uso de las tarjetas corporativas por Sendic. Un documento duro y conciso que tuvo las repercusiones conocidas.
El senador reconoció que este tema impactaba “mucho” dentro del Frente Amplio y en lo personal. Sin embargo, no pudo evitar la frase: “Van a hacer cola para pedir que sea candidato y yo estoy viejo, me caigo a pedazos”, cuando la pregunta –claramente– era otra.
Incluso aprovecha otras circunstancias, como las apariciones intermitentes que realiza Julio María Sanguinetti. “Yo tengo muchos abriles, pero quien sabe… si Sanguinetti se larga, capaz que me da energía”. A fines de octubre volvió sobre el tema: al “problema de la candidatura” en el Frente Amplio “todavía no lo tengo claro, cuando lo tenga claro voy a salir”, en respuesta a si participará de las próximas elecciones. Entonces, el dirigente pasa de la negativa a la duda, al tiempo que expone el tema cuando quiere, porque cuenta con la indulgencia que proviene de su interna que acostumbró a argumentar que “el Pepe es así”, mientras sonríen.
Pero, ciertamente, las preocupaciones del país van por otro lado y aunque resulte antipático y “exigente”, la justicia deberá actuar sobre las denuncias existentes en torno a las gestiones de Ancap y ALUR durante el pasado período de gobierno, además de los créditos no cobrados a emprendimientos conformados por “familias ideológicas” o las dudas que planean sobre los negociados en la salud pública, porque es dinero de los uruguayos y porque –seguramente– si esto hubiese ocurrido bajo otras administraciones, el incendio político era de mayor tenor.
El acostumbrado maniqueísmo ejercido en los últimos años debe dar lugar a la sinceridad política de todo el espectro y dejar de lado esa hipersensibilidad existente, porque parece que ya nada puede ser llamado por su nombre, so pena de caer en desgracia o recibir la condena pública. Estas conductas generan reacciones plagadas de hipocresía que permean en una comunidad atada a las redes sociales, que seguramente va a votar en las próximas elecciones como quien concurre en barra a ver un partido de fútbol. Y ese no es el futuro que queremos, porque Uruguay ha dictado cátedra de tolerancia y republicanismo.