Escenario complicado

Si la solución a los males del mundo fuera una vacuna, nos pasaríamos la vida haciendo fila para inocularnos diferentes antídotos. Sin embargo no es así, y la prevención y la responsabilidad suelen ser las mejores armas especialmente si de temas de salud se trata.
A menos de una semana de la recomendación del Ministerio de Salud Pública en cuanto a vacunarse en caso de viaje a zonas de Brasil afectadas por la fiebre amarilla, se constató un aumento exponencial de las solicitudes.
La fiebre amarilla es una enfermedad vírica aguda, hemorrágica y endémica en varias regiones de Brasil, especialmente en las zonas con presencia de mata atlántica o bosque atlántico y selva tropical.
La Organización Panamericana de la Salud informó que en el vecino país hubo un brote de fiebre amarilla en el segundo semestre de 2016 a junio 2017 con 777 casos confirmados y 261 personas muertas.
Además, de acuerdo a la misma fuente, entre enero de 2016 y diciembre de 2017, siete países y territorios de la región de las Américas notificaron casos confirmados de fiebre amarilla y se estima que el incremento observado está relacionado tanto al ecosistema favorable que propició la diseminación del virus así como a la existencia de población no inmunizada.
En Uruguay no se registra esta enfermedad desde hace un siglo, razón por la cual la población no tiene los anticuerpos para defenderse de ella.
En este sentido, la recomendación del Ministerio de Salud Pública es que las personas que viajen a Brasil desde Uruguay consulten con antelación si requieren vacunarse contra la fiebre amarilla –dependiendo del destino y actividades previstas–, dado que hay lugares que la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió como “áreas de transmisión de la enfermedad”, las que se incrementaron últimamente.
Cabe señalar que a las zonas de transmisión ya conocidas se sumaron a la recomendación de vacunarse contra la fiebre amarilla los estados de Río de Janeiro, Bahía, Espíritu Santo, San Pablo y Minas Gerais.
La costa atlántica en el sur de Brasil, las playas de los estados de Río Grande del Sur y Santa Catarina, así como el nordeste alto, es decir, Recife, Natal, Maceió y Pipa, permanecen libres de transmisión a la fecha.
Como es sabido, la vacunación –que es gratis aunque es necesario pagar el certificado internacional de inmunización, que cuesta $ 613– concede inmunidad de por vida pero debe administrarse al menos 10 días antes de la fecha de viaje y quienes ya la hayan recibido no necesitan volver a inocularse.
Para controlar la situación en un contexto de alta demanda de vacunas, y también para eximir de responsabilidad a los vacunadores sobre posibles efectos adversos de las mismas a determinadas personas, a partir del próximo 29 de enero se exigirá la presentación de una receta médica en todos los casos, como forma de dejar constancia que no existen contraindicaciones para la vacunación dado que, por ejemplo, no se recomienda su aplicación a bebés menores de nueve meses, a personas mayores de 60 años y a embarazadas, así como a quienes tienen enfermedades debilitantes. Asimismo, el MSP ha rechazado algunas solicitudes de vacunación argumentando proximidad en el viaje, dado que no se cumplía con los 10 días necesarios para generar inmunidad.
De acuerdo a lo informado por el propio Ministerio en los primeros días se duplicó de 30 a 60 las personas que solicitaban inocularse y actualmente hay más de 1.000 en lista de espera.
Aunque el mayor impacto de la demanda es, lógicamente, en Montevideo, los otros dos lugares del país donde se vacuna (Salto y Rivera) también tuvieron un repunte y además, en lugares –como Paysandú– donde no se está inoculando contra esta enfermedad, también se ha registrado un aumento de las consultas en algunos puestos de vacunación, incluso por parte de personas que no están por viajar al vecino país pero requieren información respecto a si se deben vacunar o no.
La situación, aunque distinta, recuerda lo ocurrido hace un par de años, cuando se registró el primer caso de dengue en Uruguay luego de estar libres de esa enfermedad durante casi todo el siglo XX y principios del actual: en cuestión de horas se agotó el stock de repelentes en farmacias y supermercados.
En estos días, pareciera que hablar de dengue no causa la misma alarma que la fiebre amarilla y más allá del hecho de tratarse de enfermedades distintas –aunque tienen síntomas similares– la gran diferencia de la prevención es que esta última tiene una vacuna que genera inmunidad de por vida.
No es un detalle menor para los miles de uruguayos que cada verano viajan a distintas zonas de Brasil –aunque una gran mayoría seguramente lo hace a los estados de Río Grande y Santa Catarina, por la proximidad de sus playas– y tampoco lo es si miramos el tema desde la perspectiva de la expansión hacia nuestros territorios del Sur de estas enfermedades emergentes antes circunscriptas fundamentalmente a los países tropicales.
Por otra parte, el desplazamiento de viajeros uruguayos hacia Brasil viene a resultar también un factor de riesgo, puesto que alguno de ellos podría contraer la enfermedad e ingresarla al territorio nacional al regresar donde –tampoco es un detalle menor– está presente uno de los mosquitos que la trasmite.
En áreas urbanas, el aedes aegypti es el mosquito vector de la fiebre amarilla, mientras que la variante selvática de la enfermedad es transmitida por los mosquitos haemagogus y sabethes.
En consecuencia, dentro de fronteras, tanto para quienes permanecen como los que viajan y regresan al país, sigue rigiendo la misma recomendación para reducir la exposición al mosquito transmisor del dengue, la fiebre amarilla y otras enfermedades: eliminar sus posibles criaderos.
En el contexto actual las situaciones epidemiológicas son dinámicas y la población también tiene un rol a desempeñar. Es en este sentido que las conductas personales cuentan.