Pozos de agua de escuelas de Canelones están contaminados con organoclorados

Escuela rural Nº 10 de Cuchilla de Machín.

CANELONES (Por Daniel Hardy Coll). Estudios realizados por la Facultad de Química en 2017, confirmaron la presencia de pesticidas organoclorados en el pozo de agua de la escuela rural Nº 10 de Cuchilla de Machín. Se ubica en el paraje La Armonía, kilómetro 40 de la ruta 33 (entre la 107 que une Sauce con la capital Canelones y la 11 que va desde la ruta 1 hasta Atlántida), a solo 12 kilómetros al noreste de Sauce, y a 60 de Atlántida.
Se trata de una zona poblada por familias agricultoras, abastecedoras de productos de granja al Mercado Modelo (morrones, berenjenas, tomates) y que desde 2005 en adelante se ha visto jaqueada por los cultivos de soja y maíz transgénicos, con las consabidas fumigaciones con equipos terrestres (mosquitos).
A solicitud de la Intendencia de Canelones, la Facultad de Química realizó un estudio de la calidad de las aguas del pozo de la escuela, a fin de determinar si está apto para el abastecimiento de agua potable. El análisis se hizo en el Polo Tecnológico de Pando, con el Nº PTP 17-177, fechado el 18 de agosto de 2017, y los resultados –a los que tuvo acceso EL TELEGRAFO y no estarían en conocimiento de las organizaciones ecologistas de la zona– fueron dirigidos a Jorge Fischer de la comuna de Canelones.

CONTAMINACIÓN POR AGROQUÍMICOS

Si bien el documento fue entregado esa fecha, la toma de las muestras en el pozo de la escuela Nº 10 fueron hechas el 29 de mayo, por lo que hasta entonces los niños y maestras siguieron bebiendo de dicha fuente de agua, sin saber los peligros que escondía para su salud.
Los pesticidas que se encontraron en la muestra son: DDE + Dieldrin, DDD, DDT, Methoxychior, Heptachlor epoxido, Endrin aldheido, Endrin, Beta-BHC, Delta-BHC, Endosulfán II, Endosulfán sulfato.
El método científico de análisis empleado fue cromatografía de gases con detector de captura electrónica, específico para la determinación de pesticidas organoclorados.
Una vez conocido el resultado del estudio, la dirección de la escuela clausuró el pozo y solicitó a los niños traer sus propias botellas con agua de sus casas, pero tras el estudio de otros 35 pozos de la zona, se supo que en la mayoría había trazas de diferentes agroquímicos, por lo cual no es sencillo acceder a agua segura.

NO SOLO EL AGUA

Por otra parte, en enero de 2017 los agricultores se encontraron con una auténtica calamidad: la totalidad de sus cultivos de tomates, morrones y berenjenas estaban quemados, echados a perder. La noticia tomó estado público inmediatamente, se investigó al propietario de origen argentino con campos de soja y maíz que rodea las plantaciones de estas familias, y a las escuelas rurales, y a la empresa maragata encargada de realizar las fumigaciones, verificándose que se había hecho en forma irresponsable unos días antes.
El elemento que había usado esta empresa en una cantidad varias veces superior al permitido –ocho veces más–, fue el herbicida Picloram, según informó el MGAP a través del director de Servicios Agrícolas. Aunque en una investigación que este periodista pudo realizar encontramos también etiquetas de Quincloram.
Sin embargo, el primero de varios estudios realizados por la Facultad de Química en el PTP, semanas después, demostró otra cosa muy diferente al informe oficial del MGAP: confirmó la presencia de al menos cinco agroquímicos, entre ellos el ácido 2,4D y 2,4 6T.
El dueño de los campos, con más de 3.000 hectáreas en todo el territorio y unas 1.250 en esta región canaria, que fuera parte de la estancia de José Artigas, fue multado por la Dinama con la máxima pena, 1.000 UR. Presuntamente, también el aplicador.
Las tierras de siete productores y de otros 12 afectados en forma indirecta, porque perdieron sus plantíos en un invernáculo que tenían en forma conjunta, al borde la cañada Tabárez-Valenzuela (parte de la cuenca del río Santa Lucía por su afluente el Canelón chico), quedaron prácticamente inutilizables. En tanto, las fumigaciones de los cultivos de soja y maíz prosiguen, y debido a que generalmente fumigan de madrugada, los vecinos se ven obligados a levantarse para cubrir sus cultivos, poner cobertores en todas las aberturas de sus casas y resguardar a sus animales.

SIN AGUA SEGURA

El agua de la cañada quedó inservible. Se hicieron pozos con ayudas económicas, pero no han sido una solución, como bien lo describieron a EL TELEGRAFO algunas de las familias afectadas. En los primeros días abastecieron a los vecinos con camiones cisterna, pero duró poco. Algunos se fueron del campo, otros intentan plantar y algo llegan a producir, pero las nuevas perforaciones a más de 30 metros de profundidad, no brindan el agua adecuada para los cultivos debido a la alta concentración de calcio. “No hay como el agua de lluvia”, dijeron algunos de los afectados que se resisten a vender sus tierras para la soja.
¿Cuánto tiempo llevan los niños y maestras de la escuela Nº 10 tomando agua con pesticidas organoclorados, ni segura, si hay plantaciones de soja y de maíz?
Muy cerca, en la esquina de ruta 33 con la 11, en el mojón 49, está la escuela rural Nº 27 “José Percovich” en paraje Paso de La Paloma. Absolutamente rodeada de campos de soja. No se habría analizado el año pasado el estado del agua de su pozo, porque además, en el departamento donde está la principal planta de agua del país en Aguas Corrientes, no existe a lo largo de la ruta 33 cañería de OSE. Otras dos escuelas podrían estar con sus pozos repletos de agroquímicos en la ruta 32, porque las extensiones de soja y maíz cubren el área de sur a norte y de este a oeste hasta los límites urbanos de Santa Rosa, San Jacinto y San Antonio.
Como alternativa, de acuerdo a las fuentes consultadas, en la escuela Nº 10 prometieron una partida extra desde Primaria para la adquisición de botellones de agua, en tanto OSE enviaría un camión cisterna de 600 litros, pero para ello habría que hacer unas obras que no están hechas aún, según pudo apreciar este cronista.