Con pies de plomo

La visita del papa Francisco a Chile, que culminó el jueves, estuvo acompañada de algunas polémicas, aunque no faltó el fervor de los fieles que acompañaron las ceremonias y los actos públicos. De cualquier modo, no fue el mismo entusiasmo con que el pueblo chileno recibió al papa Juan Pablo II hace tres décadas, en momentos en que existía un gran agradecimiento hacia un sumo pontífice que resultó clave para pacificar los ánimos entre Chile y Argentina, al borde de una guerra en 1978, y hacia una iglesia católica que supo trabajar en oposición al prolongado régimen militar que comandó Augusto Pinochet.
En este tiempo, la sociedad chilena ha cambiado, al igual que la situación de la Iglesia. En la transición hacia la democracia, en torno a 1990, era la institución más valorada por los chilenos, con una aprobación superior al 70%. Hoy se encuentra en un 36%. Las causas para esa disminución, según los expertos, se encuentran en la secularización que iniciaron los gobiernos de centroizquierda –en especial, los dos períodos de Michelle Bachelet–, la crisis de abusos sexuales que, si bien no fueron tan extendidos como en otros países, hicieron mella en la sociedad y el nacimiento de un fuerte anticlericalismo a impulso, tanto de grupos izquierdistas como de liberales de derecha.
En este contexto, el papa argentino –que debió, a su vez, notar los reclamos de sus compatriotas para que los visite– pasó los días en tierras chilenas antes de viajar a Perú, la segunda escala en esta breve gira por Sudamérica. Indígenas expoliados, migración ilegal y escándalos de pederastia en la Iglesia fueron los temas que colmaron los medios de comunicación y las redes sociales, y parecieron resonar más que sus homilías y mensajes cristianos.
En su última misa, en una playa del Pacífico, en Iquique –a 1.800 kilómetros al norte de Santiago– ante 50.000 personas, el papa habló del asunto más emblemático de su pontificado: la defensa de los migrantes, un día después de abogar en Temuco (sur), en plena tensión por el conflicto mapuche, por la unidad y el reconocimiento de los pueblos originarios y condenar la violencia. En cuanto a los escándalos de abusos sexuales del clero, el papa multiplicó las declaraciones de contrición siempre que pudo.
En la región en que está Iquique, vecina de Perú y Bolivia, donde uno de cada diez ciudadanos es extranjero, el papa alertó sobre la explotación y la discriminación que sufren los inmigrantes. Es que Chile se ha convertido en los últimos años en receptor de inmigrantes, principalmente por su frontera norte, por donde se registra un intenso ingreso irregular de extranjeros procedentes principalmente de Colombia, Haití, República Dominicana y Ecuador.
Más de medio millón de extranjeros viven hoy en situación legal en el país; según datos oficiales, un 3% de la población de 17,5 millones. Pero, de acuerdo con datos recientes de la prensa, solo el año pasado llegaron cerca de 105.000 haitianos y más de 100.000 venezolanos.
En contrapartida de estos asuntos y de la tensión vivida por momentos, es bueno observar más allá de las polémicas. El cariño de los fieles se mantiene intacto ante el obispo de Roma, lo que se vio reflejado en el acompañamiento que le hicieron a Francisco en cada una de sus incursiones por Chile, esperándolo en cada esquina, madrugando para conseguir un lugar de privilegio allá donde pasara o diera una misa.
“No faltan motivos de optimismo para la Iglesia en Chile. Uno de ellos es la vigencia de la religiosidad popular. En el pasado diciembre, la peregrinación anual a la Virgen de Lo Vásquez reunió, como siempre, a un millón de personas. Gran parte de ellas recorren a pie grandes distancias, para pagar sus ‘mandas’ (promesas) a la Virgen. En otros lugares del país sucede algo semejante, como en Iquique, (…) en la fiesta de La Tirana, famosa por sus bailes de diablos que danzan en honor de la Virgen. El papa removerá las aguas, fortalecerá esa religiosidad y podrá despertar un mayor interés por la Iglesia en las clases medias emergentes”, señaló el sitio de análisis y tendencias Aceprensa.com.
“Otro signo positivo es la presencia de un número importante de intelectuales, políticos y empresarios que tienen una sólida formación cristiana y gran influencia en el país. Se espera, asimismo, que la visita de Francisco impulse un alza en las vocaciones sacerdotales”, añadió el portal.
El papa Francisco ya se encuentra en Perú, en la segunda parte de la gira, donde estará tres días. A diferencia de lo que sucedió en Chile, en suelo peruano las cosas deberían marchar mejor para el jefe de la iglesia católica. La clase media conserva su identidad en esta fe, en tanto los sectores políticos y de intelectuales, y los medios de comunicación se encuentran afines al sumo pontífice.
El punto en común entre los dos países es que han estado polarizados. Chile por las recientes elecciones presidenciales que culminaron con el triunfo de Sebastián Piñera. Perú por los escándalos que rodearon al presidente Pedro Pablo Kuczynski, que fue vinculado con la corrupción de Odebrecht y el indulto a Alberto Fujimori. Esperemos que las palabras del papa Francisco puedan incidir en los ánimos para buscar entendimientos.