Sin posibilidades de resolver sus serios problemas internos –que tienen que ver naturalmente con su origen y el propósito para el que fue creada– la Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas) se encuentra desde hace seis meses en una encrucijada sin salida. Por ese motivo el bloque político ya fue abandonado “temporalmente” por Argentina, Brasil, Paraguay, Colombia, Perú y Chile, y por lo tanto hoy se reduce a Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Esta “selecta” compañía se explica en una manifestación de solidaridad ideológica con los propósitos de los fundadores, en lo que fue en un principio un “club de amigos” del desaparecido expresidente venezolano Hugo Chávez, a partir de su otrora generosa billetera con la cual compraba voluntades en países afines, con la idea generar una suerte de “OEA” paralela en la cual él dictaría las políticas del subcontinente.
En resumen –aunque no es tan simple– la secretaría general de la Unasur está vacante desde enero de 2017 porque no hay acuerdo sobre el nombre de quién debería ocupar esa posición. En ese cargo terminó su mandato el expresidente colombiano Ernesto Samper y hasta ahora solamente se postuló el político y exembajador argentino, José Octavio Bordón, para desempeñar la secretaría ejecutiva del bloque.
Mientras tanto, pese a esta deserción masiva, el canciller Rodolfo Nin Novoa le había dicho en su momento al diario La República que Uruguay no tiene intención de irse del bloque y pretende fortalecerlo y “cambiar lo que haya que cambiar”.
Sin dudas, desde su creación, cuando en la región había una mayoría de gobiernos “progresistas”, caso de los Kirchner en la Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Vázquez y Mujica en Uruguay, Lula y Dilma Rousseff en Brasil, Fernando Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia, por mencionar algunos, hubo un “dale que va” con el verborrágico Hugo Chávez como abanderado de una corriente que tenía su expresión orgánica, por así decirlo, en la Unasur, que desde un primer momento no dejó dudas de que se trataba de un bloque que apuntaba a plantarse frente al “imperio” y el “demonio” que tiene su sede en Washington.
Realmente puede haber pocas dudas de que tras haber fallecido Chávez, el bloque se ha quedado sin mentor y sin sustentación ideológica, porque claramente Maduro no es Chávez, y porque los reveses electorales de la izquierda en el Cono Sur han hecho mella en el objetivo de extender el socialismo del Siglo XXI. Solo quedan los jirones de aquellas banderas que paradójicamente, tienen ahora como el referente por sucesión nada menos que a Nicolás Maduro, quien encabeza el régimen dictatorial de Venezuela, sumida en la peor crisis económica y social de su historia, y quien precisamente con su veto está tratando de impedir que el exembajador argentino ocupe el cargo de secretario general.
En nuestro país no pueden quedar dudas de que aunque no se diga, a esta altura lo que retiene a Uruguay en el bloque son las diferencias internas en el Frente Amplio, prisionero de grupos radicales que siguen teniendo a Maduro y Cuba como referentes, como un “tesoro” a preservar e “intocable”.
Naturalmente, la opinión mayoritaria del país, está lejos de coincidir con esta visión. En el espectro partidario interno, tenemos que el senador blanco Luis Lacalle Pou había señalado, en una gira por el Interior, que “hace varios meses dije que si a nosotros nos toca ser gobierno, nos iremos de Unasur y ya de paso nos desconectamos de Telesur y del Banco del Sur, organismos que no están sirviendo. Uno tiene que participar en estrados internacionales si sirven a los intereses de cada nación y se cumple lo pactado. Allá andan flotando en la vuelta sin que haya un análisis de parte de Uruguay de si sirven o no sirven, como el caso de Unasur”, agregó.
A su vez en el Partido Colorado se escuchan voces como la de Max Sapolinski, quien pregunta si “¿Tiene sentido quedarnos acompañados sólo de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guyana y Surinam?”, mientras que su correligionario, senador José Amorín, escribió: “Otro capítulo de la historia de infamias en la política exterior del Uruguay bajo el FA: otra vez del lado del eje bolivariano. Más pronto que tarde sabremos el porqué de tanta vergüenza”.
Una postura similar, aunque menos manifiesta, es la del sector del ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, en el partido de gobierno, y como apunta Amorín Batlle, hay crecientes sospechas de que no se trata tanto de ideología, sino de compromisos asumidos en su oportunidad, que no han sido revelados expresamente y se mantienen ocultos. Por lo menos, pese a que hasta ahora no hay pruebas, tanto compromiso y solidaridad da que pensar, y debe traerse a colación que porfiadamente, el Frente Amplio ha rechazado los pedidos de comisiones investigadoras sobre los negocios que se han realizado con Venezuela, donde habría involucrados dirigentes políticos del entorno del expresidente José Mujica.
El senador nacionalista Jorge Larrañaga coincidió con Lacalle Pou y dijo en las últimas horas a El Observador que “como apego a los principios de libertad es de imperio irse de todos esos organismos”.
“El gobierno sigue haciendo equilibrio. Anda en el filo de una navaja permanentemente; entre los sectores de racionalidad y los que están casados con Nicolás Maduro y la izquierda latinoamericana. Es inadmisible seguir cohabitando con la dictadura de Maduro. No se trata de derechas o izquierdas, sino de que si aquellos países que se quedan en la Unasur respetan o no respetan la democracia. Así de simple. El gobierno uruguayo al quedarse termina convalidando el régimen dictatorial de Maduro”, señaló el legislador.
Evidentemente, queda vacía de contenido a esta altura la afirmación de Nin Novoa de que Uruguay va a hacer todos los esfuerzos para que se revea la situación para mantener una “organización propia sudamericana. Me parece una situación inestable y muy preocupante”.
En cambio, todo indica que esta postura de la cancillería –dudamos de si sea en este caso puntual realmente el pensamiento de Nin Novoa y no una consecuencia de conformar a los radicales de la fuerza de gobierno– forma parte de una constante de lo ocurrido en los tres últimos gobiernos en cuanto a conducir las relaciones exteriores con una venda ideológica, partiendo del club de presidentes amigos del Mercosur, por afinidades de carácter populista. Pero, con muchos componentes económicos todavía envueltos en un velo, lo que indica que hay prendas del apero que han quedado por el camino, más allá de los eslóganes y frases hechas.