Las prioridades que se soslayan

El alto costo de la energía, que coloca a Uruguay al tope de la región en cuanto a costos y a nivel de los mayores en el escenario global, no es un dato abstracto, un elemento de consulta en las estadísticas, sino una realidad que golpea al país y que pese a ser un insumo más de la economía, tiene consecuencias contundentes sobre la actividad y las perspectivas de crecimiento. Por tanto no puede ser ignorado incluso a la hora de evaluar las decisiones políticas de “inclusión” en su amplio concepto.
Es que cuando se desincentiva la inversión, la actividad empresarial, los emprendimientos de riesgo, y encima se castiga a los ya existentes, se genera un condicionamiento que obra como una bola de nieve cuesta abajo cada vez más difícil de parar y de abordar con respuestas que al final no resulten tan traumáticas como imprescindibles.
Sobre esta problemática expuso recientemente en las páginas de EL TELEGRAFO el ingeniero Miguel Fraschini, presidente de la Asociación Uruguaya de Generadores Privados de Energía Eléctrica, miembro del directorio de la Administración del Mercado Eléctrico (ADME) y principal de la generadora con biomasa Liderdat S.A., quien consideró que “en el caso de la electricidad, que es el rubro que conozco más, el gobierno puede darle a la industria el costo de la energía eléctrica más barato, con lo que el Estado dejaría de recaudar pero no pierde plata. Si le vendiera gasoil más barato a la industria del transporte pasaría lo mismo”.
A juicio del empresario, el gobierno “tiene un déficit fiscal grande y ya no puede poner más impuestos porque no se soportan, y están usando las tarifas de las empresas públicas para recaudar”, aspecto este que consideramos precisamente es el central en torno a esta problemática, y sobre el que nos hemos referido en sucesivas oportunidades desde esta página editorial.
En el caso específico de la electricidad, Fraschini explicó que a su industria el costo del “megavatio industrial media tensión” le cuesta 139 dólares. Dijo que “en la generación eólica, UTE está pagando en los últimos contratos una media de 65 dólares, pero el costo medio de generación de UTE para cubrir toda la demanda de Uruguay llegó a ser, cuando la seca de 2011-2012 y se usó muchísimo fuel oil en la Central Batlle, entre 130 y 140 dólares, pero hoy está entre 60 y 70 dólares. Y como Uruguay es un país poco industrializado, el consumo industrial es chico, del total del consumo del país no debe llegar a 100 MW lo que consume la industria manufacturera. Si el país consume un promedio de 1.500 MW y 100 de ellos se venden más barato a la industria, eso no mueve mucho la aguja. En cambio a la industria sí le movería la aguja que le bajen la tarifa eléctrica un 30 o 40 por ciento”.
Ocurre que a la vez, en la tarifa eléctrica domiciliaria, el Uruguay tiene también el valor más caro en el subcontinente, lo que da la pauta de que haya o no inversiones en energías alternativas, se amplíe o no la capacidad de generación, el industrial y el ciudadano común están siempre en las verdes, pero nunca en las maduras. Excepto claro está, los miles de beneficiados por razones sociales que pagan mucho menos, y otro tanto de colgados que no pagan nada.
La industria consume menos el 7 por ciento de la electricidad que se utiliza en el país, y en sus insumos es un aspecto clave en la ecuación económica, por lo que la rebaja a que se refiere Fraschini de entre un 30 y un 40 por ciento, para determinados sectores, puede hacer la diferencia entre la rentabilidad o los números en rojo que la pueden llevar a sucumbir.
Sin embargo, a la hora de las decisiones sobre el precio al consumidor, el ente, cuyo presidente anunció que estaba en condiciones de poder rebajar la tarifa, debió incrementarla a fin de año simplemente para recaudar más a efectos de que el gobierno pueda tener más dinero para tapar el agujero fiscal; es decir que el “espacio” supuesto de hace unos años, se ha transformado en un “agujero negro” que se traga enorme cantidad de recursos.
Este dinero se debería utilizar en incentivos para fuentes de empleo y hacer más llevadera la situación de las empresas y el ciudadano ante el desmesurado gasto del Estado y la necesidad de éste de sacar recursos de hasta debajo de las piedras.
El empresario sanducero cita como ejemplo de las consecuencias del alto precio de la electricidad y los insumos en general que “los aserraderos están complicados para competir por las facturas importantes de electricidad. Y se está yendo una cantidad de troncos de madera de pino para China, para que ellos hagan trabajar sus aserraderos, y nosotros no podemos hacer trabajar los nuestros y le mandamos la materia prima a los chinos.
Los palos dan la vuelta al mundo para darle trabajo a los aserraderos chinos, no es lógico. Tendría que haber muchos más uruguayos trabajando en los aserraderos haciendo muebles, tablas o tableros, agregando valor a la madera uruguaya, si le diéramos un gasoil un poco más barato para que se transporte la madera localmente de un punto a otro, y la energía eléctrica. Estos dos componentes serían fundamentales para reflotar la industria del aserrío de madera”.
A su vez, esto tendría otros beneficios, ya que “por ejemplo para la generación con biomasa, que tendríamos más barata si hubiera más aserraderos trabajando que me la venderían como residuo, y no tendría que ir al campo a buscar madera para chipearla acá. Es toda una cadena”.
Efectivamente, y estos son solo algunos eslabones de una cadena mucho más larga, porque incluso cuando se mencionan índices de crecimiento del país nos encontramos con que los sectores de actividad que más han crecido no demandan mano de obra de manera intensa.
Debe tenerse presente que si se compara con 2014 –cuando, en el promedio anual, la cantidad de ocupados alcanzó un máximo histórico– el año pasado hubo 37.175 ocupados menos en todo el país, según cálculos en base a información del Instituto Nacional de Estadística (INE).
El sector que sufrió la sangría más grande entre 2014 y el año pasado fue la industria manufacturera: la destrucción de puestos allí ascendió a 18.267. Así, la contracción llegó a 9,4% en el promedio anual en ese lapso.
Y la industria manufacturera es precisamente una de las mayores consumidoras de energía eléctrica, la que tiene una preponderancia notoria en su ecuación de costos, y sería como señala Fraschini potencial beneficiaria si se rebajara la energía eléctrica entre un 30 y un 40 por ciento.
Como alternativa al esquema a los números en rojo, por lo menos temporalmente, las empresas han mantenido más o menos la incidencia de la masa salarial por la vía de suprimir puestos de trabajo, lo que no podrá sostenerse por mucho tiempo si al mismo tiempo no tienen capacidad para invertir en tecnología, teniendo en cuenta que la reducción del personal no puede seguir en esos términos porque ya se sacrificaría el funcionamiento de la empresa.
Ello indica que en estos emprendimientos de alto consumo, el costo de la energía y el de la electricidad en particular es un insumo clave, con incidencia mayor a lo que debería debido a que las tarifas suben por la demanda de recursos del gobierno nacional.
Es así claramente un problema autogenerado por el gobierno, porque se han trastrocado y soslayado prioridades. Y la preservación de las fuentes de empleo en la industria, por la vía de los hechos, no ha estado entre ellas.